Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 29 de noviembre de 2013

El bonzo y sus discipulos

Había una vez un bonzo que tenía un defecto en la nariz. Su voz resultaba tan cómica que provocaba la risa de todo el que lo oía.
Un día, el bonzo tenía que asistir a una reunión que se celebraba en un templo de la prefectura vecina. Como quería quedar bien delante de sus superiores, eligió de entre sus discípulos a los tres mejores para que le acompañasen. Antes de salir les hizo cambiar el kimono, afeitar la cabeza, revisó sus sandalias y al ver que todo esta­ba en orden les dijo:
-No olvidéis que la reunión de hoy es muy importante, portaros bien, haced las reverencias debidas y sobre todo actuad como yo.
Los tres jóvenes estudiantes asintieron y muy contentos por poder salir del templo, se propusieron no hacer enfadar al bonzo y obedecerle en todo.
Después de casi tres horas de camino, llegaron al templo del Gran Buda donde ya estaban esperándoles todos los demás bon­zos. Les dieron la bienvenida muy cortés­mente y pasaron a la sala principal. Allí les tenían preparada una exquisita comida en mesillas individuales. Los platos eran vegetarianos, ya que los bonzos no pueden comer carne. Había rábanos con salsa, pa­tatas cocidas con setas, etc... Todo era muy apetitoso y después de la larga cami­nata los discípulos tenían apetito, pero es­peraron a que el bonzo empezara, tal como éste les había dicho.
Al coger el bonzo los palillos, ellos tam­bién los cogieron, después tomó una colo­casia y, en ese momento..., al ser tan ba­bosa, se escapó de entre los palillos. Los jóvenes bonzos, al ver lo ocurrido, se apre­suraron a coger inmediatamente y hacer resbalar su respectiva colocasia.
El bonzo se apuró y sin saber qué hacer, fingió tos:
-¡Ejem, ejem!
Trató de disimular y la recogió por de­bajo de la mesa. Entonces, los tres fingie­ron tos y la recogieron al mismo tiempo.
Poco después, cuando todos terminaron de comer, el bonzo se levantó para hacer un pequeño discurso. Los discípulos, que no se perdían ninguno de sus actos, al mirarle se dieron cuenta de que en la meji­lla izquierda llevaba pegados unos granos de arroz. Enseguida buscaron restos de arroz en sus escudillas y se los pegaron en la misma mejilla...
El bonzo no podía resistir más esta bur­la. Como temía que al reñirles fuera peor, hizo ver que no se daba cuenta de nada. Sin embargo, por dentro se iba poniendo nervioso.
Cuando terminaron cada uno de ellos sus discursos, se dirigieron al oratorio, don­de estaba la estatua de Buda, se sentaron en cuclillas, con la espalda completamen­te recta y el librito de plegarias en las manos.
Como este bonzo era el mayor de ellos, le tocó dirigir la oración, se sentó al lado del tambor de madera, que se usa para acompañarse en los rezos budistas, y em­pezó a leer...
Pero al tener esta deficiencia nasal, no podía leer los sutras con claridad. Todos respondían lo debido menos los tres que repetían exactamente lo que deletreaba él.
El bonzo se enfadó mucho y exclamó:
-¡Basta ya! ¡Lean correctamente y con respeto!
Todos se rieron de ellos, el maestro es­pecialmente fue el hazmerreír en el orato­rio; le dio tanta vergüenza que les riñó de nuevo, pero ellos reproducían sus mismas palabras. Entonces, pensó que era mejor marcharse y se levantó atolondradamente. Lo hizo con tan mala suerte que se pisó los faldones y rodó por el suelo. Para imitarle, los tres también se cayeron.
El bonzo se puso colorado de aturdi­miento; corriendo salió a la calle y les gritó «tontos».
Rápidamente, ellos a coro repitieron «ton­tos» y le siguieron tan satisfechos de ha­berle obedecido en todo.

Explicaciones del cuento

Colocasia: Planta originaria de la India de hojas grandes y lanceoladas. Su raíz es un bulbo carnoso comestible que una vez co­cido es muy baboso y resbaladizo.

0.040.1 anonimo (japon) - 028

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