Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de diciembre de 2013

El tigre y el zorro .149

Una vez el tigre se cazó una ternera gorda y se la estaba comiendo cuando llegó el zorro. Empezó a pedirle llorisquiando que le convidara con algo porque ya se moría di hambre.
-Déme la pancita, tío -le decía.
El tigre le contestaba:
Es pa mate de tu tía tigra.
-Deme las tripitas, entonces -decía el zorro.
-No, es pa bombilla de tu tía tigra.
El zorro ya se moría di hambre, así que tuvo que rogarle que le diera siquiera la bostita.
-No -le contestó-, es para yerba del mate de tu tía tigra. Tomá -le dijo- y le dio la vejía.
-Ya me la pagarás, tío mugriento -pensó el zorro.
Cuando el tigre se llenó de comer lo mejor del animal muerto, le dio sueño y se acostó a dormir, y lo mandó al zorro que le cuidara la presa.
-Duerma tranquilo, tío, ya sabe que soy güen vigilante -le dijo el zorro.
Cuando el tigre se durmió, buscó una pajita, el zorro, y se la pasó por los bigotes para estar seguro, y cuando vio que no sentía nada, le dijo:
-Ahora, me la pagarás.
Agarró la vejía y la llenó de moscardones y se la ató en la cola del tigre. Después se subió a una loma y empezó a gritar:
-Son tres, no, son cinco, no, parecen más, como siete...
Entonce el tigre se despertó, y le dice:
-Siete ¿qué, sobrino?
-Siete perros que vienen con un cazador, tío.
-Por mi agüela -dijo el tigre, no le dejan hacer la digestión a gusto, a uno.
Y el zorro seguía gritando:
-Ya vienen llegando... ya llegan...
Y se trasladó para atrás de una loma para engañar al tigre.
En eso sintió el tigre el bramido que hacían los moscardones en la vejía, y pensó el tigre que eran los perros que venían llegando, y salió disparando. Y mientras más corría, le parecía que más cerca lo perseguían, hasta que cansado de correr se paró en un bañau y recién descubrió que era la picardía que le había hecho el zorro.
-Ya me la pagarás, sobrino de porquería -dijo- y se volvió con rabia, pero el zorro, después de llenarse con la carne de la ternera, se mandó a mudar, porque sabía que el tigre lu iba a perseguir.
-Desde hoy me cuidaré -dijo el zorro- y se escondía en un pajonal cerca del arroyo, y para bajar a tomar agua, se valía de un ardí para saber si estaba el tigre por ahí cerca. Antes de agacharse a tomar agua decía:
-Agüita, ¿te beberé? -y miraba para todos lados.
Un día, el tigre estaba escondido, y llegó el zorro y preguntó:
-Agüita, ¿te beberé?
-Y en eso el tigre le contesta:
-Bebeme, no más.
Entonces vio el zorro que estaba el tigre, y dijo:
-Agüita que habla no bebo yo -y salió disparando y se metió en la cueva.

Cleobulino E. Ojeda, 37 años. Los Tapiales. Pringles. San Luis, 1952.

Cuento 149. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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