Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

La novia del hombre rico

Esta es la historia de un hombre rico, dueño de muchas tierras en cierta región de Noruega, al que un día se le ocurrió la mala idea de casarse. Era viejo, feo y gordo, pero tenía mucho oro guardado en un escondrijo, prestaba plata a interés y sacaba buena renta de sus tierras. Por lo tanto, pensó que cualquier muchacha de la vecindad estaría muy contenta de casarse con él, en especial si era pobre. Y puso los ojos en la hija de uno de su labriegos.
-Quiero casarme contigo -le propuso contento, como si le estu-viera haciendo un gran honor.
-Yo quiero muchas cosas -contestó la chica. Pero no esa. Muy amable por haber pensado en mí, pero por favor, piense en otra.
El rico hacendado estaba acostumbrado a darse todos los gustos y mandó llamar al padre de la chica.
-Si me das la mano de tu hija, me olvido de la plata que te presté. Si te niegas, te quedarás sin trabajo e irás a la cárcel por deudor.
El pobre hombre no tenía mucha elección. Trató de convencer a su hija de todas las maneras posibles, pero la muchacha le suplicó llorando que no la obligara.
-No quiero a ese viejo horrible ni aunque me regale una pila de oro.
Desesperado por las amenazas del hacendado, el padre acordó con él un plan para atrapar a la joven por la fuerza. El rico caballero haría todos los preparativos para la boda: el día señalado, estarían allí el párroco, los invitados, el banquete. Mandaría ir a buscar a la muchacha fingiendo que la necesitaba para un trabajo. Y una vez en su casa, con ayuda de sus sirvientes, la atraparían, la vestirían de novia y se encontraría casada sin haberlo pensado.
Y así fue. El día llegó, todo estaba listo para la boda y solo faltaba que llegara la novia. Por si la joven se rebelaba, el hacendado envió en su busca a uno de los mocetones más fuertes que trabajaban en sus campos. Como contaba con la colaboración del padre de la moza, no consideró necesario darle explicaciones que rebajaran su dignidad.
-Debes ir a ver al labriego que trabaja en la parcela del sur y decirle que te entregue lo que me prometió -le dijo. ¡Ahora mismo!
El muchacho, un poco asustado por el mal genio de su amo, salió corriendo y se encontró al padre trabajando en el campo.
-Tengo que llevarle a mi amo lo que usted le prometió -le dijo. Pero rápido, por favor, que está de un humor espantoso.
-Está un poco más lejos, por allí, en el prado -le indicó el pobre padre, suspirando con angustia y decidido a no participar más de lo necesario en un negocio tan triste. Te la puedes llevar.
El muchacho tenía más fuerza que inteligencia. Cuando llegó al prado y vio a la muchacha, le dijo:
-Estoy aquí para llevarme lo que tu padre le prometió a mi amo.
-Claro, enseguida -respondió la chica, que entendió inmediata-mente lo que pasaba. Ahí está. Es esa yegua blanca.
De un salto, el mocetón se subió a la yegua y a todo galope volvió a la mansión del hacendado.
-¿La trajiste? -preguntó ansioso el viejo.
-Está en la puerta -contestó el joven, orgulloso de haber vuelto tan rápido.
-Muy bien. Llévala arriba, al dormitorio de mi madre.
-¡Pero no voy a poder hacerla subir las escaleras! El viejo lo miró con desprecio.
-Si no te alcanzan las fuerzas, pide ayuda a los demás sirvientes.
La situación no se prestaba a discusiones. Desalentado, el muchacho buscó ayuda y entre diez hombres, unos empujando y otros tirando, lograron que la yegua subiera las escaleras y la encerraron en el dormitorio.
Allí, sobre la cama, había un bellísimo traje de novia a todo lujo.
-Lo conseguí, amo -fue a informar el mocetón, sudoroso.
¡Pero le aseguro que fue el trabajo más difícil que tuve en mi vida!
-Me lo imagino. Ahora, que vayan las mujeres a vestirla.
-Pero, ¿está seguro?
-Segurísimo. Si es necesario, que ayuden también los hombres. ¡Y que no se olviden del velo, el ramo y la corona!
El muchacho fue a la cocina y les dijo a todas las criadas que estaban allí:
-El amo quiere que suban al dormitorio y vistan de novia a la yegua que está encerrada allí. Por lo visto tiene planeado hacerle una buena broma a sus invitados.
Cuando le informaron de que ya estaba todo listo, el viejo ordenó que le llevaran la novia abajo, donde todos los invitados estaban reunidos y el párroco listo para celebrar el matrimonio.
Entonces se escuchó un tremeñdo golpeteo en las escaleras, porque esa belleza no calzaba precisamente zapatitos de seda. Y cuando la novia del hacendado se presentó, muy elegante, ante todos los invitados, la carcajada general fue tan grande y tan larga que muchos todavía se están riendo.
Lo cierto es que el rico hacendado debió de quedar muy conforme con su graciosa novia, porque nunca, pero nunca más, se le ocurrió cortejar a otra muchacha.

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