Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

miércoles, 31 de diciembre de 2014

El pajaro imposible

¡Quiero ese pájaro y lo tendré! -gritó el rey Yerteger. Estaba furioso. No le gustaba que le dijeran que algo era imposible. Sin embargo, nadie hasta ahora, nadie en todo el reino mongol, nadie en toda la tierra había logrado atrapar al pájaro maravilloso.
Lo más curioso era que el pájaro no se ocultaba ni se escapaba. Todos sabían dónde estaba. El camino no era fácil pero tampoco tan terrible. Se trataba de subir hasta la cumbre de una alta montaña. Allí, posado sobre la rama de un gran pino, el pájaro trinaba y gorjeaba muy alegre. También hablaba. No era la velocidad de sus alas lo que hacía tan difícil atraparlo, sino su gran inteligencia. Tantos lo habían intentado que habían terminado por abrir un sendero en la vegetación de la montaña.
El rey era joven y valiente.
-No volveré a enviar a nadie -dijo a sus cortesanos. Estoy harto de escuchar excusas. Esta vez iré yo mismo a buscar ese famoso pájaro.
Montando uno de sus mejores caballos, entrenado para trepar por los senderos montañosos, el rey llegó sin dificultad hasta el pino milenario. El pájaro imposible ni siquiera intentó escapar. Al contrario, él mismo se posó sobre el hombro de Su Majestad, que estaba loco de alegría al ver que lo había conseguido con tanta facilidad.
-Muy respetado rey -dijo entonces el pájaro. Me has atrapado fácilmente. Y podrás llevarme a tu palacio sin dificultad, con tal de que cumplas una condición. Por el camino no debes hablar, ni suspirar, ni lanzar exclamaciones.
Al rey le pareció que esa condición era muy fácil de cumplir. Y allá fueron los dos, montaña abajo. Por el camino, el pájaro imposible comenzó a contar un cuento:

Cuentan los que saben que en un país lejano vivía un cazador con su madre y su buen perro. Cierto día salió de caza con su perro y se encontró con una carreta varada en el camino porque tenía un eje roto. Su dueño estaba muy preocupado: el vehículo estaba cargado de joyas y monedas de oro y plata. No podía alejarse en busca de ayuda porque temía que alguien le robara sus riquezas.
-Usted parece una persona honesta -le dijo al cazador. Por favor, quédese aquí cuidándome la carreta mientras yo voy hasta la aldea a buscar a alguien que me ayude a repararla.
El cazador estuvo de acuerdo y se quedó allí esperando, con su perro. Sin embargo pasaban las horas, empezaba a anochecer, y el dueño de la carreta no volvía. La madre del cazador era mayor, estaba enferma y el cazador tenía que regresar para prepararle la comida.
-Quédate aquí. No dejes que nadie se lleve ni una sola moneda -le dijo a su perro. ¡Y no te muevas hasta que yo vuelva!
El perro era muy fiel y un excelente guardián. Cuidó de que el buey que arrastraba la carreta no se moviera del lugar y estuvo dando vueltas al vehículo durante horas, sin dejar que nadie se acercara.
Entretanto, el dueño de la carreta, después de recorrer varias aldeas, había encontrado por fin a alguien capaz de repararla. Cuando volvió ya era de noche. Al encontrar allí al buen perro, se dio cuenta de que se trataba de un animal único. Muy agradecido, a él y a su amo, le puso unas cuantas monedas de plata en la boca para que se las llevara al cazador.
El perro volvió alegremente a su casa y puso las monedas a los pies de su amo. Pero el cazador se enfureció.
-¡Te dije que cuidaras la carreta! ¡Y en lugar de eso, tú mismo has robado estas monedas! ¡Ahora verás!
Y tomando un palo, le dio al pobre animal tan tremenda tunda que lo mató allí mismo.
-¡Ay! ¡Pobre animal! -gritó entonces el rey, que cabalgaba con el pájaro en el hombro. ¡Matar así a un perro tan bueno!
-Has hablado -dijo el pájaro. Y en un abrir y cerrar de ojos se escapó, voló montaña arriba y se posó en la rama de su pino preferido.
El rey estaba enojado consigo mismo por su descuido. Pero pensó que no le volvería a suceder. Pacientemente desanduvo el camino, llegó hasta el pino y encontró al pájaro, que se dejó atrapar tan fácilmente como antes. Mientras iban bajando, el pájaro contó otra historia:
Los gatos, por lo general, no le prestan demasiada atención a sus amos. Pero hay excepciones. Este gato del que te voy a hablar era muy especial. Se podía confiar en él. Un día, una mujer salió a buscar agua del pozo y le dijo a su gato:
-Cuídame bien al bebé que está en la cuna.
Apenas la madre salió, el gato se aposentó junto a la cunita y con su cola espantaba las moscas que se acercaban al bebé. En eso, una enorme rata de aspecto maligno salió de su cueva y avanzó hacia la cuna. El gato empezó a perseguirla para defender al bebé. Mientras estaba ocupado con la primera rata, apareció otra todavía más grande, de un solo salto llegó junto al bebé y le mordió la orejita. Al oír el llanto del niño, el gato volvió al cuarto, atrapó a la rata que lo había mordido y la mató. Entonces se acercó a la cuna y con infinito cuidado comenzó a lamer la oreja del bebé, que manaba sangre.
Cuando volvió la mujer, enloqueció de furia.
-¡Te pedí que cuidaras al niño y lo has mordido! -gritó.
Y abalanzándose sobre el gato, le dio tal paliza que lo dejó muerto. Justo entonces vio que en la puerta del cuarto estaba la rata muerta con un pedacito de la oreja del bebé entre los dientes.
-¡Qué injusto, pobre gato! -exclamó el rey.
-Has hablado -dijo el pájaro. Y se escapó volando.
Por tercera vez volvió el rey al pie del pino, pensando que esta vez no iba a encontrar al pájaro. Y sin embargo, allí estaba cantando como siempre.
Una vez más, el rey se lo llevó consigo. Pero el pájaro imposible comenzó a hablar otra vez:

Una terrible sequía estaba matando plantas y animales en cierto lugar de tu país. Desesperado, un joven campesino que se llamaba Aerbai decidió ir a probar suerte en otra región. Caminó y caminó al sol, hasta que, acosado por la sed, se sentó junto a unas rocas del camino. De pronto oyó gotear agua y vio que bajaba líquido desde lo alto de las rocas: ¡qué suerte, había encontrado un manantial! Sacó su tazón y comenzó a llenarlo de esa preciosa agua, que caía gota a gota. Apenas había logrado llenarlo por la mitad cuando vino volando un cuervo e hizo que se le cayera, derramando el líquido en la tierra.

Furioso, Aerbai juntó varias piedras y siguió al cuervo, lanzándoselas hasta que lo mató. Solo entonces vio que, por encima del lugar donde había estado sentado, asomaba la cabeza de una enorme serpiente cuyos colmillos goteaban el veneno que había tomado por agua. ¡El cuervo le había salvado la vida!

-¡Pobre cuervo, sacrificó su vida para salvarlo! -exclamó el rey, tan absorto en el cuento que se olvidó una vez más de la condición y no pudo contenerse.
-Has hablado -dijo el pájaro. Y en un abrir y cerrar de ojos, se volvió a su pino.
El rey entendió por fin por qué lo llamaban «el pájaro imposible». Se dio por vencido y regresó a su palacio.

0.088.1 anonimo (mongolia) - 059

No hay comentarios:

Publicar un comentario