Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 25 de octubre de 2014

La boda del raton

La señorita ratón era muy hermosa y estaba ya en edad de casarse.
-Compréndelo -le dijo un día su padre. El mayor deber de una hija es contraer matrimonio y hacer que no se pierda el apellido de sus antepasados.
La señorita ratón se puso roja como el fuego y aceptó lo que su padre le proponía.
-Así me gusta, hija mía -continuó diciendo el padre. Te buscaremos el novio más fuerte que exista en el mundo. No queremos que seas una desgraciada.
-Un novio -recalcó la señora ratón desde la cocina de la casa- que sea más fuerte que un gato.
A la señorita ratón le dio un vuelco el corazón.
-No te asustes -la tranquilizó, oportuno, su padre. Gato es sólo un nombre. Pero si quien te protege es, en verdad, más poderoso que él, no tendrás que temer ya nada.
La sonrisa se dibujó en el rostro de la señorita ratón y, como era de noche, se marchó a soñar con su fuerte prometido.
Al día siguiente papá ratón se despertó muy temprano. Durante toda la noche había estado dándole vueltas al asunto de la boda de su hija y apenas había podido dormir. Era, en verdad, difícil encontrar un pretendiente más fuerte que un gato. Entonces el sol penetró por la ventana y le dio de pleno en el rostro.
-iDespiértate, despiértate! -gritó, alborozado, a mamá ratón. Ya tengo con quién puede casarse nuestra hija.
-¿Con quién? -preguntó, desperezándose, mamá ratón.
-¿No lo adivinas? -volvió a insistir el padre. ¿Quién hay más fuerte y poderoso que el sol?
Y la madre asintió, orgullosa de la sabiduría de su esposo.
En seguida se pusieron en camino. A los diez días llegaron a la cumbre más alta del mundo y desde allí hablaron al sol.
-¿Te importaría ser el esposo de nuestra hija? -preguntó papá ratón, emocionado. Está en edad casadera y queremos que su novio sea más fuerte que un gato.
-¿Quién hay más fuerte que tú, que das la vida a todo? -concluyó mamá ratón.
El sol se sintió halagado, pero rechazó la oferta.
-Comprendo vuestros desvelos de padres -declaró. Pero os habéis equivocado. Ciertamente tengo más fuerza que un gato. Sin embargo..., sin embargo yo no soy el más fuerte que existe.
-¿Cómo que no? -volvió a preguntar, asombrado, papá ratón. Tu potencia es tan enorme que serías capaz de secar un lago.
-Sí, a veces lo hago -concedió el sol, pero, si se interpone una nube entre las aguas y yo, no puedo secar ni siquiera una gota. ¿No os dais cuenta? Las nubes son más fuertes que yo.
Entonces papá ratón y mamá ratón descendieron de su altura. A media montaña se encontraron con las nubes. Todas estaban durmiendo.
-Perdonad que os despierte -empezó diciendo papá ratón.
-~Cómo que os? -preguntó, malhumorada, la nube. Si es a mí, te diré que no es necesario que uses el plural, porque soy sólo una. ¿O es que no lo ves?
-Como eres tan grande... -se disculpó mamá ratón. Entonces papá ratón le explicó el motivo de su visita. La nube se rió con todas sus fuerzas.
-¿Quién os ha dicho a vosotros que yo soy el ser más fuerte y poderoso que existe? -preguntó con voz que sonaba a lluvia.
-El sol -se apresuró a contestar mamá ratón. Ya ves. Con toda la potencia que él tiene es incapaz de secar un gusano, si tú te pones en medio.
La nube se entristeció mucho. Tanto que estuvo a punto de secarse.
-Es verdad -admitió sin tapujos. Pero ¿qué poder tengo yo ante el viento? El me zarandea a su gusto y me lleva de un lado para otro, como si fuera un juguete suyo. Me gustaría ser vuestro yerno... De veras que sí. Pero ¿veis? El es más fuerte.
-¿Y dónde podemos encontrar al viento? -volvió a preguntar papá ratón.
A la nube le dio un escalofrío. Después extendió un dedo de niebla y señaló hacia el valle.
-Más abajo. El viento está más abajo.
Papá ratón y mamá ratón volvieron a descender por las empinadas laderas de la montaña. Ahora no parecía ya la más alta del mundo.
-¿Tú crees que el viento habita tan abajo? -preguntó, incrédula, mamá ratón.
Pero aún no había terminado de hablar cuando les alcanzó una ráfaga de viento frío.
-¡Eh, eh! ¡No te escapes! -gritó papá ratón, al tiempo que corría tras él.
El viento se detuvo en seco.
-¿Hablas conmigo?
-Así es -respondió, jadeante, papá ratón.
-Bien, bien -gruñó el viento. Yo soy un ser muy ocupado. Dime lo que quieres y déjame partir.
Entonces mamá ratón le explicó el motivo de su visita y lo que les había dicho la nube.
-iTonterías, tonterías! -se frotó las manos con impaciencia el viento, levantando dos remolinos de polvo.
-Pero tú enfureces el mar y achicas la altura de las montañas.
-zY eso qué? -se volvió hacia papá ratón el viento. ¡Claro que puedo hacer eso! Hasta un tonto lo sabe. Pero ¿qué soy yo, el poderoso viento, cuando se me interpone un muro?
-Yo pienso... -quiso interrumpirle mamá ratón, pero el viento se enroscó como una culebra y la hizo callar.
-¿Qué soy yo, cuando me topo con las murallas de una ciudad, por poneros sólo un ejemplo? ¡Nada, absolutamente nada! ¡No más que un soplo de gorrión moribundo!
Y, para demostrárselo, el impaciente viento sopló con todas sus fuerzas en dirección a la ciudad. Los dos ratones rodaron montaña abajo. El viento los arrastraba, como si fueran una brizna más de paja.
Al fin se toparon con la muralla.
-Refugiaos ahí, en ese hueco -les gritó la muralla, segura. El viento se cansará pronto. Siempre coge estas rabietas, cuando está a punto de terminar el día.
Papá ratón y mamá ratón se quedaron quietecitos en donde les había dicho la muralla.
-Creo que hemos encontrado a nuestro yerno. No sólo es poderoso, sino que además posee un corazón de oro. ¿No has visto con qué dulzura nos ha tratado?
-Sí, pero no sólo a nosotros -rectificó papá ratón. ¿Te imaginas qué sería de los habitantes de esta ciudad si no existiera? Rodarían por doquier, como nosotros, cada vez que se enfureciera el viento.
-Sí. La muralla es nuestro hombre -volvió a recalcar mamá ratón.
Aún no había terminado de hablar cuando oyó la voz musgosa de la muralla.
La boda del ratón
-Ya podéis salir y entrar en la ciudad. No son muchos los animales que buscan la compañía del hombre.
Pero, al ver que eran ratones, la muralla se puso a temblar. Los habitantes de la ciudad pensaron que se trataba de un terremoto.
-¿Qué es lo que te pasa? -preguntaron, preocupados, papá y mamá ratón. Nosotros te teníamos por el ser más fuerte que existe y queríamos pedirte que fueras nuestro yerno. ¿Por qué tiemblas de esa manera?
La muralla se serenó al escuchar tales palabras, pero todavía le duraba el azoramiento. Después se echó a reír como una loca. Papá y mamá ratón se miraron extrañados.
-Es curioso -dijo, por fin, la muralla. Vosotros creéis que yo soy el ser más fuerte del mundo y, sin embargo, a lo que más miedo tenemos las murallas es a los ratones.
-¿A los ratones? -preguntaron a coro papá y mamá ratón. ¡Sólo tú puedes detener al viento!
-¿Qué tiene que ver el viento con esto? Es sólo un engreído. Los ratones hacéis huras en las murallas y las vais socavando hasta que termináis echándolas por tierra. Por eso os tenemos tanto miedo.
Entonces papá y mamá ratón comprendieron que la fuerza del mundo está repartida entre todos los seres y decidieron casar a su hija con uno de su propia especie.
-¿Es este ratón más fuerte que un gato? -preguntó la señorita ratón, al ver a su novio.
Sus padres no le respondieron, porque habían visto florecer en sus ojos el capullo del amor.

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