Un
gato y un ratón vivían felices en la misma casa. Prepararon una
finca; y los dos trabajaban todos los días, cultivándola para poder
comer.
Decidieron
que cada mañana, antes de salir hacia el bosque, dejarían
preparado el arroz. Así lo hicieron, y cuando volvían del bosque se
comían entre los dos el arroz que habían dejado preparado.
Pero
el ratón tenía mucha hambre, y quiso buscar la manera de comer más
que el gato. Así que un día, mientras estaban trabajando, le dijo:
«Me voy a casa, porque tengo que dar a luz». Cuando el gato regresó
por la tarde, le preguntó: «¿Cuántos hijos has tenido?». El
ratón respondió: «Sólo uno, pero ha muerto». El gato
levantó la tapa de la olla y vio que se había comido mucho arroz,
pero le dijo: «No te preocupes por el arroz. Hoy tienes que cuidarte
bien».
Al
día siguiente, mientras estaban trabajando, el ratón repitió: «Me
voy a casa, porque tengo que dar a luz». Por la tarde, también
explicó al gato que sólo había tenido un ratoncito, pero que había
muerto. El gato preguntó: «¿Queda mucho arroz?». El ratón
respondió: «No tanto como ayer». El gato sentenció: «Comprendo
que quieras cuidarte. No te preocupes».
Al
tercer día, el ratón tentó de nuevo a la suerte: «Tengo que dar a
luz, vuelvo a casa». Cuando el gato regresó al atardecer y tampoco
vio a ningún ratoncito, levantó la tapa del arroz y se dio cuenta
de que la olla estaba completamente vacía. Se irritó mucho, porque
comprendió que su amigo le había engañado. El ratón quería
calmarle: «No te enfades, comprende que con este ajetreo no me
encuentro bien». Pero el gato no le hizo ningún caso y le obligó a
pelear.
El
gato se comió al ratón, y se quedó solo en la casa.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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