Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 27 de octubre de 2014

La cueva de los muertos .002

Cerca de un pueblo de la costa vivían dos familias: una en Mesimenx y la otra en Osopain, detrás de la montaña. La primera estaba formada por un matrimonio y un único hijo que se llamaba Juan de la Cruz; el matrimonio de la segunda tenía seis hijos y una hija.
Un día Juan de la Cruz encontró a sus padres muertos. Se realizó el entierro y los mayores de la segunda familia sugirieron que quizás no habían muerto de manera natural. ¿Cómo saberlo? Se dirigieron a la cueva de los muertos, cerca de allí, donde les recibió una voz cavernosa: «¡Juaaaaan! ¡Juaaaaan! Soy tu padre. ¿Por qué vienes a buscarme al otro mundo?».
El pobre Juan de la Cruz se sentía atemorizado e incrédulo: «¿Cómo puedo saber que eres realmente mi padre? Dáme una señal: yo extenderé mi brazo y tú me lo cogerás». Juan extendió su brazo y lo mantuvo así durante largo tiempo, sin que ocurriera nada.
El muchacho, por tanto, no pudo solucionar su duda. Y, saliendo de la cueva a toda prisa, decidió irse a vivir con sus vecinos de Osopain. Se trasladó allí, se casó con la muchacha y nadie regresó jamás a la casa deshabitada de Mesimenx.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

La caña magica .004

Tamai era un viejo pescador que tenía muchas hijas y una caña mágica con la que pescaba más y mejor que los demás hombres del pueblo. Antes de morir indicó que la caña debía pasar de generación en generación, pero su propietario debía ser siempre un varón.
Una de sus hijas dio a luz un niño. Y cuando se hizo mayor heredó la caña, tal como el abuelo había dispuesto. Pescaba muchos peces y los repartía siempre con sus amigos. Pero un día salió solo y el anzuelo se le atascó en una roca del fondo. Su padre le había advertido que, cuando esto ocurriera, no cortara el hilo; de manera que el muchacho dejó una boya con la caña y regresó al pueblo a contárselo a su padre.
Éste había aprendido de labios de Tamai una canción mágica para estos casos. Embarcó con el muchacho en el cayuco y, al llegar a la boya, empezó a cantarla:

Tamai txadun.
Padjil txadun1.

Al instante el anzuelo salió y el chico pudo volver al trabajo. Pero como el muchacho lo compartía todo con sus amigos, también les enseñó la canción. Y desde entonces todos los niños de Annobón, cuando se les atasca algún anzuelo, la cantan:

Tamai txadun.
Padjil txadun.


0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

1 Tamai, sácalo.
Dios, sácalo.

La boda de la princesa .081

Había un rey presuntuoso que quería que su hija se casara; pero pedía que los pretendientes cumplieran dos condiciones: que le trajeran fuego envuelto en un papel, y que le trajeran algo que no tuviera nombre.
Como la princesa era hermosa y el padre rico hubo muchos jóvenes que probaron suerte; sin embargo, ninguno de ellos logró cumplir los requisitos exigidos por el rey y todos recibieron algún castigo por su improcedencia.
Hasta que un día el hijo de una viuda pidió permiso a su madre para intentar conseguirlo. La mujer quiso disuadirle, pero fue en vano: el chico cogió una brasa que ya se consumía sin llama y la envolvió con sumo cuidado en un papel mojado; asimismo cogió una jaula vacía.
El rey no estaba dispuesto a aceptar la primera prueba: le había traído humo, y él había pedido que le trajeran fuego. A lo que el chico replicó convencido: «Siempre se ha dicho que allí donde hay humo hay fuego». Los consejeros dieron el resultado de la prueba como válido y entonces el rey metió la mano en la jaula. Al ver que no había nada se enfureció; y el muchacho comentó: «Lo que su majestad ha sacado de la jaula no tiene nombre».
El rey cumplió su palabra y concedió la mano de su hija a aquel inteligente joven. Y los dos príncipes vivieron con toda clase de prosperidad y fueron muy felices.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

La banana magica .033

Un pescador muy egoísta vivía en un pueblo con su familia. Eran muy pobres y, como él solía pescar muy poco, pasaban hambre y vivían mal.
Un día, al regresar de la pesca, el hombre subió a un cocotero y cortó un coco: éste, al llegar al suelo, empezó a rodar y se metió en un hoyo. El pescador lo fue siguiendo, y al bajar al hoyo se encontró en un sótano donde había una vieja. Ésta escuchó la amarga historia de su familia y, conmovida, le dio una banana mágica: «Te dará todo lo que le pidas. Pero tienes que prometerme que lo compartirás todo con los tuyos».
El hombre así lo prometió. Pero se metió en el bosque y allí pidió a su banana que dispusiera una mesa con toda clase de comida. La banana así lo hizo. Y el hombre, después de hartarse cuanto quiso, la escondió y regresó a casa. Entregó a su mujer lo que había pescado y él, quejándose de un gran dolor de barriga, se metió en la cama.
Durante muchos días las cosas se repitieron de la misma guisa. Hasta que la mujer, desconcertada por la conducta de su marido, pidió a uno de los hijos que le siguiera. El muchacho observó lo que su padre hacía y, regresando a casa, lo contó a su madre.
Entonces la mujer cogió a los hijos y se dirigieron todos al bosque. Cogieron la banana y le pidieron que dispusiera una mesa igual de grande. Cuando hubieron saciado su hambre le ordenaron que les construyera una gran casa donde vivir, con muchos guardianes para impedir que entrara en ella el pescador egoísta.
Cuando éste terminó su trabajo y regresó al bosque, descubrió sorprendido que su banana había desaparecido. Entonces cortó otro coco; y, al llegar al sótano de la vieja y contarle lo sucedido, vio con satisfacción que la anciana le daba otro objeto mágico, un palo, con las mismas instrucciones: «Te dará todo lo que le pidas, pero debes compartirlo con los tuyos».
El pescador, sin embargo, se dirigió de nuevo al bosque. Una vez allí pidió al palo que dispusiera una mesa llena de toda clase de comida. Pero el palo, en lugar de eso, hizo aparecer un ejército de guardianes armados que apalearon al egoísta hasta dejarlo muerto.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

La ballena y el tiburon .016

Una vez la ballena paseaba por el mar; y el tiburón, a pesar de verse tan pequeño a su lado, tuvo la desfachatez de dirigirse a ella para preguntarle la razón de su enorme tamaño. La ballena le respondió con soberbia: «Yo he sido la primera en existir, la primera, y no puedes dirigirte a mí como si fuera igual que tú».
El tiburón estaba enfadado, y se prometió comer a la ballena: así que, dirigiéndose de nuevo a quien se había burlado de él, le propuso una carrera hasta la superficie. La ballena, engreída, se dirigió rauda hacia la meta; sin advertir que -en Annobón- cuando se divisa el resoplido de una ballena los cayucos salen a arponearla.
Y esto fue lo que sucedió. Los hombres mataron a la ballena; y, al derramarse su sangre, acudieron una multitud de tiburones que hicieron una gran fiesta y se la comieron.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

La araña y el gusano de seda .018

En un pueblo muy tranquilo vivían la araña y el gusano de seda. Se habían hecho tan amigos que compartían la misma casa y se turnaban para el trabajo: mientras uno se quedaba a hacer los trabajos domésticos, el otro iba a la finca.
Por entonces no se conocía el aceite; y la araña observó que mientras ella cocinaba unos guisos aburridos, el gusano los hacía deliciosos porque fabricaba unas salsas exquisitas. ¿Cómo podía hacerlas sin aceite?
Un día la araña se quedó escondida para intentar descubrir el secreto de su amigo. Vio que ponía la sartén al fuego y que él mismo se metía dentro: como el gusano tiene el cuerpo grasiento, así obtenía el aceite para cocinar.
Al día siguiente ella quiso hacer lo mismo: puso la sartén al fuego y se metió dentro de ella. Pero como la araña no tiene grasa en el cuerpo, se quemó y murió abrasada dentro de la sartén.
Cuando el gusano de seda regresó de la finca lloró amargamente la suerte de su amiga; la amortajó y fue a enterrarla al bosque.
Desde entonces las arañas no son nada amigas del fuego.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

Handumat .062

En un pueblo muy tranquilo vivía un hombre que desarrolló una extraña propiedad: su pene era tan largo que, a la distancia de un kilómetro, cogía todo lo que encontraba y se lo comía. Por eso la gente le llamaba Handumat. Con el tiempo se aficionó a comerse a hombres y mujeres; perseguido, pudo refugiarse en las montañas del sureste y por aquellos parajes sembraba el terror en cuantos se acercaban a menos de ese kilómetro que él dominaba.
Un hombre y una mujer que vivían en una casita cercana estaban aterrorizados: debían ir al pueblo a efectuar unas compras y no querían que Handumat les atrapara y se los comiera. ¿Cómo librarse de él? La mujer concibió un plan ante el cual el esposo mostró admiración: él iría por el mar, en cayuco, y ella acudiría al encuentro de Handumat; cuando el maleante quisiera atraparla, gritaría y el marido se acercaría a la costa para recogerla.
Yendo al pueblo, Handumat no apareció por ningún lado. Sin embargo, a la vuelta, la mujer lo vio sentado junto a una palmera. Cuando el malvado se dio cuenta de su presencia y ya se dirigía a ella para atraparla, le dijo: «No te alarmes, Handumat: eres tan maravilloso que he venido a pasar un buen rato contigo. Pero antes de que estemos juntos sube al cocotero y echa todos los cocos que puedas a este camino cuya pendiente va al mar: es que estoy tan cansada de andar que, antes que nada, debo reponer mis fuerzas».
Handumat estaba excitado por la perspectiva de estar con aquella mujer. Así es que subió rápidamente al cocotero y empezó a tirar los cocos al camino. La mujer los iba recogiendo y cada vez se acercaba más a la costa; hasta que, una vez allí, llamó a su marido y embarcó en el cayuco ante el desespero de Handumat.
El hombre extraordinario, el malvado, el maleante, estaba tan rabioso que, cogiendo uno de los cocos más grandes que quedaban en el suelo, se reventó los testículos y cayó muerto.
Desde entonces se puede ir con toda tranquilidad a las montañas del sureste.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El robo del vino de palma .009

Anteriormente el vino de palma era muy codiciado en la isla de Annobón porque resultaba imposible conseguir bebidas extranjeras. Fabricarlo tenía sus peligros: los hombres debían trepar hasta lo alto de las palmeras, quedar suspendidos de sus copas y dejar unas calabazas para que se llenaran del precioso líquido.
Los vinateros de la isla habían acordado que cada día, después de su trabajo, se reunirían para cambiar impresiones. Así lo hacían y un día los que procedían de cierta parte de la isla comentaron que alguien se llevaba el vino de sus calabazas. Decidieron que todos irían aquella misma noche a vigilar la zona: no vieron a nadie pero, tras inspeccionar el lugar, descubrieron unos granos de arroz, un manjar desconocido para ellos.
Intrigados por el hallazgo continuaron la vigilancia. Hasta que una noche empezaron a oír un susurro que poco a poco se convirtió en un gran ruido: al cabo de poco rato un extrañísimo objeto aterrizaba en aquel sitio y bajaban de él unos extranjeros africanos.
Los forasteros hicieron fuego, prepararon su arroz y bajaron las calabazas de las palmeras para beber durante la comida. Al terminar su festín se encontraron rodeados de annoboneses que les atacaron con sus lanzas.
Algunos de ellos pudieron huir, pero la mayoría murió en la refriega. Desde entonces ya no hay personas extrañas en la isla.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El rey, la tortuga y el perro .025

Todos los animales vivían juntos en el mismo pueblo. Y todos vivían miserablemente; excepto el rey, que satisfacía todos sus caprichos y los de su familia acaparando los bienes del pueblo y los del bosque.
Por casualidad, la tortuga había descubierto un sendero secreto que comunicaba con el patio del rey. Agazapada, siguió aquel camino hasta llegar a una finca de árboles frutales: cogió cuantos quiso y regresó a su casa cargada de alimentos para su familia.
Desde entonces, cada día repetía la misma operación. Y la comida le alcanzaba no sólo para los suyos, sino también para su amigo el perro, al que solía invitar. Éste, asombrado al ver que su amiga disponía de tanta comida, le pedía insistentemente que compartiera su secreto con él. Al fin la tortuga accedió a que le acompañara, con una condición: «Si alguna fruta cae encima de tu cuerpo, debes permanecer en silencio para que los soldados del rey no tengan ninguna sospecha».
Aquella misma noche los dos amigos emprendieron su primera expedición, de la que regresaron sin novedad y bien cargados. Al día siguiente, vuelta a la finca; una vez en pleno trabajo, una de las frutas cayó del árbol y dio de lleno en el cuerpo de la tortuga; ésta aguantó el dolor sin rechistar, para que su amigo comprendiera cómo debía comportarse. Durante la tercera noche, una fruta cayó sobre el lomo del perro; éste lanzó un aullido tremendo y echó a correr; al instante los guardianes se lanzaron detrás de él, que logró zafarse de la persecución gracias a su velocidad; mientras tanto la tortuga había podido esconderse entre la hojarasca.
El perro pidió perdón a su amiga. La noche siguiente, sin embargo, la escena se repitió: una fruta cayó encima del perro y éste, aullando con ferocidad, echó a correr. Los guardianes, esta vez, quisieron perseguir a la tortuga. Y, claro está, la atraparon rápidamente y la llevaron ante el rey.
Éste ordenó que le dieran muerte. A lo que la tortuga espetó: «Si me perdonas la vida podrás ver algo extraordinario». La curiosidad del rey venció a su crueldad, y la tortuga se comprometió: «El próximo domingo defecaré ante ti y ante todo el pueblo sin realizar ningún esfuerzo».
Sucedía que, al siguiente domingo, debía llegar un nuevo barco que el rey había comprado. La tortuga hizo coincidir la hora y, mientras todo el pueblo se hallaba reunido para verla, empezó a señalar al nuevo barco que llegaba. Cuando volvieron de nuevo la cabeza hacia la tortuga, ésta ya había defecado y mostraba el resultado de su acción a toda la concurrencia: «¿Os dais cuenta? Sólo yo sé hacerlo sin realizar ningún esfuerzo».
Y obtuvo así su libertad.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El rey que se caso con doce mujeres .100

Un joven príncipe había heredado el reino de su padre; se casó con una mujer muy bella y, como las cosas del matrimonio le iban tan bien, siguió casándose hasta verse con doce mujeres. A todas las amaba igualmente, pero la primera era la que decidía todo lo que concernía a las demás.
Resultó que las doce quedaron embarazadas. El rey tenía que salir de viaje y ordenó: «Quiero que todas mis mujeres hagan exactamente lo mismo que la primera: cuando ésta para, todas tienen que dar a luz; si tiene un niño, todas deben tenerlo; y si da a luz a una niña todas deben hacer lo mismo».
Cuando llegó el momento la primera mujer dio a luz una hermosa niña; y lo mismo ocurrió con las demás mujeres excepto con una, que se retrasó. El primer ministro mandó poner una guardia frente a la casa de esta última y más adelante, cuando cumplió el plazo, dio a luz a un varón.
La comadrona y los guardias encontraban que las órdenes del rey eran absurdas y dejaron que la pobre mujer huyera. Se adentró en el bosque y, en una cueva que encontró junto a una roca, crió al niño hasta que fue mayor. Entonces le preguntaba a su madre: «¿En todo el mundo no vive nadie más que nosotros?». La mujer le respondía que no y trataba de inculcarle el deseo de no ir más allá del territorio que conocía.
Sin embargo, el muchacho fue alimentando una gran curiosidad y, al cabo de un tiempo, dejó a su madre y se marchó en dirección a Awal. Antes de llegar a aquel pueblo encontró a unos chicos que se bañaban en el río. Quedó tan sorprendido al comprobar que no era el único ser humano que existía como ellos al ver a un chico con un aspecto tan salvaje.
Poco a poco fueron confiándose, se bañaron juntos y le llevaron a su casa. Allí le cortaron el pelo, le vistieron y le peinaron. Al realizar esta última operación el peine chocaba contra unos enormes chichones que el muchacho tenía en la cabeza; y cada vez brotaban montones de monedas de aquellos chichones extraños. El joven y sus amigos, por lo tanto, se fueron haciendo ricos y vivían en un lujo considerable.
La hija del rey de Awal estaba en edad de casarse. No quería a alguien vulgar; de manera que, al enterarse de que en el pueblo vivía un muchacho extraño, fue a visitarle. Nuestro muchacho era guapo y apuesto, por lo que pronto se celebró la boda. El nuevo príncipe ordenó a los soldados del rey y a sus amigos que fueran a buscar a su madre, pero ésta ya había muerto y lo único que pudieron hacer fue enterrar sus restos.
El príncipe pudo sobreponerse a su desgracia. Y desde entonces vivió en paz, con toda clase de felicidad, y en la posición que le correspondía por su linaje.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El rey que encerro a su hija .078

Un rey tenía una hija tan hermosa que decidió encerrarla en su habitación para que nadie la viera. Un día llegó al palacio un huésped muy importante, un príncipe, que le pidió audiencia: se enamoraron y pasaron la noche juntos. Al día siguiente él le entregó un anillo: si había quedado embarazada debía hacérselo llevar.
Efectivamente, la princesa estaba embarazada; pero no dijo nada a nadie y nació un hermoso niño que mantenía escondido en su habitación. Hasta que un día una sirvienta olvidó un pañal en la cocina y el rey, después de interrogarla y saber lo que había sucedido, les mandó matar.
Sin embargo los soldados del rey tuvieron piedad y, en lugar de darles muerte, les abandonaron en el bosque. De manera que aquel niño creció como un animal, permaneciendo allí hasta que su madre murió.
Entonces empezó a deambular por muchos lugares, hasta que encontró a otro chico que quiso ser su amigo y lo llevó a su casa. Los dos compañeros eran felices, pero en aquel pueblo se dedicaban al tráfico de niños; y un buen día llegó un barco y se llevó al amigo de nuestro muchacho; éste, desesperado por la pérdida del camarada, huyó a una isla desierta, resignado a vivir de nuevo como un animal.
Un día apareció en la isla una vieja y le informó que el rey de aquellas tierras quería casar a su hija. El muchacho acudió al palacio real, donde el monarca le exigió que realizara un trabajo muy difícil si quería la mano de la princesa.
Era una tarea casi imposible de realizar, y el muchacho no cumplió su cometido. Cuando ya iban a ahorcarle, el rey advirtió que llevaba un anillo que él conocía: era el anillo que había entregado a aquella mujer que había amado tanto tiempo atrás, y comprendió que se disponía a ahorcar a su propio hijo.
Como es de suponer le perdonó la vida, y ambos se contaron sus historias. El chico vivió desde entonces con su padre y obtuvo la felicidad de ver resuelta su vida después de tantas peripecias.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El rey de san pedro .080

Hubo una vez un rey de San Pedro que solamente admitía casar a su hija con una condición: que el pretendiente estuviera siete días sin comer. De esta manera sólo consiguió que la mayoría de jóvenes de su pueblo murieran; y que no hubiera nada más que mujeres.
El rey de Pale tenía dos hijos, uno legítimo y otro natural. El primero quiso ir a probar suerte y se presentó ante el rey de San Pedro que, le dijo: «Durante las próximas siete noches podrás dormir con mi hija. Pero ya sabes que no podrás comer nada en absoluto».
El chico prometió que así lo haría. Pero por la noche, cuando todos dormían, su hermano -el ilegítimo- acudía a su cabaña para proporcionarle alimentos sin que nadie lo notara.
Esto ocurrió así hasta la última noche: la hija del rey velaba y descubrió la trampa de los dos hermanos. Sin embargo, cometió el error de perseguir al segundo; y mientras tanto el primero cambió el plato y la comida que le habían traído de Pale por un plato y una comida de hierro.
A la mañana siguiente el rey proclamó ante el pueblo: «El joven príncipe de Pale tampoco se casará con mi hija, porque ha estado comiendo a escondidas. Todos podéis comprobarlo». Y enseñó a la gente el plato y la comida que había confiscado. Entonces todo el mundo protestó: «Nadie puede comer hierro, y esta comida lo es».
Así pues, el joven príncipe de Pale pudo casarse con la hija del rey de San Pedro, que había impuesto una condición tan estúpida.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El pueblo donde faltaba comida .008

Hubo una época muy dura en la que, en un pueblo de la isla, faltaba la comida. Gobernaba el pueblo un hombre muy rico, que decidió convocar a todos los vecinos para convencerles de que -para hacer frente a tanta carestía- cada familia debía pagar un tributo mensual.
A partir de entonces cada mes mandaba a sus soldados a todas las casas para cobrar aquel impuesto que habían acordado; y a menudo aumentaba el tributo para poder acumular más dinero. Hasta que por fin hubo el suficiente para comprar comida para tres años enteros.
Un barco había fondeado en el puerto. Y todo el pueblo acudió a celebrar el encargo: entregaron el dinero al capitán para que, a la vuelta, regresara cargado con aquel alimento que sería su salvación. El hombre aceptó gustoso el encargo y al cabo de unos meses regresó con las bodegas llenas de provisiones que el pueblo descargó y almacenó en las casas del gobernador.
Éste, alborozado al ver tanta comida, quiso quedársela; y anunció que la vendería a un precio determinado. Entonces todo el pueblo se rebeló; mas el gobernador mandó a sus soldados y la gente, amedrentada, volvió a su casa sin hacerles frente.
Excepto un muchacho soltero que organizó una partida de compañeros, todos ellos muy valientes: se enfrentaron a los soldados, les vencieron y echaron al déspota. A partir de entonces se terminó aquella hambruna, porque todo el mundo podía disponer de los alimentos que necesitaba.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El pueblo donde criaban gallinas .096

Había un pueblo gobernado por un rey muy cobarde. Todos los habitantes criaban gallinas y la aldea estaba llena de gallineros. Un día las gallinas empezaron a desaparecer. El rey, que se levantaba antes que nadie para ir a hacer sus necesidades en la playa, vio unas extrañas huellas. Eran unas pisadas de perro, pero no se atrevió a seguirlas.
Al regresar a su casa contó a su hijo lo que había visto, rogándole que lo guardara en secreto: no quería tener que enfrentarse a nadie. El chico, a la mañana siguiente, siguió las huellas del perro: vio que llegaban hasta la cueva de Jowo Bumbu, lugar donde el perro ladrón guardaba las gallinas que había robado.
El rey, enterado de la noticia, seguía con su actitud tan cobarde como siempre. Y las gallinas continuaban desapareciendo sin que moviera,un dedo para remediarlo.
Hasta que un día el muchacho le preparó una trampa al perro: hizo un corral de paja, ató dentro de él a una gallina y esperó a que anocheciera. Cuando el perro vio aquella gallina atada se abalanzó sobre ella; entonces el chico pegó fuego al corral y el perro murió abrasado,
Cuando, a la mañana siguiente, el rey se levantó tempranito, vio a su hijo junto al perro muerto. Se acercó a él y le pidió que guardara aquel secreto.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El picaro ayudante .092

Un viejo muy viejo vivía en el pueblo de San Antonio, dedicándose a la fabricación de vino de palma1. Tenía algunos problemas en la vista, de manera que optó por tener un joven ayudante.
Éste empezó haciendo los trabajos que el viejo no podía realizar; pero como la enfermedad del anciano se iba agudizando, terminó por hacerlo todo. Entonces empezó a aguar el vino, que cada vez sabía menos dulce. El viejo comprendía lo que estaba pasando, y decidió darle una pequeña lección.
Un día de gran fiesta preparó dos calabazas llenas de agua. Cuando el joven llegó a la casa, le dijo: «Estas dos calabazas están llenas del mejor vino que dan mis palmeras preferidas. Llévalas- a la ciudad y vende caro, ya que se trata de vino de la mejor calidad».
El muchacho cogió las calabazas y, nada más llegar a la ciudad, se dirigió al mercado proclamando las excelencias de su mercancía. Mas al llegar el momento, de aquellas calabazas no salió más que agua, para disgusto de los clientes y ridículo del vendedor.
El pícaro ayudante no comprendía lo que había sucedido, mientras que el viejo no cesaba de repetir: «Era el mejor vino de mis palmeras preferidas». Hasta que el joven advirtió que se estaba burlando de él.
Entonces prometió que en adelante sería más honrado. Y los vinos de su amo recuperaron su dulzura.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

1 Tope

El pescador avaro .005

En el pueblo de Mabana vivía un pescador muy avaro: cuando regresaba de la pesca solía costarle mucho arrastrar su cayuco hasta la orilla para dejarlo resguardado del oleaje; pero no pedía ayuda a nadie, porque en la isla de Annobón existe la costumbre de dar algo de pescado a cualquiera que ayude a otro en alguna tarea.
El hombre se iba haciendo viejo y cada vez era más dificil realizar aquella tarea sin ayuda. Así que pensó una solución: cortó el tronco de un árbol delgado y lo utilizó como rodillo para arrastrar al cayuco.
Aunque fruto de la avaricia, aquella solución era ingeniosa. Y desde entonces se viene utilizando en Annobón con el nombre de javalu.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El perro y la princesa .068

La mujer del rey y una vecina suya quedaron embarazadas y dieron a luz el mismo día: la reina tuvo una hermosa niña y la vecina dio a luz a un perro. Como no podía matarlo, ya que al fin y al cabo se trataba de su hijo, lo crió y lo cuidó como si fuera una persona.
La princesa iba creciendo y solamente quería jugar con aquel perro. Le colmaba de regalos y pretendía estar con él a todas horas. Hasta tal punto llegó su devoción por el animal que, cuando tuvo la edad de casarse, rechazó a todos los pretendientes y anunció que solamente se casaría con el perro de la vecina.
Los reyes estaban desconcertados; pero la insistencia de su hija les hizo ceder y empezaron los preparativos para la boda. Durante la víspera de la celebración la princesa y el perro se quedaron a solas y del cuerpo de este último salió una especie de rayo que le transformó en un joven apuesto y hermosísimo. Pasaron la noche juntos y, a la salida del sol, el joven tomó de nuevo su apariencia perruna.
La ceremonia se desarrollaba sin novedad. Cuando llegó el momento de consentir en el matrimonio, de nuevo aquel rayo salió del cuerpo del animal y apareció a los ojos de todos la figura deslumbrante del hermoso joven. Desde aquel momento todos envidiaron la suerte de la princesa y los nuevos esposos vivieron con toda clase de felicidad.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El pajaro bibi .012

Bibí es el nombre de un pájaro de Annobón que vive en los pueblos; no en la selva. Tiene las plumas negras y rojas, muy bonitas. Un día, un viejo se encaprichó de él y se propuso atraparlo. El pájaro dijo: «Si quieres cogerme, tírame una piedra y podrás atraparme».
El viejo se admiró mucho al ver que aquel pájaro era capaz de hablar, y decidió hacer lo que le había dicho: cogió una piedra y la lanzó con todas sus fuerzas hacia donde se encontraba el ave. Sin embargo, Bibí la esquivó, y la piedra fue a parar a un garrafón de tope que se rompió.
El dueño del garrafón, al darse cuenta de lo que había sucedido, fue a pedir explicaciones al viejo. Estuvieron discutiendo durante mucho tiempo, y el pobre viejo era el hazmerreír de todos los que pasaban por aquel lugar: el pájaro habia sido más listo que él.
Desde entonces todo el mundo sabe que Bibí no es un pájaro de la selva, sino de los poblados. Y nadie intenta atraparlo.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El ogro que se comia a la gente .058

La gente que vivía en el pueblo de San Pedro estaba aterrorizada: un ogro les amenazaba constantemente y se comía a los que salían al bosque. Por eso habían decidido cultivar las fincas detrás mismo de las casas. Eran unas fincas pequeñas y en el pueblo se pasaba mucha hambre.
Una noche oyeron una voz cavernosa que decía: «Ya no tenéis que tener miedo. El ogro que os atemorizaba ha muerto. Podéis ir al bosque con tranquilidad». Alborozados, a la mañana siguiente se dirigieron a rehacer sus fincas. Pero en mitad del camino aquel ogro volvió a aparecer y se comió a cinco de ellos.
De cuando en cuando la voz se repetía. Y los habitantes de San Pedro iban engordando al ogro con su credulidad. Hasta que un niño de siete años decidió investigar qué pasaba: se ocultó bajo unas matas y esperó a que llegara el propietario de aquella voz, que resultó ser el mismo ogro: cada vez que sentía hambre se acercaba al pueblo y efectuaba el engaño.
El niño pidió a los mayores que a la entrada del pueblo hicieran un gran hoyo con una trampa. Cuando el ogro regresó a repetir el engaño cayó en ella; y a la mañana siguiente todos los habitantes del pueblo acudieron allí con piedras y con flechas para darle muerte.
Gracias a aquel niño pequeño la tranquilidad retornó a la gente.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El muchacho y la princesa .049

En un pueblo vivía un rey que daba grandes fiestas e invitaba a ellas a todos sus súbditos. Por esta razón le querían mucho y le deseaban toda clase de prosperidad junto con su esposa, la reina, y su hija, la princesa.
Un día, mientras celebraban una de aquellas fiestas en medio del pueblo, el cielo se oscureció como si fuera a llover. Y a lo lejos apareció volandoun monstruo, que era un gigante, que raptó a la princesa y se la llevó. El rey prometió la mano de su hija al que la liberara, y todos los jóvenes del pueblo emprendieron la persecución.
Uno de ellos, que era de familia muy pobre, se pasó años enteros buscando a la bella princesa sin hallar rastro de ella. Por fin, un día en que erraba por un bosque lejano, se encontró con una vieja que le pidió un poco de agua. El muchacho no se hizo rogar y la anciana, agradecida, se dirigió a él con estas palabras:
«Sé muy bien lo que estás buscando y voy a ayudarte: cuando salgas de este bosque encontrarás un cruce de cuatro caminos. Toma el de la derecha y al cabo de un rato verás una casita iluminada: allí está la princesa que buscas. Como estará sola, no tendrás ningún problema para llevártela. Pero el gigante, cuando se dé cuenta, os perseguirá. Por eso te doy un huevo, una piedrecita y una espina: si ves que el gigante os alcanza, arroja el huevo y aparecerá un lago; si el gigante puede cruzarlo y os continúa persiguiendo, arroja la piedrecita y aparecerá una gran montaña; si persiste en la persecución, arroja la espina y aparecerá un bosque espinoso. Si ninguna de estas soluciones le convence para que os deje en paz, pelea con él y mátalo».
El chico cogió lo que la vieja le ofrecía y cumplió todo lo que le había dicho: encontró la casa del gigante, liberó a la princesa y emprendieron la huida. Poco después el gigante regresaba a casa y, al darse cuenta de lo acontecido, emprendió una veloz persecución.
Ya estaba a punto de dar alcance a aquellos osados jóvenes cuando, sin saber cómo, apareció un lago en su camino: nadó y nadó hasta llegar, ya muy cansado, a la otra orilla. Pero debía continuar la persecución para recuperar a la princesa, y continuó su marcha.
De nuevo tenía a los fugitivos al alcance de su mano. Y, de pronto, apareció una montaña altísima que tuvo que superar. Cuando, sacando fuerzas de flaqueza, continuó la persecución en pos de los jóvenes, un bosque espinoso se interpuso en su marcha. De manera que, al lograr cruzarlo, estaba exhausto.
El muchacho, por tanto, había hecho un buen uso de los regalos de la anciana. Y, al ver al gigante tan agotado, se dirigió a él con una espada en la mano y le cortó el cuello de un golpe certero.
El buen rey cumplió su palabra y le concedió la mano de su hija. Ambos vivieron muchos años y fueron tan felices como en los cuentos.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El muchacho que no podia bañarse .056

En un pueblo de la isla de Annobón vivía un matrimonio de pescadores que no tenían hijos. Ella solía ir sola, cuando el marido estaba pescando, a un lugar llamado Palia donde podía conseguirse sal: había allí unos pozos de agua salada; y, cuando la marea se retiraba, el sol evaporaba el agua depositándose la sal.
Pero además de la sal también podía encontrarse allí a un monstruo que, por pura maldad, solía comerse a las mujeres que encontraba. La mujer del pescador, que estaba embarazada, se tropezó un día con él. Aterrorizada ante la perspectiva de la muerte, suplicó: «Si me perdonas la vida te daré cualquier cosa que me pidas».
El monstruo aprovechó la ocasión: «Recuerda que has dicho "cualquier cosa que me pidas". Pues bien: ya que estás embarazada, tienes que prometerme que me entregarás a tu hijo en cuanto nazca. Si no lo haces así, cuando se acerque al mar acabaré con él». La mujer se mostró de acuerdo y el monstruo la dejó tranquila.
Sin embargo, el hijo que dio a luz era tan hermoso que de ninguna manera quiso regalárselo al monstruo para que lo devorara. Y, a medida que el niño iba creciendo, se extrañaba más y más de que su madre le prohibiera la única diversión que existe entre los pueblos pescadores: bañarse en el mar.
Su madre, pues, tuvo que contarle su infortunada historia. Y el chico decidió que, ya que no podía acercarse al mar, iría a la selva. Y cogiendo su equipaje se dispuso a atravesar la isla hasta el pueblo de Awal.
Por el camino encontró a unas hormigas que se peleaban por una semilla de dátil: el muchacho la cortó en dos pedazos y ellas, agradecidas, le regalaron un anillo con el que podría convertirse en hormiga cuando lo deseara. Más adelante encontró a unos perros que se peleaban por un hueso: también lo partió y, agradecidos, le dieron otro anillo que le permitiría convertirse en perro. Luego encontró a dos gigantes que se peleaban por un pedazo de carne: el chico lo partió y los gigantes le dieron un tercer anillo que le permitiría convertirse en uno de ellos.
Por fin llegó al pueblo de Awal. Y, sorprendido, comprobó que no había más que una casa suspendida del cielo. Subió por una escalera y encontró a una hermosa muchacha que le dijo: «El monstruo de las salinas viene cada tres días al pueblo. Por eso la gente ha huido; solamente quedo yo, porque ese monstruo no puede subir a mi casa cuando retiro la escalera».
El muchacho, al saber que se trataba del monstruo que quería devorarle, pidió a la chica que preparara dos comidas: una buena y otra llena de piedras, agujas y cuantas cosas pudieran dañar al estómago. Y le advirtió: «Verás que se pelean el monstruo y un gigante; cuando éste te pida comida, dále la buena; si te la pide el monstruo, ofrécele la otra».
Al cabo de tres días el monstruo se presentó en Awal. Nuestro muchacho, tocando el anillo que los gigantes le habían regalado, se convirtió en uno de ellos y empezó una terrible lucha con el monstruo. Agotado por el esfuerzo, el gigante se acercó a la muchacha y le pidió comida. Ella, tal como habían acordado, le entregó la buena.
Entonces el monstruo también quiso comer. La chica le dio la comida mala y poco después aquel ser malvado moría entre atroces dolores.
Los dos jóvenes se casaron y vivieron felices y contentos.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El medico y la chica .077

Había un hombre tan rico que consiguió que sus tres hijos fueran gobernadores: uno de Mabána, otro de Awal y el tercero de Agandji. Él se quedó solo con su hija, y al cabo de un tiempo quedó ciego.
Hizo saber que haría rico al que le curara. Muchos probaron suerte, pero solamente un médico de las montañas del sur de la isla consiguió que recuperara la visión. Agradecido, le ofreció cuanto quisiera; y aquel médico solamente quiso recibir la mano de su hija, que era una muchacha preciosa.
Se casaron y el hombre se la llevó. Al ver que se alejaban de la ciudad, la golpeó y la metió en un saco. Y, con el saco a la espalda, prosiguió su camino.
Al llegar a Agandji, la joven empezó a gritar: «El doctor ha curado los ojos a mi padre. Le han ofrecido muchas cosas, pero él sólo desea una mujer con pechos». El gobernador, que era su hermano, no comprendía nada; y dejó que el médico se fuera sin llamarle la atención. Al llegar a Awal la chica gritó de nuevo; y nuevamente su segundo hermano, que era el gobernador de aquel pueblo, no hizo el menor caso.
Por fin llegaron a Mabana. La muchacha gritaba con todas sus fuerzas y el gobernador, su tercer hermano, ordenó al médico que le dejara ver lo que llevaba en el saco. Como no hiciera caso le invitó a comer y a beber hasta que estuvo borracho. Y entonces liberó a su hermana, que le contó todo lo sucedido y las humillaciones que había tenido que sufrir.
Entonces el gobernador de Mabana, aprovechando que el médico estaba borracho, mandó que le echaran a una gran hoguera. Y aquel mal hombre murió allí, abrasado.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El maestro papadiente .036

Unos padres querían que su hijo aprendiera más que su maestro. Pero nadie quería comprometerse a enseñar más que lo que él mismo sabía. De manera que se dirigieron al bosque y encontraron a un hombre sentado en un riachuelo: era el maestro Papadiente, que sí se comprometió a satisfacer su deseo. Los padres, satisfechos, le dejaron al niño y regresaron a casa. Y el maestro Papadiente, en cuanto los perdió de vista, lo convirtió en un asno y lo utilizó para el trabajo de sus fincas.
Los padres no sospechaban nada de lo que ocurría. Un día decidieron ir a visitar a su hijo. Al no encontrarle en el bosque, y al ver que el maestro tampoco acudía a sus llamadas, se dirigieron a una casita donde había tina vieja que tenía un diente larguísimo, casi de cien metros. La vieja les prometió que una hermana suya que vivía en otra casita podría ayudarles.
Al llegar a la segunda casita encontraron a otra vieja que tenía un dedo del pie larguísimo, casi de cien metros. Escuchó su historia y les anunció que quien podía ayudarles era una tercera hermana que vivía más allá. Los padres se dirigieron a la tercera casita, donde vivía una vieja que veía las cosas desde muy lejos. Y, efectivamente, empezó a mirar por el bosque hasta darse cuenta de lo que sucedía.
Entonces les dijo: «Veo que el maestro Papadiente ha convertido a vuestro hijo en un asno. Voy a dejaros un águila para que os lleve hasta su casa. Una vez allí liberaréis a vuestro hijo y volveréis con el águila. Debéis llevaros este huevo y esta piedra, que os serán de utilidad».
Los padres montaron en el águila; al llegar a la casa del maestro Papadiente vieron al asno y, montándolo también en el gran pájaro, se lo llevaron. Entonces el maestro Papadiente empezó a perseguirles, trans-formado en vampiro, entre una multitud de murciélagos. El águila se dio cuenta de que les alcanzaría porque llevaba mucho peso; y sugirió que dejaran caer el huevo.
Inmediatamente aparecieron una gran cantidad de nubes que les ocultaban a la vista del maestro; éste regresó a su casa, cogió otro huevo que deshacía aquel embrujo y renovó la persecución. Entonces los fugitivos dejaron caer la piedra y apareció una gran montaña; el maestro, que no se dio cuenta de su aparición, chocó contra ella y se rompió los huesos.
Regresaron sanos y felices a su pueblo donde, con la ayuda del agua bendita, su hijo recuperó su forma normal. Entonces le dijeron: «¿Qué es lo que has aprendido?». El chico se transformó en un caballo con una cadena en el cuello; y el padre, siguiendo sus instrucciones, lo llevó al mercado, lo vendió y regresó con el dinero y la cadena. Al llegar a casa su hijo volvía a estar allí, porque aquella cadena era su espíritu.
Cada vez que les faltaba dinero repetían la misma operación. Hasta que un día el maestro Papadiente apareció disfrazado por el mercado, compró el caballo y emborrachó al padre para quitarle la cadena. Se llevó al muchacho a su casa y lo convirtió en cerdo; y el chico se escapó -tan veloz como pudo, perseguido por su maestro.
Cuando ya estaba a punto de darle alcance, pasó por el bosque el cortejo de la princesa. La hija del rey recogió al cerdo y lo puso en su caballo. El maestro Papadiente comprendió que no podía atacar a la princesa y lanzó una maldición: «Ya que no puedo atraparte, conviértete en el anillo de esta mujen». Y así sucedió. La princesa, al ver lo que ocurría, vio que aquel anillo era un joven encantado, y lo guardó con gran esmero.
Algún tiempo después la princesa enfermó y nadie conseguía curarla. El maestro Papadiente acudió al palacio del rey y con sus embrujos le quitó el mal que tenía. Cuando el rey, agradecido, le ofreció cualquier cosa que deseara, él solicitó el anillo de la princesa. Ésta, disconforme, se lo quitó del dedo y lo arrojó al fuego para salvar a su amigo.
Al instante el maestro se convirtió en gallina y empezó a picotear entre la ceniza, buscándolo. Y entonces el muchacho se convirtió en gato, se comió a la gallina y pudo vivir en paz para siempre, casado con aquella bella mujer que era la hija del rey.
Así pues, el alumno había aprendido más que el maestro.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El hombre y la mujer del fantasma .102

En un pueblo vivía un matrimonio con tres hijos. Cuando crecieron, se propusieron marcharse para encontrar familia y trabajo. Emprendieron el camino, tras despedirse de sus padres, y al cabo de mucho tiempo encontraron un cruce de tres caminos. El mayor propuso que se separaran y que cada uno de ellos tomara una dirección distinta, y así lo hicieron. El menor tomó el camino de la izquierda; anduvo un rato, y enseguida encontró un pueblo donde lo acogieron: le dieron trabajo, se casó con una chica, y obtuvo familia y bienes. El segundo tomó el camino de la derecha, y todo le fue mal: no encontró trabajo ni mujer, y al cabo murió solo y pobre como una rata.
El mayor siguió el primer camino, sin desviarse. Tras mucho caminar, encontró también un pueblo donde una mujer quiso casarse con él. Se celebró la boda; y, tras ella, el hombre y la mujer se acostaron. Entrada la noche, mientras el marido dormía, la mujer se levantó y se dirigió al bosque: llegó frente a un árbol determinado y empezó a cantar. Al instante compareció un enorme murciélago, se vio un chispazo y aquel murciélago se transformó en un fantasma. Y es que aquella mujer estaba casada con el fantasma, y pasó toda la noche con él.
Al alba, regresó al pueblo, donde el marido le pidió cuentas. Ella le contestó: «No es verdad que haya pasado la noche fuera de casa. He salido hace muy poquito, porque tenía que hacer mis necesidades». El chico calló, y esperó a la noche siguiente: Simuló que se había dormido, siguió a su mujer, y desde lo alto de un árbol presenció todo lo que ocurría. Al alba, regresó a casa antes que ella, e, interrogándola de nuevo, recibió la misma respuesta.
A la noche siguiente sucedió otra vez lo mismo, y el hombre, cansado del engaño, preparó una jaula. A la cuarta noche acudió al bosque. con su jaula, antes que su mujer, y empezó a cantar debajo de aquel árbol. El murciélago compareció y, antes de que se pudiera dar cuenta, se encontró metido en la jaula, tomando allí la forma de fantasma. Nuestro hombre empezó a cantar:

Nyató nyanyato
nyanyalobe mi kato
alfa mi kato.

Y la jaula, con el fantasma, empezó a volar hasta posarse delante de la casa del chico. La mujer, al darse cuenta de que la habían descubierto, se alarmó. Pero el marido propuso que todos volaran en la jaula. Ella fue la primera en hacerlo, mientras el hombre y el fantasma cantaban desde la casa:

Nyato nyanyato
nyanyalobe mi kato
alfa mi kato.

La jaula siguió volando, con la mujer, hasta posarse de nuevo junto a la casa. A continuación subió el marido, y la jaula emprendió el vuelo mientras el fantasma y la mujer cantaban.
Le tocaba el turno al fantasma. Pero el chico se adelantó y quiso volar con su mujer; y volaron y volaron hasta llegar a la casa de los padres del chico, donde se celebró de nuevo la ceremonia de la boda; de manera que la jaula tardó mucho tiempo en regresar junto al fantasma, que seguía cantando:

Nyato nyanyato
nyanyalobe mi kato
alfa mi kato.

La mujer tenía un perro que le adivinaba el futuro. Le consultó el problema que tenía, y el perro le indicó lo que debía hacer. Siguieron volando, en la jaula: primero la mujer, luego el marido, y después ambos. A1 subir la pareja, la jaula emprendió otra vez un vuelo larguísimo, llevándoles nuevamente hasta la casa de los padres del chico, donde la boda se repitió por segunda vez. Y duró tanto tiempo en esta ocasión que el fantasma, agotado de tanto cantar, se desplomó y murió.
Después de esto, el hombre y la mujer pudieron continuar su vida con toda tranquilidad.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El hombre y el espejo .072

En un pueblo de la isla de Annobón vivía un hombre que era objeto de burla por parte de todos los vecinos, porque, pese a tener ya una edad bastante madura, no había conseguido casarse. El pobre porfiaba con su fortuna y envidiaba la de los demás. Pero sus intentos chocaban siempre con la negativa de las mujeres y de sus familias, que no querían emparentar con él.
Un día apareció en el pueblo una mujer hermosa como la hija del sol: era rubia y de una belleza singular. Ante el asombro de todos, accedió a las pretensiones del soltero maduro y se casó con él sin titubear. Se celebró la boda y la pareja vivía corno en un ensueño: los dos eran muy felices, se comprendían y se ayudaban. Y al cabo de poco tiempo les nació un hijo varón, rubio como su madre.
El marido estaba deseoso de demostrar su gratitud a la mujer que amaba. Y en cierta ocasión, aprovechando un viaje a la ciudad, le compró un espejo y se lo regaló con toda ilusión. Ella aceptó complacida el regaló de su marido: había oído hablar de los espejos1, pero nunca había tenido la ocasión de poseer uno. De manera que lo guardó con sumo cuidado.
Al día siguiente quiso verlo de nuevo. Era un objeto precioso, digno del amor que su marido le profesaba. Sin embargo, al darle la vuelta, descubrió que contenía otra mujer, rubia y hermosa como ella misma. Entonces se alarmó: «¿Es que no he sido una buena esposa para él, desde el mismo momento en que nos casamos? Y, si es así, ¿qué necesidad tiene de mantener una concubina en casa?».
Entristecida, guardó el espejo de nuevo. Y cada mañana lo volvía a mirar, con la esperanza de que aquella forastera hubiera abandonado su hogar; sin embargo volvía a encontrarla allí, gozando del favor de su marido.
La esposa se desesperaba por tal situación; y al cabo, celosa y dolorida, tomó el espejo entre sus brazos y se arrojó con él desde lo alto de un barranco.
La buena esposa se convirtió en estrella, y dicen que va preguntando: «¿Habéis visto ese lucero que se peina en el río?».



0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

1Nuestro informador nos contó la versión en castellano de este cuento en forma de versos rimados. Ello supone una elaboración posterior importante, a partir del original annobonés, por lo que no hemos considerado oportuno conservarla en un tipo de publicación como la presente.

El hombre que queria ser famoso .099

Un hombre de la isla de Annobón quería ser famoso; pero como, al ser pescador, las posibilidades de llegar a la fama eran mínimas, optó por adquirir notoriedad a base de tretas: así es que una noche preparó comida para tres días y, montando en su cayuco, se dirigió a escondidas a un islote cercano.
Todo el pueblo se movilizó, creyendo que le pudiera haber sucedido algo malo. El observaba cómo le buscaban sin resultado y al cabo de un cierto tiempo decidió volver. Entonces sobrevino una gran tormenta e, incapaz de hacer nada más por salvarse, se tendió en el cayuco y se durmió.
Pasada la tormenta los hombres del pueblo vieron el cayuco; y al acercarse a él, como le vieron tendido en la embarcación y al despedir ésta un olor nauseabundo por haberse podrido los peces que había pescado, le creyeron muerto.
Cuando el desgraciado se despertó estaban ya enterrándole en el cementerio del pueblo. Y, desesperado, se levantó y contó toda su historia, siendo el hazmerreír de todos los demás.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El hombre que no quiso a su hijo .097

Un hombre y su mujer vivían felices y en armonía. Él iba a pescar, ella trabajaba en la finca y cada uno de ellos reservaba la mejor comida que podía conseguir para el otro.
Al cabo de siete años ella quedó embarazada. El marido se enfureció mucho, puesto que no quería hijos. La mujer probó de justificarlo, pero chocó con su intolerancia y no pudo convencerle. Nació un niño hermoso y sano; y desde aquel momento el hombre dejó de entregar los pescados que conseguía. La mujer, pues, tuvo que criar y alimentar a su hijo con lo que producía la finca y cangrejos del río.
Esto fue así hasta que el niño creció. Entonces aprendió el arte de la pesca y salía cada día al mar, consiguiendo mejores pescados que cualquier hombre del pueblo. Siempre los compartía con su madre, que continuaba yendo a la finca, y eran bastante felices.
El padre fue envejeciendo y llegó un momento en que ya no podía salir a pescar. Entonces la mujer le dijo: «Cuando eras joven y fuerte te negaste a alimentar a nuestro hijo, que solamente podía comer malanga y cangrejos. Ahora él podría alimentarte con su pescado, pero no lo hará. ¿Te das cuenta de la utilidad de los hijos?».
Y el pobre viejo, desesperado por su fea acción, fue languideciendo hasta morir de hambre.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El guapo y el feo .039

Dos mujeres que eran muy amigas tenían caracteres absolutamente opuestos: mientras que una era generosa y simpática, la otra era desconfiada y avariciosa. Ambas dieron a luz a dos muchachos varones: la mujer buena tuvo un hijo muy feo y la mala lo tuvo guapo y hermoso.
Con el paso del tiempo se vio que también su manera de ser era opuesta y poco acorde con su físico: mientras que el feo se comportaba con nobleza y honradez, el guapo era torpe, perezoso y descortés.
Los dos muchachos iban juntos a pescar; y, en el momento del reparto, el feo era objeto de las trampas más burdas; pese a lo cual callaba y perma-necía fiel a su amigo.
En cierta ocasión vieron a un viejo que se encontraba frente a un precipicio. El guapo se dispuso a ver un espectáculo escalofriante; pero el feo, haciendo gala de su buen corazón, acompañó al anciano por el buen camino, lo llevó hasta su casa, le fue a buscar un montón de leña y le preparó la comida. El pobre viejo se sentía agradecido y desde aquel día fueron buenos amigos.
Días más tarde se propagó una excelente noticia: la muchacha más hermosa del lugar quería contraer matrimonio con el chico más guapo que se le presentara. El guapo ya se veía casado con la joven; mientras que al feo, consciente de su físico, ni siquiera se le ocurrió que pudiera presentarse a ella.
Aquella noche se lo comentó,al viejo; y éste, deseoso de ayudarle, le dijo: «En la otra parte del pueblo encontrarás un árbol rojo; y detrás de ese árbol verás tres ríos. Báñate en el tercero de ellos, a ver qué puede suceden». Él lo hizo tal como el viejo le aconsejó; y nada más salir del baño vio -reflejado en el agua- al más hermoso joven que pueda imaginarse. Al darse la vuelta y no observar la presencia de ninguna otra persona, se dio cuenta de que él mismo se había transformado en aquel joven apuesto.
Entonces el guapo temió por su fortuna. Y como su amigo continuaba siendo tan bueno como siempre, no tuvo inconveniente en indicarle cómo había conseguido cambiar su aspecto. De manera que el guapo se dirigió al árbol rojo; pero, como era muy perezoso, no esperó a encontrar el tercer río y se metió en el primero. Al instante quedó transformado en una persona fea y repugnante.
Así pues, el feo se convirtió en guapo y el guapo en feo. A partir de entonces el aspecto físico de cada uno estuvo de acuerdo con su personalidad. Y la chica, lógicamente, escogió como marido al guapo que había sido feo; y fueron muy felices.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

El gigante y el viejo .059

Hubo una época en que un pueblo muy tranquilo fue presa del terror: cuando los mayores habían salido a pescar o a la finca y sólo quedaban los niños y los enfermos, venía un gigante y cada día se llevaba a algunos de ellos. Hasta que el pueblo se quedó sin niños porque se los había llevado a todos, incluso al hijo del rey.
Éste hizo una proclama: «Al que sea capaz de encontrar a mi hijo le daré la mitad de mis riquezas». Y a partir de aquel momento todos los hombres y mujeres del pueblo se adentraron en el bosque para buscar la guarida de aquel miserable.
Buscaron durante días y días y nadie la encontró. Hasta que un pobre viejo, merodeando en lo más profundo de la espesura, oyó esta canción:

Mañana me comeré a un niño
su padre no sabe su nombre
su nombre es Berberino.

El viejo se mantuvo al acecho y observó que se trataba del malvado gigante: tenía a su alrededor muchos cadáveres de niños y se aprestaba a dar cuenta de algunos más. Entonces regresó al pueblo donde se organizó una gran partida de hombres armados: se dirigieron a la guarida del gigante y entre todos consiguieron vencerle y rescatar a los niños, entre los que se encontraba el hijo del rey.
El monarca cumplió su palabra y concedió la mitad de sus riquezas al viejo, que desde entonces pudo vivir sin trabajar.

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El gato, el perro y la paloma .019

Unos hombres que iban a recoger agua al río encontraron al perro que, hambriento como estaba, les pidió algo para comer. Los hombres no llevaban nada pero le prometieron que en caso de encontrar algo le avisarían. Más adelante encontraron al gato que tenía la misma pretensión y recibió idéntica respuesta.
Al llegar al río vieron que la paloma estaba en lo alto de un árbol, feliz de poder vivir en aquel lugar. De regreso al pueblo le dijeron al gato: «Junto a la orilla del río vive una paloma1. Si consigues atraparla téndrás buena comida». Y cuando encontraron al perro le hicieron una afirmación similar: «Sabemos una comida suculenta para ti: acércate al río y podrás atrapar a un gato».
El gato se acercó al río, vio a la paloma e intentó convencerla para que bajara del árbol. La paloma no le hacía caso y entonces el gato escribió algo en un papel y lo mostró a la paloma diciendo: «Es un edicto del rey. Ordena que todos los animales seamos amigos. De manera que puedes bajar sin ningún temor».
La paloma, más confiada, empezó a bajar. Pero en aquel momento llegó el perro y empezó a perseguir al gato. La paloma pensó que era muy raro que ahora el gato no utilizara el edicto real para salvar su propia vida, y comprendió que solamente había sido una estratagema para poder comérsela.
Desde aquel día el perro, el gato y la paloma son enemigos y se persiguen el uno al otro.

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1 Obsérvese el parecido de este cuento con la fábula XV, libro segundo, de Jean de La Fontaine, Le Coq et le Renard.