Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

miércoles, 22 de octubre de 2014

El cuento del llamador

Dhzang-Üan-Wei era el hombre más rico de la aldea. Sus casas se contaban por millares y sus campos se extendían más allá de las montañas. Semejantes riquezas le habían hecho un hombre orgulloso.
-¿Para qué tener tratos con los pobres? -decía. Quien no posee dinero es que no tiene habilidad para ser rico -y se dejaba llevar por las apariencias.
Dos de sus tres hijas eran como él. Sólo pensaban en riquezas y miraban por encima del hombro a quienes no tenían tanto dinero como ellas. La más pequeña, por el contrario, era sencilla como una flor. Sin embargo, las tres eran hermosas.
Un día Dhzang-Üan-Wei quiso ver si sus hijas eran como él. Las llamó a su presencia y les dijo:
-Las tres sois muy bellas y estáis ya en edad de casaros. Decidme con qué clase de hombre os gustaría contraer matrimonio y quizás yo pueda ayudaros.
La mayor dijo:
-Si mi novio no tiene más de cien mil hectáreas de tierra, que vaya pensando en otra. Yo no me caso con pordioseros. Dhzang-Üan-Wei sonrió, satisfecho.
«Esta hija es digna de mí -se dijo con orgullo. Se nota que lleva mi misma sangre.»
La segunda se adelantó y dijo:
-Pides poco, hermana. Yo sólo me casaré con quien tenga montañas de oro y piedras preciosas. De esta forma seré más rica que nuestro padre. ¿Para qué conformarme con lo mismo que él tiene?
El millonario volvió a sonreír con satisfacción. Entonces la más pequeña confesó con toda sinceridad:
-A mí las riquezas y el oro no me parecen lo más importante en un buen marido. Con tal de que mi futuro esposo sea honrado, bueno y trabajador, me conformo.
Las dos hermanas y el padre se pusieron furiosos.
-¿Quieres decir que a ti te gustan los hombres como Li-Da-Ming, ese cerdo que lleva tres años sirviéndonos?
-Exactamente. Li-Da-Ming es mi ideal de hombre, -respondió ella.
-iEntonces cásate con él! -bramó, furioso, Dhzang-Üan-Wei. Que nadie vuelva a decirme que Ü-Ling es hija mía. Desde este momento has dejado de serlo.
Así fue como el criado se casó con la hija de su señor. Sin embargo, Li-Da-Ming y Ü-Ling hubieron de marcharse a una aldea muy lejana para evitar las burlas de las otras dos hermanas. Allí Li-Da-Ming se dedicaba a la caza de ranas y Ü-Ling bordaba en la casa.
--No es mucho dinero -decía Li-Da-Ming, pero nos sobra para vivir.
-¿Qué más podemos pedir? -respondía Ü-Ling y sonreía como sólo los seres enamorados saben hacerlo.
Un día Li-Da-Ming estaba cazando ranas en un estanque, cuando vio a un conejo negro. Dio varios saltos y se metió en un agujero.
«¡Qué conejo tan bonito! -pensó Li-Da-Ming. Si logro echarle mano, me pagarán más que por todas estas ranas. No son muy abundantes los conejos negros.»
Cuando llegó al agujero, el animal había desaparecido. Sólo había una especie de ladrillos negros muy brillantes.
«Bueno -se dijo, desilusionado. Cogeré dos para que los vea mi esposa. Son bonitos y para algo servirán.»
Cuando Ü-Ling los vio se puso muy nerviosa.
-¿Dónde has robado esto? -preguntó con ansiedad.
-¿Robar? ¿Tú crees que yo soy capaz de robar algo? ¿Por quién me tomas?
-Nada hay más caro que esto. Son diamantes negros. Entonces Li-Da-Ming contó cómo los había encontrado y dijo que el agujero estaba todavía lleno de ellos.
-Si es así, ¿por qué no vamos a cogerlos? -volvió a preguntar Ü-Ling. Podríamos ayudar a toda la gente pobre de nuestra aldea.
Pero, al llegar al agujero, vieron a un anciano. Vestía de amarillo y parecía contrariado.
-¿Cómo es posible que quieras más diamantes negros? Te dejé coger dos, porque eres una persona honrada y quería recompen-sarte. Pero estos otros no te pertenecen. Son para Li-Men-Hwang1
Los dos esposos se disculparon y regresaron a casa. Pero les llamó la atención el nombre que había usado el anciano.
-¿Cómo es posible que alguien se llame «llamador»? -preguntó Ü-Ling.
-¿Yo qué sé? -respondió Li-Da-Ming. De todas formas no es asunto nuestro. Con estos dos diamantes tenemos más que suficiente.
Al día siguiente los vendieron y se convirtieron en los más ricos de la aldea. Pero no se olvidaron de los pobres. Cada día pasaban por su casa centenares de mendigos, que se iban con las manos llenas. También costearon una pagoda.
-Estará terminada para cuando nazca nuestro hijo -decía Li-Da-Ming y Ü-Ling sonreía porque las obras iban lentas.
Sin embargo, el día en que el niño nació se puso la última piedra a la pagoda. Los bonzos estaban locos de contento por semejante coincidencia.
-Debéis dejarnos ponerle nombre -les dijeron, agradecidos, y Li-Da-Ming y Ü-Ling aceptaron.
Pero a la hora de la verdad no sabían qué nombre darle. El niño lloraba sin parar y al más joven de los bonzos se le ocurrió llevarle a las puertas de la pagoda. Allí había dos llamadores y empezó a golpearlos. El niño se calló en seguida. Entonces el bonzo más anciano dijo:
-Se llamará Li-Men-Hwang, que quiere decir llamador, porque en él ha encontrado consuelo.
Cuando regresaban a su casa, Li-Da-Ming y Ü-Ling recordaron lo que les había dicho el anciano de los diamantes negros.
-¿Se referiría a nuestro hijo? -preguntó Ü-Ling.
-No lo sé -respondió Li-Da-Ming. Pero hay una forma de averiguarlo.
Y corrieron hacia el agujero.
El anciano vestido de amarillo había desaparecido, pero los diamantes estaban allí. Nadie se opuso esta vez a que se los llevaran.
-Guardemos uno para mi padre -dijo Ü-Ling. Pronto cumplirá setenta años y ése será nuestro regalo.
Cuando llegó ese día, metieron el diamante en una cesta para ranas. Después cogieron todos los caracoles que pudieron y lo cubrieron con ellos.
-No está bien hacer ostentación de lo que se tiene -dijo Ü-Ling. ¿Para qué entristecer al que ha sido menos afortunado que nosotros?
Li-Da-Ming asintió con la cabeza y dijo:
-Llevaremos también ciento dos monedas de oro.
-¿Para qué? ¿No te parece un regalo digno?
-Sí, pero llevémoslas.
Cuando llegaron a casa de Dhzang-Üan-Wei, nadie salió a recibirlos. Estaba llena de parientes y, como pensaban que todavía eran pobres, ninguno les hacía caso.
-Discúlpanos, padre -dijo Ü-Ling, ofreciéndole la cesta de las ranas. Este es el regalo que Li-Da-Ming y yo te hemos traído.
-¡Caracoles! -dijo, despectiva, la hermana mayor. Tengo un millón más que esos en mi finca de cien mil hectáreas. Vale más de quinientas mil monedas de oro, pero, por ser vosotros, estaría dispuesta a vendérosla por cincuenta.
Todos se rieron, porque creían que seguían siendo pobres.
-¿Es un trato? -preguntó, sonriendo, Ü-Ling.
-Por supuesto que sí -respondió la hermana mayor.
Ahora no sé de dónde vas a sacar tú ese dinero.
La hermana segunda también quiso lucirse ante los parientes y dijo:
-Que le regaléis a nuestro padre caracoles todavía puede pasar. Pero que se los traigáis en una cesta de bambú para ranas es realmente imperdonable. En mis posesiones del norte tengo tantos cañaverales que podrían hacerse varios millones de cestas como ésa.
-¿No pones un precio a tus posesiones? -preguntó la hermana mayor. A lo mejor nuestra hermana también quiere comprártelas.
-Sí, sí -replicó la hermana segunda. Ya sabes que cuestan millones, pero se las dejaré en cincuenta y dos monedas de oro.
-Aceptamos -replicaron Li-Da-Ming y Ü-Ling, y a cada una le dieron lo que había pedido.
Todos se quedaron con la boca abierta, pero el trato había sido cerrado. Dhzang-Üan-Wei apartó entonces los caracoles y descubrió el diamante negro.
-Es un gran regalo -dijo, emocionado. Pero os agradezco más la lección que me habéis dado: Que nunca hay que juzgar por las apariencias.
Desde entonces no despreció a nadie por su pobreza. Y, pese a su edad, fue nombrado benefactor de la aldea, por la compasión que después demostró hacia todos.

0.005.1 anonimo (china) - 049

1 Li-Men-Hwang literalmente significa «llamador». En este cuento es, al mismo tiempo, el nombre de una persona, sobre la que se realiza la profecía que la anécdota relata. De ahí el juego de palabras que se origina a continuación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario