Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 17 de mayo de 2014

El zorro y el leon .445

Que habían unos viejos muy ricos. Y que tenían mucho vino, ¿ve? Segura-mente era una bodega. Noche a noche se les mermaba el vino a los dueños. No se podían dar cuenta quién se los robaba.
Para esto había síu un zorro. Una noche se curó de más, y que dice:
-Bueno, dicen que todos los chumaus gritan, yo también voy a gritar: ¡Eh! ¡Eh!...
-Oyé, viejo, ése es el que los roba el vino -que dice la vieja, y lo despierta al viejo.
Se levantaron los viejos y lo pillaron al zorro rechumau y lo ataron.
Al otro día amaneció el caballero del zorro atau, que ya se le había pasado un poco la chuma. Por áhi va pasando un lión. Lo que lo ve al zorro atau, se arrima y le pregunta:
-¿Porque te han atau?
-¡Pero hombre!, porque nu hi queríu comer una cabrilla gorda.
-¡Pero, hombre!, ¿es cierto eso?
-Sí, hombre, paque te voy a engañar.
-Atame a mí -que le dice.
-Bueno, pero no vas a dejar de comer la cabrilla.
Ya el lión lo desató al zorro, y el zorro lo ató lo más fuerte que pudo al lión. Y se fue el zorro más que contento, de salvarse.
Los viejos se habían ido a misa. Cuando volvieron, que le dice la vieja al viejo:
-Miró viejo cómo se ha criau el zorro que tenimos áhi. ¿Y qué castigo le vamos a dar?
-Vamos a calentar ese asador de fierro, que tenimos áhi, y se lo vamos a perder debajo de la cola.
Y así lu hicieron, y el asador, colorado de caliente, se lo metieron en la cola al lión.
El animal magullaba de dolor y se desesperaba brincando. Lo largaron y salió huyendo.
El zorro había ido a robar por las estancias, por áhi. Robó de cuantas cosas pudo, gallinas, charque, quieso, de todo. Mientra volvía con aquel convoy, lo encontró al lión que venía enojadísimo. A la distancia que se puso a retarlo:
-¡Ya vas a ver, bribón! ¡Ya vas a ver lo que te va a pasar! ¡Te voy a comer agora mismo!
-¿Qué le ha pasado?
Me han metíu un dedo más caliente, que me ha quemau todo. ¡Te voy a comer! ¡Vos tenís la culpa!
-No, tío Lión, dejesé d'esas cosas, mire lo que traigo aquí.
Que traiba un atadazo en el poncho, el chino. Y ladió el poncho y echó todo lo que traiba.
-Venga, coma -que le decía.
El lión que 'taba con hambre de muchos días, y se olvidó del dolor lo que vio tantas cosas para comer, y se pusieron a comer. Comieron muy mucho, hasta terminar. Ya se le pasó la rabia al lión y comió hasta quedar triste. Y que le dice el lión al zorro:
-¿Y de aónde sacas vos todo esto?
-Mirá -que le dice, allá en el medio 'el campo hay una peña grande. Y cuando yo tengo hambre voy, pongo los güevos sobre la peña y me pego con otra piedra encima.
Bueno... Ya se separaron. El zorro se volvió a ir a robar. Después de mucho andar, el lión tuvo hambre y hizo la operación que le había enseñado el zorro y se reventó los compañones. 'Tuvo desmayau un día entero. Después, que ya volvió a vivir. Muy enojau con el zorro, que decía:
-Agora no se me escapa. Me lo voy a comer aonde lo encuentre.
¡Tan creido el lión!
Ya que siguió. Al poco andar se encontró con el zorro. Ya cuando lo devisó, que le dijo:
-¡Agora vas a ver! ¡Si no t' hi comíu más ante, hoy no te me vas a escapar! ¡Te como y te como!
-No tío, ¡cómo me va a comer! Venga, mire lo que traigo para los dos solitos. ¡Hagamé el favor de ver!
Ya que le estendió el poncho para que viera, lleno de carne, de charque, de quiesos, de tortas, de todo. El lión que tenía hambre, medio se ablandó, y se pusieron a comer. Les duró tres días la comida, y habían comido muy bien. Después que le dice el lión:
-¿Y de aónde sacás todo esto, vos?
-Miró -que le dice el zorro, allá hay una boca-mar, y una soga, y una piedra. Mi ato la soga y me echo la piedra, y me largo a la boca-mar, y di áhi saco todo. Vamos para que hagás la operación vos.
Y el lión lo que vía tanta comida le dio ganas de ir, y se fueron. Llegaron aonde 'taba todo aquello. Lo ató el zorro al lión, de las verijas, le echó la piedra atada también a la soga, y el lión de atrás, y lo largo en la boca-mar. Allá se fue como una pedrada para la profundidá. Y que se oiba que decía el lión:
-¡A la miércoles, que es fiero!...
Y ya no se oyó más del golpe en las aguas, y áhi se murió el lión por zonzo. Y el zorro se fue tranquilo, sin el miedo de que el lión le comiera, por las picardías que le había hecho.

Felisa Chávez de Páez, 56 años. San Agustín. Valle Fértil. San Juan, 1945.

Gran narradora, de fama en la comarca.

El cuento es una variante del tipo tradicional, con el agregado de otros motivos.

Cuento 445. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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