Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 31 de octubre de 2014

Magutin y la vieja .040

En un pueblo vivía una chica muy hermosa que se llamaba Magutín. Era buena y amable; y después de realizar el trabajo de su casa acudía a buscar agua para una vecina suya, muy vieja y con los ojos llenos de unas asquerosas legañas de las que supuraba mucha porquería.
La vieja estaba agradecida de la ayuda que la bella Magutín le prestaba. Y a partir de un cierto momento empezó a pedirle que le lamiera las legañas. Magutín quería complacerla; pero cada vez que acercaba su cara a la de la vieja, unas terribles náuseas le provocaban los vómitos más dolorosos.
La vieja insistía e insistía, prometiéndole una importante recompensa si su deseo se cumplía. Por fin Magutín sacó fuerzas de flaqueza, se inclinó sobre la vieja y empezó a lamérselas. Al instante empezó a manar leche de los ojos de la anciana, al tiempo que depositaba en las manos de la chica un anillo mágico que, según dijo, le proporcionaría todo lo que deseara.
Mientras tanto, el rey de aquel lugar estaba triste: su mujer la reina había enfermado, y ninguna de las medicinas que habían probado surtía efecto. La reina empeoraba de día en día; y el rey decidió mandar a su hijo por todo el reino, para que viera de encontrar alguna otra medicina más efectiva.
Así fue como el apuesto príncipe llegó al pueblo de Magutín. Al ver a aquella chica tan bella, quedó prendado de su hermosura. Y, acercándose a ella, le contó su historia. Magutín entró en su casa y pidió al anillo mágico una medicina eficaz para la reina; pero, como no apareció nada, temió que el poder del anillo no fuera cierto. Salió de la casa y se despidió del príncipe, que continuó su camino.
Sin embargo, cuando Magutín regresaba a su hogar vio que en el jardín había una planta nueva, que jamás había visto, con la flor más hermosa que uno pueda imaginarse. La muchacha guardó algunas hojas de aquella planta en su bolsillo; y, dirigiéndose a su anillo, le ordenó que la llevara a la cocina del palacio del rey.
Una vez allí sacó sus hojas, preparó una infusión con ellas y la llevó a la habitación donde la reina se hallaba postrada. La infusión surtió efecto en el acto y el rey, al ver a su esposa curada, ofreció a Magutín la mano de su hijo el príncipe. Se casaron, vivieron muy felices y tuvieron muchos hijos.
Por eso, en la isla de Annobón, cuando alguna mujer titubea ante algún ofrecimiento, las personas que la rodean suelen decir: «Lame, Magutín, no dejes pasar esta oportunidad».

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

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