Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 14 de junio de 2013

Treinta colchones y un poroto

Esta es la historia de un príncipe que so­ñaba casarse un día con la princesa más princesa de todas las princesas. No que­ría saber nada con primas lejanas de un rey, cuñadas segundas de un duque ni nada parecido. Su esposa debía ser la legítima hija de un rey y una reina, que a su vez fueran hijos de reyes y éstos hijos de reyes, y así du­rante siglos.
El exigente príncipe recorrió tantos países como pudo, pero a pesar de que encontró muchas princesas en edad de casarse, ninguna era lo suficientemente noble para su gus­to. Y tras muchos años de búsqueda, se resignó a volver a su palacio y a morir en soledad.
Pocos días después de su regreso, una noche en que había una terrible tormenta, apareció a las puertas del palacio una joven muy bella, empapada de arriba abajo y con harapien­tas ropas. les contó a los guardias que era la princesa de un pequeño país cercano, y que estaba siendo perseguida por su tío, que quería obligarla a casarse con su hijo.
El príncipe le dio refugio, comida y trajes para vestirse. La princesa era muy delicada, tenía muy buenos modales en la mesa y una conversación educada e interesante. Pero nunca nadie había oído hablar de su reino, ni nadie podía asegu­rar con certeza que su historia fuera cierta.
Decidido a salir de las dudas, el príncipe tuvo una idea. Mandó a colocar treinta colchones de pluma apilados unos sobre otros, dos sábanas de seda, cuatro almohadones de plumón, una hermosa colcha de raso y oro, y escondido bien debajo de todo esto, un pequeño poroto.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, el príncipe le preguntó a la joven:
-¿Cómo ha dormido esta noche, princesa?
-¡Ha sido terrible! -contestó. ¡No me pude dormir en toda la noche! ¡Había un bulto en mi cama, estoy llena de moretones y me duele todo el cuerpo!
El príncipe se enamoró perdidamente de esta respuesta, y pidió su mano en el acto. La princesa, un poco extrañada, aceptó enseguida, ya que le había parecido buen mozo des­de el primer momento, aquella noche de tormenta.
Se casaron y fueron muy felices. Colocaron el poroto en una urna de cristal, y todavía es el tesoro más preciado de ambos reinos.

Cuento popular

Fuente: Azarmedia-Costard - 020

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