Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 5 de enero de 2015

Cocodrilo, sonrie

¡Di salami! -le pidió el fotógrafo. Y así lo hizo el cocodrilo
Colmillos, sonriente. Las luces del flash brillaron y las cámaras hicieron «clic» ante su mejor sonrisa.
-¡Eres un talento natural! -exclamó el jefe de la expedición, que viajaba con un equipo de fotógrafos especializados en animales salvajes.
Colmillos sonrió al reflejo en el río de su propia imagen.
-¡Oooh, eres un tipo muy guapo! -se pavoneó, haciendo rechinar alegremente su hermosa dentadura.
Colmillos estaba orgullosísimo de sus afilados dientes y de su buen aspecto. Subía y bajaba por la orilla del río para que todos lo viesen.
-¡Soy una estrella! -dijo. Mi cara será famosa en todo el mundo.
-Gracias por dejarte fotografiar -dijo el jefe de la expedición.
-Yo, encantado. ¡Vengan cuando quieran! -respondió Colmillos.
-Y, como recompensa, aquí está el camión de chocolate que nos pediste -dijo el jefe.
-¡Qué rico! -dijo Colmillos. Muy amable por su parte. Se lo agradezco mucho.
Cuando se fueron, Colmillos se tumbó a tomar el sol en la orilla del río, fantaseando con la fama y la fortuna, y metiéndose una chocolatina tras otra en su enorme boca abierta.
En ese momento, pasó deslizándose una serpiente.
-¿Qué esss esssto -siseó. Un cocodrilo comiendo chocolate. Essso esss algo muy raro.
-En absoluto -replicó Colmillos. A todos los cocodrilos les encanta el chocolate, pero la mayoría de ellos no es lo suficientemente inteligente como para conseguirlo.
-Puesss sssi eresss tan lisssto, deberíasss sssaber que sssi comesss demasssiado chocolate, ssse te caerán los dientesss -siseó la serpiente.
-¡Qué tontería! -dijo Colmillos, enfadado. Para tu información, yo tengo unos dientes perfectos.
-¡Suerte que tienes! -respondió la serpiente. Y se marchó reptando.
Colmillos siguió masticando tan contento y así se fue comiendo el montón de chocolate. Tomaba chocolate para desayunar, comer y cenar.
-¡Mmmhhh, qué rico! -decía con placer, relamiéndose los labios con una gran sonrisa chocolateada. ¡Esto es el paraíso!
-No dirás lo mismo cuando estés tan gordo que ya no puedas flotar en el río -dijo el papagayo, que lo estaba observando desde un árbol.
-¡Bobadas! -se burló Colmillos. Tengo un tipo estupendo, ¡no hace falta que te lo diga!
-Si tú lo dices -contestó el papagayo. Y se internó en la selva.
Pasaron los días y las semanas y Colmillos seguía tan feliz comiendo una chocolatina tras otra, hasta que se le acabaron todas.
-Mi próxima comida la tendré que volver a atrapar en el río -pensó Colmillos con tristeza. ¡Cómo me gustaría tener más chocolate!
Pero cuando Colmillos se metió en el río, en lugar de nadar suavemente por la superficie como siempre, esta vez se hundió hasta el fondo y el estómago se le quedó pegado al barro.
-¡Oh, cielos!, iqué le pasa al río? -se dijo a sí mismo con asombro. ¿Por qué hoy me cuesta tanto flotar?
-Y precisamente alguien que tiene un tipo tan estupendo como el tuyo -dijo el papagayo con ironía mientras lo miraba desde un árbol.
Colmillos no le respondió. Se volvió a sumergir en el agua dejando fuera sólo sus ojos brillantes y miró al papagayo con muy mala cara.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, sintió un gran dolor en la boca, como si algo le estirase y le retorciese los dientes.
-¡Ay, qué dolor, cómo me duelen las muelas! -gritó.
-¿Cómo esss posssible? -siseó la serpiente. ¡Con esssosss dientesss tan perfectosss que tienesss!
-Y se volvió a marchar reptando y riéndose para sus adentros.
Colmillos ya sabía lo que tenía que hacer: se fue río abajo a visitar al doctor Torno, el dentista. El camino se le hizo larguísimo, tardó mucho y llegó jadeando y resoplando.
-¡Abre bien la boca! -dijo el doctor Torno, que era un oso hormiguero, mientras metía la nariz en la boca de Colmillos. ¡Oh, cielos! Esto no tiene buen aspecto. ¿Qué has estado comiendo, Colmillos? ¡Enséñame dónde te duele!
-Aquí -dijo Colmillos. Fue señalando, triste y avergonzado, el interior de su boca, y aquí, y aquí, y aquí también...
-Bueno, no hay nada que hacer -dijo el doctor Torno. Esta vez vamos a tener que sacarte todos los dientes.
Así que Colmillos se quedó sin un solo diente.
Al poco tiempo fue a la selva otra expedición fotográfica.
-¡Di salami! -le pidió el jefe de la expedición.
-iSALAMI! -sonrió Colmillos, asomándose por detrás de un árbol.
Pero esta vez, en lugar de los flashes de las cámaras, lo que oyó fueron las carcajadas incontenibles de los fotógrafos.
-¿No decías que Colmillos era un guapo cocodrilo de dientes perfectos? -dijeron al jefe. Se tendría que llamar Mellas, en vez de Colmillos.
El pobre Colmillos se escondió cabizbajo entre los arbustos y se puso a llorar. Todo lo que le pasaba era culpa suya, por haber sido tan glotón y haber comido tanto chocolate.
-Vamos, vamos -le dijo el doctor Torno, acariciándole el brazo. Pronto lo arreglaremos poniéndote unos dientes nuevos.
Y, desde aquel día, Colmillos se prometió a sí mismo que no volvería a comer chocolate.


0.999.1 anonimo cuento - 061

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