Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 1 de enero de 2015

El labrador y el oso

Érase un labrador que estaba arando y, porque un buey no tiraba bien del arado, le dijo:
-¡Arre, buey! ¡Así venga el oso y te coma!
El oso, que estaba echado tras de unas zarzas, oyó la conversa-ción del labrador; entonces se acercó a él y le dijo:
-¡Aquí estoy! Vengo por el buey que tú me diste. Y dijo el labrador:
-Bastante perjuicio me haces, porque no tengo más bueyes que estos dos; pero, ya que me vas a comer uno, espera un poco; no me lo comas hasta que acabe de arar este pedazo de tierra.
-Esperaré allí acostado bajo el carro.
Y apareció por allí una raposa y preguntó al labrador:
-¿Qué te ha dicho el oso?
-Que me va a comer un buey.
-Si me das una gallina, no te lo come, respondo de ello.
-¡Una gallina! Dos, tres, te doy todas las gallinas que quieras con tal de que me saques de este apuro.
-Dame tu chaqueta para ponérmela -dijo la raposa: voy a subirme a lo alto de aquella peña, y cuando yo te diga: «¡Labrador»!, tú contestas: «¿Qué quieres, cazador?».
La raposa se subió a la peña y dijo en alta voz:
-¡Labrador!
-¿Qué quieres, cazador?
-¿Qué es eso que hay debajo de tu carro?
-Contéstale que es un madero -dijo el oso.
-Si fuera un madero, lo pondrías en el carro.
-Ponme en el carro -dijo el oso. Y lo puso en el carro. Y dijo la raposa:
-¡Labrador!
-¿Qué quieres, cazador?
-En mi pueblo, cuando ponemos un madero en el carro, lo atamos con una cuerda.
-Átame -dijo el oso, pero no aprietes.
El labrador lo ató bastante fuerte. Y dijo la raposa:
-¡Labrador!
-¿Qué quieres, cazador?
-En mi pueblo, cuando tenemos un madero sobre el carro, le hincamos el hacha encima para que no se pierda por el camino.
-Haz como que me la hincas -dijo el oso.
El labrador levantó el hacha y le dio tan grande hachazo al oso en la cabeza, que lo mató.
La raposa bajó de la peña, entregó la chaqueta al labrador y le dijo:
-Mataste al oso gracias a mí. Ahora justo es que me des las gallinas que me ofreciste.
Y dijo el labrador:
-¡Gran favor me has hecho, raposa! Y para que veas que estoy agradecido a ti, voy a regalarte una gallina y doce pollos que tengo en casa; espérame aquí mientras voy por el regalo. Llegó el labrador a su casa y le dijo a su mujer:
-La raposa me salvó un buey; hay que obsequiarla con algo. Yo le ofrecí la gallina con sus doce pollos; mételos en un saco, que voy a llevárselos.
-Haces bien -dijo la mujer. ¡Pobre raposa! ¡Qué bien se portó contigo! Voy a preparar el saco.
La mujer cogió un pollo, lo sopesó y dijo:
-¡Qué gordo está! Es lástima que se lo coma la raposa. En vez de la gallina y los pollos, ¿no será mejor que meta en el saco la perra y sus cuatro cachorros?
Tal como lo pensó, así lo hizo, y le entregó el saco a su marido. Este, creyendo que llevaba la gallina y los pollos, se lo echó al hombro y fue para donde estaba la raposa, la cual le preguntó:
-¿Qué traes en ese saco?

Por San Pedro y por San Juan,
me huele a barbas de can.

-¡Qué barbas de can, ni de canes! ¡Son pollos! -dijo el labrador.
-Serán, serán; pero...

Por San Juan y por San Pedro,
me huele a barbas de perro.

El pastor entregó el saco a la raposa y, al cogerlo, dijo ella:
-Esto me huele más a perraza que a gallinaza.
Cargó con el saco a cuestas y tomó el camino del monte. Cuando llegó el pie de una fuente, le entraron ganas de comerse un pollo. Abrió el saco, y la perra y los cachorros se lanzaron a toda velocidad tras de la raposa.
Después de subir cuestas y atravesar barrancos, los perros se cansaron y dieron la vuelta. Entonces la raposa se sentó, estiró las patas y dijo:
-¡Patitas mías! ¡Cuánto corristeis hoy! ¡Cuánto trepasteis monte arriba! ¡Las espinas os han hecho sangre, dejad que os lama! El domingo he de compraros en el mercado unos zapatitos de seda. Y a vosotras, orejitas, que tanto os movisteis para oír de qué lado venían los ladridos, he de compraros unos pendientes.
En esto dijo el rabo:
-Y yo, que no cesé de rabear en todas direcciones durante la carrera, ¿no merezco que me compres algo?
-¡Qué te he de comprar a ti, rabón, si no hiciste más que tirar de mí, en vez de barrerme las huellas, como es tu obligación!

0.003.1 anonimo (españa) - 075

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