Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

domingo, 26 de octubre de 2014

Los dos hermanos que mataron a un lobo

El mayor tenía dieciséis y el menor catorce. Los dos vivían en una cabaña que su padre había construido en uno de los fríos bosques del noroeste. Los árboles eran tan altos que apenas dejaban penetrar el sol. Pero nadie se aprovechaba de tal riqueza. En la espesura se escondía un lobo que devoraba a cuantos se adentraban en ella.
-No salgáis nunca solos -les decía su padre. ¿Qué sería de mí si perecierais a manos de esa bestia?
Pero fue él el que terminó en sus zarpas. Un día salió a recoger bayas y no regresó nunca más. Los dos hermanos le esperaron hasta el amanecer, pero todo fue inútil.
-A lo mejor se ha ido a la aldea y se ha quedado en casa de algún amigo -dijo, esperanzado, el hermano más pequeño.
-A lo mejor -repitió el mayor, pero ambos sabían que estaban engañándose.
A los tres días se les terminaron las excusas. Aceptaron la muerte de su padre y durante diez días le lloraron con amargura.
-¿Qué hacemos aquí llorando como críos? -preguntó con rabia el hermano mayor. El espíritu de nuestro padre está pidiendo que le venguemos y no descansará hasta que lo logremos.
-Sí. ¿Qué estamos haciendo? -repitió el más pequeño, y decidi-eron salir a dar muerte al lobo asesino.
Como no conocían muy bien los gustos de los lobos, fueron a la aldea a informarse.
-¿Que pensáis adentraros en la espesura? -preguntaron, asusta-dos, los viejos amigos de su padre. Sólo conseguiréis que ese lobo os mate a vosotros también -y se negaron a darles la información que pedían.
Cuando los vieron partir, cabizbajos, comentaron entre sí:
-Seguro que no lo hacen. Es tanto el dolor que sienten que sólo piensan en la venganza.
Pero los dos hermanos no regresaron a su cabaña. Se sentaron en un tronco y comenzaron a urdir un plan. Era tan ridículo que a los siete días optaron por abandonarlo.
-Está visto que a los lobos no les gusta la fruta -dijo, derrotado, el hermano menor. Nos la han comido los pájaros y ni siquiera un cachorro se ha acercado a olerla.
-No, no les gusta la fruta -repitió, convencido, el mayor. Además, es demasiado aburrido esto de pasar todo el día al acecho.
Después de esta primera derrota decidieron ir a la búsqueda de la fiera. Recorrieron el bosque de arriba abajo más de mil veces, hasta que llegaron a conocerlo tan bien como las ardillas. A veces caminaban tanto que les sangraban los pies. Pero no encontraron la menor huella del lobo asesino.
-¿Crees que se habrá marchado a otro bosque? -preguntó el hermano menor. Es casi imposible que no nos hayamos topado todavía con él.
-No lo creo -disintió por primera vez el hermano mayor. Los lobos se enamoran de los bosques en los que viven. Jamás los abandonan. Lo más probable es que esté criando en algún lugar escondido.
La primavera, en efecto, había sembrado el bosque de vida. Una tarde, cuando regresaban a su cabaña, atravesaron el claro del espejo Le llamaban así porque en aquel espacio abierto había un lago. Sus aguas eran muy claras y en él abrevaban todos los animales del bosque. Durante días enteros habían esperado allí al lobo, pero parecía que sólo él bebía agua en otra parte.
Aquella tarde el hermano menor comenzó a correr de improviso hacia la orilla.
-¿A dónde vas tan deprisa? -le gritó, extrañado, el hermano mayor.
-¿Es que no lo ves? -respondió el primero, sin dejar de saltar por entre las hierbas.
Entonces también él avistó a los tres lobeznos. Estaban jugueteando en el agua como si fueran perrillos. Pero el ansia de venganza de los muchachos era tan fuerte que los mataron en el acto.
-¡Eran tan pequeños! -se lamentó el hermano menor en cuanto hubieron terminado.
-Sí -admitió el hermano mayor, pero en menos de dos años habrían sido tan feroces como el lobo que mató a nuestro padre.
Después decidieron colgar de un árbol los cuerpecitos de los cachorros.
-Así sabrá esa fiera que no es la más fuerte -había dicho el hermano mayor al más pequeño, para convencerle.
Mientras todavía estaban en las ramas, apareció el lobo. Era pardo y estaba furioso. Creía que los lobeznos estaban vivos y que aquellos dos muchachos se los habían robado. Desesperado, comenzó a morder el árbol.
-¿Qué hacemos? -preguntó el hermano menor. Si sigue dando esas dentelladas, es capaz de derribar este abeto.
Entonces el hermano mayor arrojó los lobeznos al lago. El lobo se lanzó tras ellos y comenzó a nadar.
-¡Ahora! -gritó el hermano mayor, y los dos se dejaron caer del árbol.
La fiera llevaba a los cachorros muertos en la boca y nadaba con cierta dificultad. Cuando estaba cerca de la orilla, los dos hermanos comenzaron a tirarle piedras. El lobo no pudo salir del agua. Buscó entonces otro lugar, pero los dos muchachos se lo impidieron de nuevo. Al fin, agotado por el esfuerzo, el lobo terminó ahogándose.
-¿Descansará ya en paz el espíritu de nuestro padre? -preguntó el hermano menor.
En el fondo estaba triste, porque la venganza no era tan dulce como había pensado.
-Por supuesto que sí..., por supuesto que sí -le respondió el mayor, pero su alegría era también fingida.
En la aldea nadie quería creer lo que contaban.
-¿Que ya podemos atravesar libremente el bosque? A vosotros os ha dado una insolación.
Y se burlaron de ellos.
Los dos hermanos tuvieron que regresar al claro del espejo. Allí arrastraron los cuerpos de los lobos hacia la orilla con unas ramas. Pero, mientras lo estaban haciendo, oyeron como un ladrido y se volvieron, asustados. A pocos metros de ellos una loba lloraba en silencio. Después se marchó aullando hacia el norte.
-¿Has visto sus lágrimas? Me pregunto si también ella estará pensando en vengarse.
-No, no lo creo. Nos hubiera destrozado aquí mismo si hubiera querido -respondió el hermano mayor.
En la aldea muchos deseaban vejar los cadáveres de los lobos, pero los dos hermanos se opusieron.
-¿Por qué no? -protestaron algunos. Esta fiera mató a nuestros hijos. Tenemos derecho a hacerlo.
Pero los dos hermanos habían sido nombrados principales del lugar por su valentía y nadie podía oponerse a sus deseos.

-¡Si hubierais visto sus lágrimas! -comentaron con los más ancianos. A veces pensamos que los lobos somos nosotros. Y los ancianos se callaron, porque sabían mucho de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario