Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Pasikole, el esclavo de samoa

Esta es una historia que sucedió en la isla de Tonga antes de que el tiempo fuera tiempo, antes de que los años se pudieran contar.
Dos espíritus femeninos que se llamaban Sisi y Faingaa tenían un esclavo samoano llamado Pasikole, al que maltrataban y cargaban de trabajo.
Un día las mujeres espíritu decidieron que ya no querían caminar. Tejieron unas enormes canastas, se metieron adentro, y le ordenaron a Pasikole que colgara cada canasta al extremo de un palo y se cargara el palo al hombro.
Pasikole caminó todo lo que pudo llevando su carga. Las dos mujeres espíritu eran más livianas que las mujeres humanas, pero de todos modos pesaban bastante. De pronto, viendo que el viento arrastraba las nubes en el cielo, al esclavo se le ocurrió una gran idea. Colgó el palo de una rama del árbol. Las canastas eran tan grandes que Sisi y Faingaa, en el fondo, solo alcanzaban a ver el cielo. Como el viento hamacaba los canastos y ellas veían pasar las nubes, creyeron por mucho tiempo que seguían viajando.
Pero como nunca llegaban a destino, empezaron a gritarle a Pasikole para que se apurara. Solo cuando el fondo de las canastas se rompió y cayeron al suelo, se dieron cuenta de lo que había pasado.
Tiempo después Sisi y Faingaa quisieron ir a Samoa. Subieron a una canoa y pusieron a Pasikole a remar. Pero el esclavo, que estaba harto de sus amas, había escondido en la parte de atrás de la canoa unas largas guirnaldas de flores como las que se ponen en Polinesia al cuello de los invitados, entretejidas con fuertes juncos.
Cuando estaban en mitad del viaje, Pasikole dejó de remar de golpe, se paró, y señaló un punto en el océano diciendo que veía enormes peces y quería pescarlos. Tomando su lanza de pesca, se zambulló en el agua.
Sisi y Faingaa, convencidas de que volvería con delicioso pescado fresco, se pararon en el borde de la plataforma de la canoa para verlo salir del agua. Pero Pasikole no aparecía.
El esclavo había nadado bajo del agua hasta alcanzar la parte de atrás de la canoa. Tomó las guirnaldas de flores, se las puso y se quedó largo rato escondido detrás del timón. Estuvo tanto tiempo que sus amas se convencieron de que el pobre Pasikole se había ahogado.
Imagínense su sorpresa al ver que Pasikole aparecía por el otro lado de la canoa, sano y salvo y cubierto de flores.
-Aunque parezca increíble -les contó el esclavo, estuve en el fondo del mar, y allí vive mucha gente. Estaban en medio de una maravillosa fiesta y me invitaron a comer y a beber. Ellos me dieron estas hermosas guirnaldas.
Por supuesto, Sisi y Faingaa también querían que las invitaran a la fiesta. Pasikole les explicó que eso era imposible, ¡que ni lo soñaran! Sin embargo, las dos mujeres espíritu insistieron tanto que al fin fingió apiadarse de ellas.
-Quizás podríamos intentarlo -dijo Pasikole. Tengo una idea. Si lleváis puestas las guirnaldas de flores que me dieron a mí, creerán que sois invitadas que han salido un rato de la fiesta y quieren volver a entrar.
Eso sí, tendréis que permitirme que yo os engalane como ellos lo hicieron conmigo.
Las tontas mujeres espíritu estaban muy contentas y se dejaron adornar sin protestas. Pasikole les colocó las guirnaldas con mucha gracia, y se las arregló para enredarles los brazos y las piernas. Cuando los tres se zambulleron para asistir a la fiesta submarina, solo Pasikole estaba en condiciones de nadar para volver a la super-ficie. Y eso fue lo que hizo, inmediatamente, el ingenioso samoano. Se subió a la canoa y se alejó de allí remando lo más rápido posible, mientras Sisi y Faingaa, enredadas en las guirnaldas, luchaban inútilmente por soltarse.
Cuando los habitantes de la isla de Tonga ven luces fosforescentes a lo lejos, sobre el océano, dicen que son Sisi y Faingaa tratando todavía de liberarse de las guirnaldas.

0.193.1 anonimo (samoa) - 059

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