Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 30 de noviembre de 2013

El gallo y el zorro .058

Que andaba una vez el zorro por comerseló al gallo. Y el gallo 'taba siempre arriba di un árbol y le decía el zorro que baje a conversar, que cada vez que lo iba a buscar 'taba más arriba. Y que el zorro un día dispuso de comerseló no más al gallo di alguna forma. Y se halla un diario. Y cuando llega abajo 'el monte ande 'taba el gallo, se pone a ler el diario, el zorro. Entonce dice el zorro:
-Éste es un decreto del gobierno que ningún zorro podía comer al gallo ni ningún perro podía matar al zorro, tamién. Todos los animales tienen que ser amigos.
Y ya para todo esto ya se comenzó a bajar el gallo, y que le dice:
A ver, compañero, lealó de nuevo.
Y el zorro lo empezaba a ler otra vez. Y en lo mejor que 'taban lendo vienen unos camperos con unos galgos. Y el gallo ya 'taba bajito. ¡Uf!, el zorro 'taba entusiasmado lendo. Y los galgos cuando lo vieron lo sacaron corriendo, áhi no más. Y que el gallo le dice entonce:
-¡Compañero, lealés el decreto!
¡Y qué les iba a ler si los perros lo llevaban te mato y te mataré!

Venancio Heredia, 22 años. San Francisco. Ayacucho. San Luis, 1951.

Lugareño que ha concurrido a la escuela local. Buen narrador.

Cuento 58. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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El gallo y el zorro .048

Se encontraron el zorro y el gallo. El zorro no sabía cómo hacer para agarrarlo. Le preguntó al gallo cómo hacía para dormir, y el gallo le preguntó al zorro cómo hacía él. Y el zorro se acostó, se puso la cabeza entre las patas y cerró los ojos, y dormía. Después se despertó y dijo al gallo:
-Ahora enseñame vos cómo dormís.
El gallo se agachó, puso la cabeza abajo de las alas. Entonces el zorro dio un salto y lo agarró y disparó con el gallo en la boca. Pasó cerquita del dueño del gallo. Y el dueño empezó a gritar y a decir:
-¡Ay, mi gallo! ¡El zorro se lleva mi gallo!
Entonces el gallo le dijo al zorro:
-Decile que no soy más de él, que soy tuyo.
Entonces el zorro, al abrir la boca para hablar, lo dejó escapar, y el gallo disparó.
El zorro dijo:
-¡Pobre mezquino!, quise hablar y tenía la boca llena. El gallo le contestó:
-Y yo era zonzo que quise dormir y no tenía sueño.

Antonio Liboa, 65 años. Rancul. La Pampa, 1955.

Lugareño semiculto. Buen narrador.

Cuento 48. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El gallo y el zorro .041

En una fría mañana de invierno y tentado por el hambre, un zorro madrugador recorría los gallineros y miraba los árboles para divisar las gallinas que dormían en él. De pronto quedó debajo de uno, viendo moverse un gallo. Largo rato aguardó debajo de éste en espera que bajase. Como el gallo no lo hacía, pues éste había notado la presencia del zorro, comenzó a desparramar unos granos de maíz para tentar el estómago del gallo. Aguardó otro rato. Impaciente ya el zorro y ansioso por darle caza, le dice:
-Bajate gallo a comer maíz.
Éste, fingiéndose no oírlo alarga el pescuezo y mirando a lo lejos tratanto de divisar algo a la distancia, se puso a contar:
-Uno, dos, tres...
El zorro no le causó buena gracia esta cuenta y se apuró a preguntarle:
-¿Qué estás viendo, gallo?
Éste, completamente indiferente, comienza de nuevo:
-Uno, dos, tres...
El zorro afligido ya, viendo que nada bueno podía esperar, comenzó a inquietarse y con más fuerza pregunta:
-¿Qué es lo que mirás, gallo?
Éste se mantiene sordo y estirando el pescuezo todo lo que puede dice nuevamente y más alarmado:
-Uno, dos, tres y cuatro con el rabón...
El zorro al oír lo de rabón y por instinto del miedo, bajó la cola y haciendosé el chiquito, olvidándose de la presa codiciada que aguardaba, echó a correr todo lo que pudo. El rabón era nada menos que un perro cazador. El gallo, riendosé de la astucia del zorro, bajó a comer tranquilamente, pensando que él, teniendo una cabecita tan chica, pudo inventar la mentira del rabón para librarse de las garras del zorro.

Dolores Celia Alaya, 45 años. Ciudad de Corrientes, 1950.

La narradora, que es directora de escuela, oyó contar este cuento a una mujer del pueblo en El Malezal (Esquina).
Es variante del cuento del nuevo decreto.

Cuento 41. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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El diario .070

El gallo estuvo en el dormidero y vino el zorro. Le trajo un diario y le dijo que le mandaba el señor comisario que se baje del árbol para leer. Y el gallo le dijo que no. Que se baje, que le dio la orden el señor comisario. Le dijo el gallito que allí puede leer.
-Bajesé, sí. Así puede leer mejor. Y ademá de eso, esa orden yo traje.
-Que no -dijo el gallo.
-Bajesé a leer -le dijo otra vez el zorro.
El gallito no supo qué decirle y entonces suspiró y miró lejo, un hombre que venía con siete perro. El zorro oyó el suspiro y creyó que habló y le preguntó qué dijo.
-Allí veo un hombre con siete perro, digo no maaaá... -dijo cantando.
-Bueno, tome y lea ligero, y me voy a irme.
En eso se aproximó el hombre y los perros venían ya muy cerca por delante. Vio el zorro y salió a disparar.
Y los perro le estiraron y quedó con la boca abierta y hizo unos zorete.
Le dijo el gallo desde arriba:
Ele 'eicá chupé nde diaaaario (hacele leer a ello el diario) -cantando tre vece.
Depué vino el compadre comadreja y le vio con la boca abierta, mostrando lo diente, y le dijo:
Compadre, no te hagá el gracioso, no te esté riendo. Juntá, juntá tu naco y vamo.

Wenceslada Acevedo, 16 años. Loreto. Corrientes, 1959.

Criada. Muy buena narradora. Es bilingüe guaraní-español. Ha cursado los grados de la escuela primaria.

Cuento 70. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El decreto .062

Es que el zorro llegó un día a un gallinero ande 'taba un gallo, arriba di un árbol, y le dijo que había salíu un decreto que ellos, los zorros, no podían hacer nada a las aves, ni los perros a ellos tampoco. Eso le decía para engañarlo que se bajara y comerlo. Y lo envitaba que se bajara, que él no le podía hacer nada. Y claro, el gallo no le creía. Y tanto le decía el zorro que baje, que al fin el gallo para librarse, ve que viene un hombre del sur, con perros, y le dice:
-Allá viene un jinete con cuatro perros.
Y claro, el zorro ya si asustó y le pregunta que de qué lau viene, y el gallo le dice que viene del norte. Y áhi no más le dice el zorro:
-Hasta luego, ya voy a volver a seguir la conversación.
Y tomó al sur, el zorro, disparando, y áhi se encontró con los perros y el jinete, y ya lo volvieron atrás. Y pasó cerca ande 'taba el gallo y le decía el gallo:
-¡Mostrales el decreto nuevo! ¡Mostrales el decreto nuevo!
Y claro, los perros no le daban tiempo de lerlo, y áhi lo mataron.

Elías Alcaraz, 51 años. Las Lomas Blancas. Ayacucho. San Luis, 1948.

Campesino dedicado a la crianza de ganado. Buen narrador.

Cuento 62. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El decreto .060

Es que el zorro quería cazar el gallo, y es que no podía porque el gallo se subía siempre arriba di un árbol, cuantito lo devisaba al zorro. El zorro inventó llevarle el mensaje al gallo, que él no lo podía comer. Le dijo que había salíu un decreto del gobierno diciendo que los zorros no podían hacerle daño a ninguna ave, ni a gallinas, ni a nada, y que al contrario, las tenían que cuidar. Le dijo que tampoco los perros le podían hacer nada a los zorros, bajo ni nguna forma. Y que se hacía, el zorro, que leía en un papel ese decreto nuevo que había salido. Y entonce le dice el zorro al gallo que se bajara para que anduvieran juntos, de compañeros, que iban a ser muy amigos, y que él lo iba a cuidar para que naide lo ofendiera, ni le hiciera daño.
Tuvieron mucho rato conversando, y el zorro dele decirle al gallo que se baje. Entonce, al final, el gallo le contesta que ya se va a bajar, porque 'taba mirando que venía un campero con unos cuanto perros cazadores. Entonce el zorro le dice que si era cierto que venían, que no lo engañara. Y el gallo le dice:
-No tenga cuidado, señor Zorro, puesto que estamos bajo el decreto del gobierno nada le ha de suceder.
A todo esto llegan los perros, lo ven al zorro y lo sacan corriendo. Y lo empiezan a hacer dar vueltas al zorro alrededor del monte. Y el gallo le gritaba al zorro:
-¡Enseñales el decreto del gobierno! ¡Enseñales el decreto!
Y el zorro le dice:
-¡Qué decreto ni cuatro riales! Éstos no entienden de leyes del gobierno.
Y lo mataron los perros al zorro. Y el gallo se bajó muy contento de haberse salvado.

Marcelino Martínez, 66 años. San Martín. San Luis, 1931.

Modesto hacendado rural. Buen narrador.

Cuento 60. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El cavaran y el pajarito .047

Yo he conocido un pajarito que se llamaba cavarán, que era muy malo, que se comía todos los pajaritos, ése. Y a él nunca lo podían agarrar. Y por áhi, otro pajarito lo agarró de descuido, no sé cómo lo agarró, y entonces le dijo:
-Bueno... Vos estás acostumbrado a comer todos los pajaritos que agarrás. Ahora yo te voy a comer a vos.
Entonces le dijo que sí, pero que antes le iba hacer un pedido. Le dijo:
-Yo te voy hacer un pedido antes que me comás.
Dice:
-¡Sí, cómo no!
-Vos tenés que decir: A un cavarán comí.
Y entonces, cuando dijo: A un cavarán comí, salió volando el cavarán y le dijo al pajarito:
-A otro zonzo, pero no a mí.
Y así se salvó el pícaro cavarán.

Ángel Moyano, 62 años. Estancia San Pedro. Cañuelas. Buenos Aires, 1969.

Peón de campo.
En el cuento hay una confusión entre el alcaraván del cuento español, el ave amiga de la paloma que le aconseja no entregar sus polluelos al lobo, y el caburé de nuestros campos. Seguramente el cuento ha sido narrado por inmigrantes españoles y adaptado por los narradores criollos.

Cuento 47. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El caso del tigre, el zorro y el sapo .109

El sapo se llamaba Bartolo.
El tigre andaba con las intenciones de comerse al zorro, pero no podía conseguir. Un día que lo encuentra en el campo, lo corretió. Y el zorro logró escaparse, meterse en un agujero. Entonces, como el tigre no podía entrar en el agujero para sacar el zorro, le recomienda a Bartolo que se ponga en la puerta, de guardia, cuidandoló para que no se escapara el zorro y venga gente para horadar la roca y poder sacarse el zorro. Y el tigre se fue.
Bueno... Ya cansado el zorro y muerto de hambre, y el sapo también muerto de hambre áhi, porque había hecho mucho tiempo que 'taba áhi de guardia, el zorro pícaro le dice:
-Bartolo, ¿no te estás durmiendo?
El sapo le contesta:
-¡No!
-A ver, para crerte, abrí los ojos grandes.
El sapo abre los ojos grandes, el zorro le tira tierra en los ojos y logra escapar.
Y cuando vuelve el tigre se enoja porque el zorro no está y el pobre Bartolo se estaba limpiando los ojos llenos de tierra.

Abdón Castro Tolay, 67 años. Humahuaca. Jujuy, 1968.

El narrador, nativo de la Quebrada de Humahuaca, gran conocedor de la puna jujeña, donde ha enseñado (maestro intuitivo), y ha realizado una obra extraordinaria. En este momento es intendente del pueblo de Humahuaca.
En otras regiones del país, el centinela que el tigre deja cuidando al zorro es el carancho y no el sapo.


Cuento 109. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

El caso del loro, el zorro y el tigre y el decreto .072

Estaba un loro arriba de un árbol cuando llegó don Juan, ¿no?, este picaresco. Este animal se lo quería, este, comer al loro, en una palabra. Entonce mostrandolé un papel, le dice:
-Amigo loro, ¿no vio el decreto?
-¿El decreto? -dice el loro.
-Sí, dice, acá han sacado un decreto en que todos los animalitos del bosque tenemo que quererno, tenemo que amarno. Tenemo que ser hermano, en una palabra. Así que bajesé, leremos el decreto.
Y el loro lo miraba, ya desconfiando, ¿no?, del zorro.
-No, dice, lealó de nuevo.
-Acá, dice, todos los animalitos del bosque tenemo que quererno, tenemo que amarno y ser como hermano.
Y bueno, así 'taban, que sí, que no, cuando en un repente, atrás se sintió un rugido. Claro, miró pa atrás el zorro. ¿Qué era? El tigre que venía despacito, atrás del zorro. ¡Qué! Cuando lo vio al tigre salió como vendiendo almanaque. Claro, imaginesé, usté, ¿no?, el tigre atrás. Y el loro allá arriba, lo miraba al zorro que iba disparando, y le decía:
-¡Muestrelé el decreto, hermano! ¡Muestrelé el decreto!

Antonio Salúm, 31 años. La Paz. Entre Ríos, 1970.

Nativo de la comarca. Tiene gran vocación de narrador y conoce numerosas narraciones populares.
La variante de este cuento está en el cambio de dos de sus personajes.

Cuento 72. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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El casero y el zorro .044

Lo encuentra don Juan el zorro al casero. Y lo quería comer, y le dice:
-¿Cómo te va, Alonso? Tenés el mismo traje que tenía tu padre. El mismo traje también lo vestís vos. Qué parecido sos a tu padre, que era mi amigo querido.
Al casero le gustaba mucho que le hablaran del padre que se le había muerto, y se olvidó de las mañas del zorro.
Y le vuelve a decir el zorro:
-Lo único que te falta para parecerte más a tu padre, es hacer unas cerraditas de ojos que él sabía hacer.
Y entonce el casero inocente entró a cerrar los ojos. Y en una de esas que el casero cerraba los ojos, el zorro se abalanzó y lo cazó con la boca. Y partió al trote con el casero en la boca. Cuando lo vieron los otros pájaros empezaron a gritar, y decían:
-¡Don Juan lo lleva a don Alonso! ¡Don Juan lo lleva a don Alonso!
Y entonce le dice el casero:
-Deciles que sos dueño, que ¡qué mierda les importa!
Y el zorro, que iba enojado por el bochinche que hacían los pájaros, aflojó la boca, para decirles eso, y el casero salió volando y se asentó en un árbol. Y el zorro quedó mirando, arrepentido de haberlo atendido al casero.

Santiago Entecho, 80 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

Hombre de pueblo, semiculto. Buen narrador. Ha olvidado casi todos los cuentos que sabía porque ya no los cuenta.

Cuento 44. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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