Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 13 de septiembre de 2014

San isidro, el tigre y el zorro y el sembrador y el tigre .366

Que dice que el tigre se encontraba con hambre y salió a buscar qué cazá.
Que dice qui ha 'tau arando San Isidro, y si ha arrimau el tigre y li ha dicho que quería comele los güeyes. Y que no quería aceder San Isidro porque se quedaba sin güeyes para trabajá. Y que lu habló a San Isidro y lu emplazó. Y de que según parece el tigre lu emplazó a una hora, que se decida, que él entregaba los güeyes o el tigre lo comía por las malas a los güeyes y a él. Y el tigre si ha ido pa volvé a l'hora. Y San Isidro 'taba muy triste.
Entonce llegó, si aprosimó el zorro y le preguntó qué le pasaba.
Entonce San Isidro le contó al zorro lo que le pasaba, lo que li había dicho el tigre, que si no cede y le da los güeyes, lo comía a él.
Entonce el zorro le dijo a San Isidro que le arreglaría lo que le pasaba, pero con una condición. Entonce San Isidro le ha dicho que siendo que lo salvase, que no le interesaba la condición.
La condición era que cuando el zorro llegue a la casa de San Isidro le tiene que dar una gallina. Y San Isidro acedió en la condición.
Entonce que le dice el zorro a San Isidro a qui hora iba a venir el tigre. Y él le dijo. Entonce el zorro quedó en venir a esa hora para salvarlo a él y a los güeyes.
Entonce se escondió el zorro hasta que llegó el tigre. Y la hora llegó y se presentó el tigre. Y entonce el tigre le pidió los güeyes a San Isidro.
Áhi el zorro que habló con voz bien juerte y preguntó si no lu han visto a don Toribio; don Toribio se llama el tigre en los cuentos, y Juan, el zorro.
Entonce el tigre si asustó y le dijo que diga que no.
San Isidro dijo que no y entonce el zorro, muy enojado, qui ha dicho:
-No me mienta, amigo, que yo ando con veinticinco perros y un caschi y ando con orden de matálo al Toribio.
Entonce el tigre le dice a San Isidro por un bajito:
-Escondamé, no quiero que mi halle ese tigrero -y el zorro seguía diciendo que don Toribio anda áhi y San Isidro seguía contestando por orden del tigre que no lu había visto. Y el zorro seguía insistiendo en que no mienta, amigo.
Entonce el tigre vio un saco de cuero que tenía áhi San Isidro y le pidió que lo escondiera en el saco. Y San Isidro lo escondió en el saco. Y si aprovechó y li ató bien la boca.
Entonce el zorro se llegó ande 'taba San Isidro y le dice:
-Digamé, ¿qué es lo que trái en esa bolsa de cuero?
-Son porotos, señor -qui ha dicho San Isidro.
Y entonce que dice el zorro:
-A ver, amigo, gólpie con l'hacha, eso, pa ver qué es.
El tigre que le pedía bajito que si haga no más el que gólpia y que no lo gólpie. Pero San Isidro aprovechando que ya lo tenía seguro lo mató con l'hacha.
Entonce el zorro le dice:
-Bueno, amigo, yo hi cumplido, espero que usté cumpla con la condición que yo hi puesto.
Y San Isidro le iba dando una gallina por día. Y ya s'iba acobardando con el zorro que le comía todas las gallinas. Y entonce le dio fastidio y dijo que no le entregaría más gallinas puesto que él iba a quedar sin gallinas. Y entonce San Isidro, cuando iba el zorro a pedirle gallinas, l'echó los perros.
El zorro salió corriendo y decía: Así es, un bien con un mal se paga.

Francisco José Almonacid, 30 años. San Pedro de Colalao. Trancas. Tucumán, 1957.

Lugareño rústico, pero inteligente. Buen narrador.

San Isidro es el protector de la agricultura y la ganadería y como tal muy celebrado en el noroeste argentino.

Cuento 366. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

San isidro labrador, el tigre y el zorro .370

Había llovíu. Áhi San Isidro ha buscau sus güeyes, los uñó al arado de palo y si ha puesto a arar. Había lleváu un saco de cuero, de esos antiguos, de porotos y máiz, y áhi 'taba para empezar a sembrar.
El tigre ha andau por esos lugares con mucho hambre, ha saltau el cerco del rastrojo y se li ha presentau:
-Miró, Isidro, te vengo a comer un güey. Si no me lo das, te como los dos güeyes y te como a vos.
-Pero, no, don Simón, como va hacer eso. Voy a dar la güelta en la melga y vamos hacer un trato.
Don Simón li ha permitido y si ha echan en una sombra.
San Isidro ha seguíu arando, muy triste.
El zorro, que siempre anda atrás del tigre, que deja la presa que caza tapada, pa volver, si ha dau cuenta de todo. Cuando San Isidro ha dau la güelta, el zorro li ha gritau, haciendo la voz gruesa:
-Isidro, ¿no mi ha visto al tigre? Lu ando buscando pa matarlo. Ando con diez perros tigreros y ya 'tán por saltar el cerco. Le andamos siguiendo el rastro.
El tigre si ha llevau un susto tremendo y li ha dicho que le diga que no lu ha visto.
-No, señor tigrero, nu ha veníu don Simón.
-Y eso que overea áhi, ¿qué es?
-Es mi saco con porotos, señor tigrero.
-Metalós adentro y atelé la boca.
-Meteme, meteme -le decía el tigre por lo bajo.
Y San Isidro lo metió y le ató bien la boca del saco.
Y le gritó el zorro:
-¡Aplaste ese saco con l'hacha!
Y agarró San Isidro y le pegó hasta matarlo.
Y áhi vino el zorro y San Isidro le agradeció.
Y el zorro le pidió unos corderitos.
Al día siguiente vino San Isidro y trajo en una bolsa con dos caschis y se los largó al zorro y lo mataron.
Como el zorro es tan dañino, San Isidro lo hizo matar pa que no haga perjuicio.

Sofía de Jesús Silva, 60 años. Manogasta. Silípica. Santiago del Estero, 1950.

Campesina. Buena narradora.

Cuento 370. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Los socios .327

Dice que una vez se han hecho socios un zorro y un venado. Dicen que han sembrado una chacra de melones y sandías. Dice que el zorro es haragán y lu ha hecho trabajar al venado no más.
Dice que ha tenido mucha fruta la chacra y han ido a comer los socios. El venado que 'staba un poco enojao no lo ha dejado comer mucho al zorro y lo ha corrido di un lado pal otro y él ha comido lo mejor.
Dice que el zorro ha salido y ha pensado cómo podía hacer para castigar al socio mezquino.
Dice que se encontró un cuero y lo ha remojado y ha empezado a cortar coyundas. Se ha puesto por donde a la juerza tenía que pasar el venado. Y ha pasado el venado y como es tan curioso se ha puesto a ver qué hace el zorro, y áhi li ha preguntao:
-¿Qué hace socio, que trabaja tan apurau?
-Ah, sí, 'toy muy apurado porque han anunciado un gran ventarrón y 'toy cortando coyundas para atarme di un árbol. Y ya 'tá por llegar, y ando atrasado en el trabajo.
Y li ha creído el venado y li ha dicho que por favor lo ate a él primero. Y el zorro si ha hecho rogar un rato y al fin ha dicho que bueno, y que él va a buscar una cueva para salvarse.
Y lu ha atado bien seguro en un taco, en un algarrobo, y él si ha entrao a la chacra y ha comido hasta hartarse. Y dice que ha pasado por donde 'staba el venado atado y muerto di hambre y li ha tirado unas cascaritas de sandías y de melón. Dice que el venado ha comido y le ha pedido al zorro que por favor lo desate, pero el zorro lo ha dejado no más.

Sara Albarracín, 23 años. Santa María. Catamarca.

Muchacha del pueblo. Cursó la escuela primaria.

Variante del cuento tradicional y desarrollo del motivo el huracán de los cuentos del tigre y el zorro.

Cuento 327. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Los dos socios, el zorro y el perro .326

Eran el perro y el zorro. Resulta que el zorro andaba buscando un socio para hacer el sembradío. Porque como el zorro es ladino, a él le gusta aprovecharse del trabajo de los demás, y después cobrar y ganar sin mayor esfuerzo. Pensando, pensando a quién lo buscaría para hacer sociedá, dice:
-Lo voy a buscar al perro. El perro es trabajador, es guapo. Sabe rendir en el trabajo. La cosecha va a salir buena y después yo lo voy a burlar.
Y bueno, se fue y lo habló al perro. Y el perro le dice:
-¡Cómo no! Hagamos sociedá para sembrar el maíz.
Entonce el zorro le dice:
-Miró -dice, yo no voy a tener tiempo de dedicarme mucho a trabajar en los rastrojos, pero cuando sea la época de la cosecha ya voy a venir y voy a buscar los clientes para hacer la venta, procurar que, en fin, que se venda bien el producto.
-¡Cómo no! -le dice el perro. ¡Aceptado!
Bué...
Fue el perro. Empezó el sembradío. Hizo arar, aporcar la tierra, echó la semilla. Ya después se encargaba de regar. A veces llamaba otros peones que le vengan a ayudar. A veces trabajaba solo. Cuando ya estuvo el maíz florcita no más, ya vino el zorro haciendosé buenito a decirle que recién se ha desocupado él de sus trabajos. Que había estado para abajo, le dice:
-Pa abajo, en el ingenio -dice. Por eso nu hi podíu venir ante, pero como ya necesitás ayuda para la cosecha, ya 'toy de vuelta.
-¡Ah, bueno! -le dice el perro.
Y el zorro sin saber cómo hacer para descuidarlo al perro, para que éste se vaya y lo deje a él tranquilo a hacer el festín ahí, con la venta del maíz, le dice:
-Pero vos sabés -dice, yo allá, los médicos particulares me han dicho que no tenemos que comer el maíz crudo, que hay que comerlo al maíz cocido. Así que vas a tener que buscarte fuego para hacer hervir el maíz y comer más bien motecito.
-¿Y de dónde voy a sacar yo fuego? -le dice el perro.
Y el zorro pícaro le dice:
-Mirá -dice, esa bola de oro que relumbra allá detrás de la lomita aquella. Bueno, de ahí tenés que ir a traer. Vos llevate un papel, acercalo a la bola ésa -dice, es caliente, y se te va a prender, y traés el fuego.
Bueno, y el perro se queda pensando. Le dice:
-Bueno, yo mañana tempranito me voy a ir.
Esa bola era el sol. Nunca la iba a encontrar.
Y empezó a andar el perro. Y repechaba y repechaba por la cuesta. Y quería ganar, y quería ganar, y cada vez que subía más, la bola de oro más alta, más alta, y no la podía alcanzar.
Por fin llegó a la cumbre y se dio con que ya la bola 'taba arriba. Era imposible alcanzarla.
Se baja, y le dice al zorro:
-Mirá, me ha ido mal, yo no hi podido prender el papel.
-¡Ah!, no sé -dice. Vos tenés que prender el papel.
Ya a todo esto, ya, el zorro, había agarrado clientela, había vendido bastante maíz. No sé cuantas bolsas había cargau en los carros. Y ya se iba toda la cosecha.
-Vos tenés que irte -dice. Mañana te levantás al alba antes de que aclare y te vas, de manera que cuando la bola aparezca, vos ya estés arriba.
Se va el perro otra vez. Y ande, y ande, y ande, y ande, y nada. Ha empezau a salir la bola, y él la veía cada vez más lejos, más lejos, más lejos. Y repechaba, y repechaba... Y andaba por la loma, y nada. Y no la podía alcanzar, pues. Cuando llega arriba ya era el mediodía. Otra vez vuelve, vuelve con el cuento al zorro que no nu hay caso, que la bola si había ido no más, que nu ha podíu prender el papel. Y a todo esto, cuando ya ha bajau el zorro había hecho las suyas, ya nu ha encontrau ni cosecha, ni maíz, ni nada. Había vendíu todo, pues, lo había dejau bien burlado al pobre perro que, zonzo, si había puesto a hacer sociedá con el vivillo éste.

Delia Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.

La narradora dice: Este cuento me lo contó una tía abuela, Rosario Uro de Miranda, que en 1941 tenía 80 años. Acostumbraba hacer tertulia a la tarde o al anochecer, y mientras nos hacían tisar lana a los chicos, ella nos sabía contar cuentos.
Es una variante del cuento tradicional y semejante al cuento Los dos socios, que Juan Carlos Dávalos recoge en Salta y da en Los casos del zorro.

Cuento 326. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Los carneros y el zorro .416

Resulta que dos carneros pastaban en un mismo lugar del campo. Una mañana, uno de ellos, el que se creía más fuerte, le dijo al otro:
-De hoy en adelante le prohíbo, señor Carnero, que usted coma en este mallín, más acá de aquella barda que está allá. Al oír esto, el otro carnero le dijo:
-No le reconozco ningún derecho para que me prive comer un pasto bueno como el que come usted, y si quiere lo desafío a peliar. El que gane será el Rey, el que mande.
-Acepto -dijo el otro carnero que se creía superior al que lo desafiaba.
Dicho y hecho, se pusieron a peliar, topandosé furiosamente. Se oía de lejos el ruido de los cuernos lo que se daban topazos. Hacía ya dos horas que peliaban. Se habían lastimado y sangraban, pero no aflojaba ninguno de los dos.
Andaba por ahí un zorro hambriento y se puso a ver peliar los dos carneros. Tenía la esperanza de que alguno muriera para comerselá. No se animaba a intervenir. Los golpes furiosos que se daban lo atemorizaban. Al fin con miedo y todo se  arrimó a los carneros, y les dijo con voz muy fuerte y como de mando:
-¿Pueden decirme, señores Carneros, lo que a ustedes les sucede?
Al oír las palabras del zorro, que creían que era la autoridad, dejaron de peliar, y los dos a una voz contestaron:
-Vea, señor Zorro, nosotros peliamos para definir a quien le corresponde ser el Rey del mallín éste.
Entonce, el zorro, con más coraje, les dijo:
-Yo soy el Juez de Paz de este lugar, y por lo tanto soy el único que puede arreglar este asunto, pero desde ya vayan sabiendo que de acuerdo a lo que yo ordene, el que pierda, de ustedes, pierde la vida, y yo me lo comeré.
Se miraron los dos carneros con una mirada de entendimiento y contestaron aceptando.
-Bien -dijo el Juez de Paz Zorro- cada uno de ustedes se retira treinta metros de donde estoy yo. Golpearé tres veces las manos. Pongan atención. Cuando yo golpie tres veces las manos, ustedes corran hacia mí, y al que llegue primero lo nombro Rey del prado y al que pierda me lo como.
Convenido, los carneros se retiraron más o menos treinta metros de donde estaba el Juez Zorro, cada uno para el lado opuesto, quedando el juez en el centro. Volvieron a mirarse los carneros y se guiñaron el ojo.
El Juez Zorro les dijo:
-¡Atención! Uno, dos, tres. ¡Larguen!
Entonce los dos carneros emprendieron la carrera para donde 'taba el juez. El Zorro miraba al que venía de frente pero no miraba al que venía de atrás.
Los carneros, en vez de pararse al llegar donde se encontraba el Juez Zorro, hicieron lo contrario, se imbistieron con mayor ferocidad, apretandoló al zorro y aplastandoló. Quedó áhi muerto.
Éste fue el fin del Juez de Paz Zorro, que a pesar de su audacia, esta vez se le quemaron los papeles y los carneros juraron no separarse más y compartirse los buenos pastos del lugar.

Enrique Ignacio Nordenstrón, 67 años. Neuquén, 1959.

El narrador es un ganadero culto. Es un antiguo residente de Neuquén, procede de la provincia de Buenos Aires.

Cuento 416. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Las botas del potro .337

El zorro andaba por comerlo al avestruz, pero no podía porque éste es un animal grande y ligero. Con ese motivo lo andaba conversando. Una vez, el avestruz le preguntó cómo había hecho para tener él una patita tan chiquita.
Y el zorro, como es tan pícaro, aprovecha la ocasión y le dice:
-¡Ah!, a mí me pusieron zapatos desde chiquito. Yo me crié con zapatos, por eso tengo la patita chica. Los que se crían descalzos son siempre patones, y eso es muy feo.
Entonce dice el avestruz:
-¿Y cómo puedo hacer yo ahora para achicar mis pies?
-¡Ah!, yo le puedo hacer el favor de hacerle unos lindos zapatos -le dice el zorro.
Entonce el avestruz le dijo al zorro que le iba a agradecer mucho que le hiciera ese favor. Y el zorro dijo que se ponía en seguida a la obra.
Fue el zorro y se robó en una casa un cuero de potro y lo puso a remojar. Cuando el cuero quedó bien remojado y blandito, lo cortó y preparó unas bolsitas chiquitas como especie de zapatos, y se las puso en los dedos de las patas del avestruz. Claro, el cuero fresco andaba muy bien. Le dijo que se pusiera al aire y al sol para que se le moldearan bien y quedaran unos zapatos muy elegantes. Que se estuviera todo el tiempo que fuera necesario quieto, que él se iba y que volvería más tarde para ver el resultado.
El avestruz, al rato no más, empezó a sentir que el cuero le iba ajustando los dedos y hasta que al fin le agarró un gran dolor. Pero ya no se podía sacar los zapatos porque estaban pegados y duros. Al fin ya no pudo dar ni un paso y se cayó al suelo. Bueno, al rato no más volvió el zorro y cuando lo vio al avestruz tirado y lamentándose de lo mal que le andaban los zapatos, el zorro, muy campante, le dice:
-Bueno, ahora ya te puedo comer -y lo comió.

Jorge Eberto Garro, 55 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1967.

El narrador, nativo del lugar, oyó este cuento desde niño. Vive en la ciudad de San Luis.

Cuento 337. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Las botas del churi .334

La zorra si había hecho compagre del churi y andaba viendo cómo lo podía comer. Y entonce lo envita un día a pasar las Pascuas y comer las bodas en el cielo. Conversando con el compagre le dijo que no podía ir a esa fiesta tan grande sin unas lindas botas nuevas, porque si iban a réir cuando le vieran las rajetiaduras de las patas. El churi le preguntó qué podía hacer. Entonce le dijo:
-Güeno, compagre, yo le guá hacer un regalo. Yo le guá buscar unos cueros y le guá preparar unas botas 'e potros de lo mejor.
-Li agradezco, comagre, pero ¿diande va sacar cueros como pa botas 'e potro?
-Yo le viá buscar, no se priocupe.
La zorra, cuando lo vido confiado al churi jue y buscó unos cueros, los remojó bien y vino y le cosió unas botas bien altas al churi. Y entonce le dijo:
-Pongasé al solcito, compagre, pa que se sequen pronto, y no perdamos las fiestas.
El pobre churi se puso al sol y cuando se le jueron secando las botas no se podía mover. Ya no podía ni tomar agua ni comer, hasta que cayó al suelo y se murió.
Cuando lo vio cáido, la zorra se puso a bailar de contenta, y cuando se murió lo agarró del cogote y se lo llevó a su casa ande se dio un gran banquete. El churi 'taba gordo y le duró mucho tiempo la carne.

Juana Vedia, 76 años. Villa Iglesias. San Juan, 1951.

Campesina rústica. Buena narradora.

Cuento 334. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Las botas del avestruz .341

Una vez, el zorro lo quiere comer al avestruz. Y le dijo, que con las botas de potro iba a correr más. Y le dijo al avestruz que él se las iba a dar, que él tenía unas recién hechas.
Y el avestruz creyó. Se puso sus botas 'e cuero fresco, pero una vez que las botas se secaron claro, ¿no?, quedó el avestruz como engrillado, ¿no? Entonce se aprovechó el zorro y lo comió.

Amílcar Aniceto Zapata, 79 años. Estancia Rincón del Vizcaíno. Don Cristóbal. Nogoyá. Entre Ríos, 1970.

Ganadero. Muy buen narrador.

Cuento 341. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Las bodas del cielo .552

Dice que una vez si habían hecho unas bodas en el cielo qui iban a ser sonadas, dice, con fiestas, vidalas, bailes, en fin, todo lo que hay. Y claro, en el cielo iba a ser todo mejor. Y habían invitau al águila, al cóndor, a los gavilanes, todos los pájaros di aliento que podían llegar. En eso el zorro los había oído parlamentar al águila y al cóndor. Y como el águila era guitarrera, dice:
-¡Yo voy a llevar la guitarra! -dice. Seguro que va haber mucha carne allá, muchos churrascos, vino, de todo, ahí.
Que li han dicho al zorro, dice. Ya la había catiau al águila, dice. Cuando menos ha acordau, li aflojó los clavijeros, y se li ha metíu por el hueco, adentro 'e la guitarra.
-¡Vamos a ver! -dice el cóndor.
Li había acomodau la guitarra a media espalda al águila, y si habían puesto todos en una peña alta. Si habían tomau un invión y había empezau a dar la vuelta, y dar la vuelta, y dar la vuelta, y dar la vuelta, elevandosé, elevandosé, elevandosé, hasta qui habían llegau al cielo. Dice que 'staba qui ardía en el cielo. Si oía el bombo de lejos. Si habían bajau, dice, y había puesto l'águila la guitarra en una esquina hasta que si había abrazau con los del cielo, en fin. Si habían conocíu, se presentaban. En eso había salíu el zorro y es que había llegau al trote largo, la cola parada, meta comer güesos y churrascos. Y dice que todos quedaron pasmados, dice, al verlo al coco este. Que cómo puede haber llegado. Y que habían durado tres días las bodas. Dice qui andaba lleno el zorro, ramiandosé con todo el mundo, farsandosé, dice, chafandosé de uno y otro. Hasta que ya si habían puesto en cuidado, dice. Al tercer día, cuando si iban a venir, que dice l'águila:
-Yo lo guá bombiar a mi compadre -dice, ¡cómo ha subíu!
Cuando ya habían empezau las despedidas, dice, ya 'bía ido medio corriendo el zorro y había aflojau la guitarra y si había metíu. Li había aflojau las cuerdas y si había metíu en la guitarra.
Si habían despedíu. La águila si había hecho de no verlo, no más. Si habían despedíu, dice, y habían empezau, con fuerza, a planiar y planiar y planiar, y planiar y volverse. Habían veníu a una distancia prudencial, dice, y la águila, para castigarlo al tipo, había hecho un pique, dice, como pa levantar un chivo. Cuando ha ido a llegar al suelo si había levantau y lo 'bía volcau a la guitarra y si 'bía escapau el zorro, dice, y se venía con la cabeza dandolá güelta.
-¡Juana, poné colchones! ¡Poné colchones, Juana! -que le dice. Vengo de las bodas del cielo. Voy de cabeza. ¡Poné colchones!
La zorra, dice, qui había salíu, dice, con los cachorritos, nu había teníu tiempo, dice, ya había caído. ¡Paf!...
Quince días, dice, que lu había teníu con fricciones de grasa 'e quirquincho pa que se mejore. El zorro, agata, que se ramiaba, dice:

Y es que se va con un zapato roto.
¿Quieren que les cuente otro?

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.

Cuento 552. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

Las bodas del cielo .551

Al zorro lo invitaron para las bodas del cielo. Los angelitos lu habían invitado. Y como él no podía ir lu había conquistado al cuervo para que lo lleve. Entonces el cuervo lo llevó. Se fueron los dos.
Y claro, allá el zorro, cuando lo salieron a recibir, como él era invitado, se puso muy orgulloso. Y no lo presentó al amigo, compañero, y ni siquiera hizo que se arrime donde 'taba él. Lo invitaron a la mesa, pasó él. Se sentó, y el cuervo quedó para afuera. Y bueno, se arrimó el cuervo y lo picaba detrás, lo picaba para que le pase algo. Y nada, el zorro, muy orgulloso, ni se daba vuelta. Se cansó y se enojó el cuervo y se volvió. Se vino. Y lo deja al zorro allá, en el cielo.
Y pasó la boda, pasó la comida, todo. Se quería volver el zorro y no sabía cómo. Y los angelitos le tendieron una cuerda.
-Por acá vas a bajar.
Y venía muy bien el zorro por la cuerda, y traquilo. Y de repente, cuando ya venía cerca, más o menos, pero todavía alto, venía una bandada de loros. Que les dice:
-¡Ay! ¡Loro lengua seca, que no has ido a las bodas del cielo, como yo!
-Callate, que vamos a volver y te vamos a cortar la cuerda.
No les hacía caso, seguía:
-¡Loro lengua seca que no has ido a las bodas del cielo como yo!
-Callate, que te vamos a cortar la cuerda.
Y seguía el zorro:
-¡Loro lengua seca que no has ido a las bodas del cielo como yo!
Y el loro más malo se había quedado atrás.
Y ya le dice:
-¡Loro lengua seca que no has ido a las bodas del cielo como yo!
Y ha ido y le ha cortado la cuerda de un mordiscón, no más; le ha cortau la cuerda.
Y áhi se venía el zorro dando vueltas.
-¡Juana! -que decía a la compañera que había dejado abajo-. ¡Quita palos, quita piedras, que allá voy yo! ¡Juana! ¡Poneme la cama que allá voy yo!
Nada, que la otra ni le entendía lo qué decía.
Y se venía, y se venía, no más.
-¡Quiten montañas, quiten palos, que los voy a reventar, que los voy a quebrar cuando caiga! -que les decía.
Y cuando se vio mal decía:
-¡Si de ésta me salvo y no muero, no quiero más bodas en el cielo!
Y seguía no más, hasta que llegó, y cayó, claro, muerto.
Y es que viene la zorra, y que lo mira, y que dice:
-¡Hum! ¡Juan! -había quedau los dientes en la pampa, blan-quiando los dientes. Cómo le había ido de bien en las bodas del cielo, que todavía 'tá riendosé. Aunque 'tá dormido, se ríe.
Creía que 'taba dormido.
-¡Ay! Seguro que debe haber tomau mucho vino, por eso 'tá tan dormido. ¡Ha quedau dormido!

María Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.

Cuento 551. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

La zorra, el chivato y el pozo de agua .463

Una zorra quería tomar agua di un pozo hondo y si allegó. Cuando intentó bajar, se refaló y se cayó al medio del pozo. No podía salir porque el pozo era hondo y no sabía qué hacer. Un día sintió que pasaba un chivatón y le dijo:
-Entrá, qui aquí hay una agua tan fresquita que yo no quiero ni salir para tomar toda la que pueda. Arrímate por ese lado y bajá.
El chivatón se consintió, si arrimó al pozo y áhi no más se refaló y cayó. El chivatón tomó agua que 'taba muy fresquita. Después de un rato de 'tar en l'agua quería salir, pero no sabía cómo hacer. Entonce la zorra le dijo que ella le iba a enseñar. Le dijo que se parara en dos patas y que ella le iba ayudar a salir. Áhi no más el chivatón se paró en dos patas y entonce la zorra se subió por el espinazo del chivatón y saltó afuera del pozo. Lo dejó adentro al chivatón, los balidos no más. Y a los pocos días se murió di hambre por atender los consejos de la zorra.

Gabriela Romero, 64 años. El Sauce. Chacabuco. San Luis, 1950.

Campesina, nativa del lugar.

Cuento 463. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

La zorra y las uvas .353

Dice que era una zorra que andaba hambrienta y nu hallaba qué comer. Andaba una noche cerca de unas casas con intención de robar algo. En eso vino a dar abajo di un parral que 'taba cargado di uva. Y en eso se desató una tormenta tremenda con truenos y refucilos. En uno de los refucilos miró pa 'rriba la zorra y vio las uvas maduritas y los racimos grandotes. Áhi pensó que se podía llenar con esa fruta que a ella le gusta tanto. Y áhi no más dijo:
-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...
Y en cuantito refuciló dio un salto, pero, qué iba alcanzar si los parrales del campo son muy altos. Y volvía a decir:
-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...
Y en cuantito refucilaba volvía a saltar, y nada. Áhi volvía a decir:
-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...
Y en cada refucilo saltaba con más juerza y ni cerca llegaba. Y volvió a decir:
-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...
Y dio un salto tremendo, y cayó pa un lado y se dio un golpazo en el tronco de la parra, en la cabeza. Y ya vio que era inútil llegar ande 'taban los racimos, y medio aturdida, dijo:
-Bueno, ¡pa lo que me gustan a mí las uvas! Mejor que no las coma.
En eso, salió el dueño y le echó los perros.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Cuento 353. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 033

La zorra y las uvas .352

Dice que era una noche de gran tormenta. Tronaba y refucilaba que daba miedo. La zorra andaba buscando adónde meterse. Chorriando agua y tiritando de frío llegó a un lugar reparado. Áhi se refugió. En eso un refucilo iluminó todo. La zorra miró para arriba y vio que estaba abajo de un parral cargadito de uva madura. La zorra andaba muerta de hambre y le gustan mucho las uvas y pensó que podía comer hasta llenarse. Pero, como los parrales son altos, no sabía cómo podía hacer para alcanzar un racimo. La noche estaba muy oscura y empezó a decir:
-¡Alumbre! ¡Alumbre! ¡Alumbre!... -y saltaba.
-¡Alumbre! ¡Alumbre! ¡Alumbre!... y volvía a saltar, y nada...
Y así estuvo un buen rato saltando cuando alumbraban los refucilos, y en una de ésas pegó con el hocico en un palo del parral y quedó media azonzada. Ya vio que de ninguna manera iba a conseguir unas uvitas y muy enojada dijo:
¡Bah!, ¡pa lo que me gustan a mí las uvas!

Nicasio Muñoz, 35 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1977.

Oyó contar el cuento a Facundo Alcaraz de 40 años, de La Florida.

Cuento 352. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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La zorra y el quirquincho los enlazadores .254

La zorra y el quirquincho se encontraron un día por la mañana. Y le dice el quirquincho:
-¿Ánde va, comadre?
-Voy a recorrer el mundo -le dice. ¿Quere que vamos juntos?
-Bueno -dice el quirquincho. En aquella aguada vienen muchos animales a tomar agua. Ahí vamos hacer carne.
Y la zorra se puso contenta. Y empezaron a juntar cerda y a hacer un lazo. Cada uno hizo un lazo. Y es fuerte el lazo de cerda.
-Bueno -dice el quirquincho, a mí me va a tocar primero. Y el quirquincho hizo su cueva cerca del agua, con las curvas que hacen la cueva los quirquinchos.
Y ya llegaron los animales a tomar agua. Y pasaron cerca de la puerta de la cueva del quirquincho, y le gritó la zorra:
-¡Ahora, compadre!
Entonce el quirquincho enlazó y entró adentro 'e la cueva, rápido. Y áhi hizo pie. Claro, cuando el animal sintió el lazo, disparó. Y a la estirada que dio, lo sujetó el quirquincho que 'taba firme en la cueva. Entonce la zorra le écho el lazo a las patas del animal y lo estiró. Ató la punta del lazo en una jarilla y después lo degollaron entre los dos. Y bueno, áhi 'tuvieron de fiesta y tuvieron carne para un tiempo largo.
Después, cuando se les acabó la carne, dice la zorra:
-Mañana me toca a mí, compadre.
Y la zorra hizo su cueva cerca del agua. Y la cueva de la zorra es derechita, no tiene curvas.
Al otro día llegan los animales a tomar agua y le grita el quirquincho:
-¡Ahora, comadre!
Era una manada de yeguas que llegaron al agua, y dice la zorra:
-Voy a enlazar la más grande.
Y entonce la enlazó a la yegua más grande y disparó adentro de la cueva. Y áhi el animal pegó la estirada lo que sintió el lazo. Y la zorra quiso hacer pie y no pudo, porque la cueva es derecha, y áhi la sacó como una bala la yegua, y la arrastró, y echó a correr al campo. Y áhi salió la zorra a la rastra. Y andará todavía en la punta 'el lazo, ¡quién sabe por dónde!

Juan Crisóstomo Sosa, 36 años. Uspallata. Mendoza, 1959.

El narrador es Sargento 1º de la Sección Baquianos del Regimi-ento 16 de Infantería de Montaña.

Muy conocedor de su región y buen narrador.

Cuento 254. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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La perdiz, el avestruz y el zorro y las botas del potro .331

Iban a armar la fiesta que le llaman la fiesta de Sumalao. Que iba a durar tres días la fiesta. Y la perdiz era una señorita muy coqueta y muy linda. Y que habían dos jóvenes que la querían pretender en la fiesta. Uno era don Juan, que era el zorro, y el otro joven era el avestruz, que se llamaba José.
Y güeno, ya se aprosimaba pronto el día de la fiesta. Cada uno tenía que prepará su traje de baile, que ya llegaba la fiesta.
Y güeno, y que faltando un día ya, que había ido Juan a la casa de José, que era el avestruz, a preguntá si ya había preparáu su traje para el baile. La chica les había dicho que pa que bailen con ella tenía que ser de traje de gaucho. Y Juan decía que ya tenía las botas, el cinto, las bombachas, el pañuelo y las espuelas, y entonce el José quedó sorprendido, que no tenía las botas, las bombachas y las espuelas. Y entonce que le dice José, cómo podría hacé para hacerse las botas. Entonce que le dice Juan que él era máistro para hacé botas, que él se las podía hacé. Entonce él dijo que güeno. Y Juan li ha dicho que tiene que buscá un cuero 'i vaca o un cuero 'i potro para las botas. Y ya han buscau y han puesto a remojá el cuero 'i potro.
Al otro día ha veníu tempranito Juan a la casa de José a hacele las botas. Y güeno, y llegó Juan y ha sacau el cuero remojau y ya li ha cortau las dos botas y se puso a cosela Juan. Y las botas eran que pasaban más arriba de la rodilla. De pícaro, éste ya lu había estudiau pa que no vaya a la fiesta José. Y ya le puso las botas con el cuero fresquito. Y le dijo que pusiera las piernas al sol, que se tenían que secá las botas. Y al secase las botas ya no iba ni a podé parase el otro.
Ya cuando se le empezaron a secá las botas, José empezó a gritá y a pedí socorro. Y ya se cayó. Y áhi 'taba estirau. Y se moría y gritaba, gritaba, estirau en el suelo.
Y así Juan pudo ir solo a la fiesta. Y se presentó muy elegante, y bailaba, y zapatiaba y escobillaba que daba gusto. Y todos querían, que baile y le hacían barra. Y más bailaba Juan de contento lo que José se iba a morí y él iba a tener qué morfar. Y ha salíu ganador de bailes.
Y después que terminó la fiesta si había ido y lo encontró a José muerto y lo morfó.

Ventura Camila Quipildor, 16 años. San Pedro de Colalao. Trancas. Tucumán, 1961.

La narradora dice que aprendió el cuento de la abuela, Carmen González, ya fallecida, que sabía muchos cuentos.

Cuento 331. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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