Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 27 de octubre de 2014

El maestro papadiente .036

Unos padres querían que su hijo aprendiera más que su maestro. Pero nadie quería comprometerse a enseñar más que lo que él mismo sabía. De manera que se dirigieron al bosque y encontraron a un hombre sentado en un riachuelo: era el maestro Papadiente, que sí se comprometió a satisfacer su deseo. Los padres, satisfechos, le dejaron al niño y regresaron a casa. Y el maestro Papadiente, en cuanto los perdió de vista, lo convirtió en un asno y lo utilizó para el trabajo de sus fincas.
Los padres no sospechaban nada de lo que ocurría. Un día decidieron ir a visitar a su hijo. Al no encontrarle en el bosque, y al ver que el maestro tampoco acudía a sus llamadas, se dirigieron a una casita donde había tina vieja que tenía un diente larguísimo, casi de cien metros. La vieja les prometió que una hermana suya que vivía en otra casita podría ayudarles.
Al llegar a la segunda casita encontraron a otra vieja que tenía un dedo del pie larguísimo, casi de cien metros. Escuchó su historia y les anunció que quien podía ayudarles era una tercera hermana que vivía más allá. Los padres se dirigieron a la tercera casita, donde vivía una vieja que veía las cosas desde muy lejos. Y, efectivamente, empezó a mirar por el bosque hasta darse cuenta de lo que sucedía.
Entonces les dijo: «Veo que el maestro Papadiente ha convertido a vuestro hijo en un asno. Voy a dejaros un águila para que os lleve hasta su casa. Una vez allí liberaréis a vuestro hijo y volveréis con el águila. Debéis llevaros este huevo y esta piedra, que os serán de utilidad».
Los padres montaron en el águila; al llegar a la casa del maestro Papadiente vieron al asno y, montándolo también en el gran pájaro, se lo llevaron. Entonces el maestro Papadiente empezó a perseguirles, trans-formado en vampiro, entre una multitud de murciélagos. El águila se dio cuenta de que les alcanzaría porque llevaba mucho peso; y sugirió que dejaran caer el huevo.
Inmediatamente aparecieron una gran cantidad de nubes que les ocultaban a la vista del maestro; éste regresó a su casa, cogió otro huevo que deshacía aquel embrujo y renovó la persecución. Entonces los fugitivos dejaron caer la piedra y apareció una gran montaña; el maestro, que no se dio cuenta de su aparición, chocó contra ella y se rompió los huesos.
Regresaron sanos y felices a su pueblo donde, con la ayuda del agua bendita, su hijo recuperó su forma normal. Entonces le dijeron: «¿Qué es lo que has aprendido?». El chico se transformó en un caballo con una cadena en el cuello; y el padre, siguiendo sus instrucciones, lo llevó al mercado, lo vendió y regresó con el dinero y la cadena. Al llegar a casa su hijo volvía a estar allí, porque aquella cadena era su espíritu.
Cada vez que les faltaba dinero repetían la misma operación. Hasta que un día el maestro Papadiente apareció disfrazado por el mercado, compró el caballo y emborrachó al padre para quitarle la cadena. Se llevó al muchacho a su casa y lo convirtió en cerdo; y el chico se escapó -tan veloz como pudo, perseguido por su maestro.
Cuando ya estaba a punto de darle alcance, pasó por el bosque el cortejo de la princesa. La hija del rey recogió al cerdo y lo puso en su caballo. El maestro Papadiente comprendió que no podía atacar a la princesa y lanzó una maldición: «Ya que no puedo atraparte, conviértete en el anillo de esta mujen». Y así sucedió. La princesa, al ver lo que ocurría, vio que aquel anillo era un joven encantado, y lo guardó con gran esmero.
Algún tiempo después la princesa enfermó y nadie conseguía curarla. El maestro Papadiente acudió al palacio del rey y con sus embrujos le quitó el mal que tenía. Cuando el rey, agradecido, le ofreció cualquier cosa que deseara, él solicitó el anillo de la princesa. Ésta, disconforme, se lo quitó del dedo y lo arrojó al fuego para salvar a su amigo.
Al instante el maestro se convirtió en gallina y empezó a picotear entre la ceniza, buscándolo. Y entonces el muchacho se convirtió en gato, se comió a la gallina y pudo vivir en paz para siempre, casado con aquella bella mujer que era la hija del rey.
Así pues, el alumno había aprendido más que el maestro.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

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