Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

jueves, 28 de junio de 2012

Mal ojo clínico

Era el médico de un reino en la frontera de la India y el Tíbet. Llevaba más de treinta años ejercien­do su profesión y se jactaba de su extraordinaria capa­cidad para descubrir una persona enferma nada más verla. Hasta tal punto era así, que se había vuelto arrogante y fatuo.
Cierto día, una de las más exquisitas bailarinas de la corte real fue a visitar al médico para proponerle que acudiese a una representación de danza en pala­cio. Era una mujer muy hermosa e iba con el rostro muy maquillado. El tono del maquillaje era amarillo. Nada más ser vista por el doctor, éste, siempre pre­suntuoso, aseguró:
-Está usted enferma.
La bailarina se sorprendió. Ella se sentía estupén­damente y gozaba de una extraordinaria salud.
-Sí, usted está enferma -repitió el médico, mi­rando minuciosamente su tez.
Tal era el convencimiento de su voz, que la baila­rina creyó al médico, aunque no sentía ningún males­tar. El médico le recetó unos medicamentos y le dijo que no dejara de tomarlos.
Aquella misma noche la primorosa mujer ingirió los medicamentos. Enfermó de tal modo que ni si­quiera pudo bailar ante el monarca. El rey, enfurecido, hizo llamar al vanidoso médico de la corte, y, vehe­mentemente, le pidió explicaciones. El médico, con voz temerosa y entrecortada, explicó:
-Señor, estoy verdaderamente avergonzado. Lle­vo tantos años contem-plando personas enfermas, que tomé por enfermo el rostro maquillado de la bailarina. ¡Tantos enfermos he visto que he dejado de ver a los sanos como sanos!

El Maestro dice: La arrogancia es la peor consejera, y la mente de aquellos que sólo ven lo negativo y enfer­mo terminará no disponiendo de ojos para apreciar lo hermoso y saludable.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),

Los tres cráneos

El las remotas regiones himalayas, un peregrino encontró tres cráneos e hizo conocer la noticia al monarca del reino. El monarca pidió los tres cráneos y se los entregó a su médico de cabecera, un hombre sapientísimo y de avanzada edad. Le dijo:
-Quiero que investigues a fondo en estos crá­neos y me digas cuál de sus propietarios era la mejor persona.
El médico sometió los tres cráneos a una rigurosa investigación. Después de unos días acudió a visitar al rey y colocó los tres cráneos sobre una mesa.
-Señor -dijo, ya tengo respuesta.
Señaló uno de los cráneos y dijo:
-Éste era el cráneo de la persona más bondadosa.
-Explícame la razón -ordenó el monarca.
El médico explicó:
-Cogí un cráneo y pasé un alambre por un oído, y el alambre salió directamente por el otro oído. Se trataba de un hombre al que las cosas que oía le entra­ban por un oído y le salían por el otro.
Tras una pausa, el médico agregó:
-Estudié el segundo cráneo y pasé un cable por un oído, y el cable salió directamente por la boca. Se trataba, sin duda, de una persona indiscreta que automáticamente contaba lo que había oído.
El monarca permanecía expectante. El médico añadió:
-Cogí el tercer cráneo y pasé el cable por un oído, y el cable emergió por debajo del cráneo en dirección al corazón. Esta persona elaboraba en su corazón aquello que escuchaba de los otros. Era, no cabe duda, la más bondadosa... y la más sabia.

El Maestro dice: No hay luz más radiante que la que emerge del corazón.

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india), 

Los sueños del rey

Había un monarca en un floreciente y próspero reino del norte de la India. Era rico y poderoso. Su padre le había enseñado a ser magnánimo y generoso, y, antes de fallecer, le había dicho:
-Hijo, cualquiera puede, por destino o por azar, tener mucho, pero lo importante no es tenerlo, sino saberlo dar y compartir. No hay peor cualidad que la avaricia. Sé siempre generoso. Tienes mucho, así que da mucho a los otros.
Durante algunos años, tras la muerte de su padre, el rey se mostró generoso y espléndido. Pero a partir de un día, poco a poco, se fue tornando avaro y no sólo empezó a no compartir nada con los otros, sino que comenzó incluso a negarse hasta las necesidades básicas a sí mismo. Realmente se comportaba como un pordiosero. Su asistente personal, que también lo había sido de su padre, estaba tan preocupado que hizo llamar a un rishi que vivía en una cueva en las altas montañas del Himalaya.
-Es increíble -se lamentó el asistente ante el rishi. Es uno de los reyes más ricos y se comporta como un pordiosero. Te estaríamos todos muy agradecidos si pudieras descubrir la razón.
El asistente le pidió al rey que recibiera al rishi. El monarca convino:
-De acuerdo, siempre que no vaya a solicitarme nada, ¡porque soy tan pobre!
El rishi y el monarca se encerraron en una de las cámaras del palacio. El rey iba vestido con harapos, sucio y maloliente, en contraste con el palacio esplendoroso en el que habitaba.
Incluso iba descalzo y ni siquiera lucía ningún adorno real.
-Estoy arruinado -se quejó el rey.
-Pero, señor, eres rico y poderoso -replicó el rishi.
-No me vengas con zarandajas -dijo el monarca. Nada puedes sacarme, porque nada tengo. Incluso cuando estos harapos se terminen de arruinar, ¿con qué cubriré mi cuerpo?
Y el rey se puso a llorar sin poder impedirlo.
Entonces el rishi entornó los ojos, concentró su mente y, como un punto de luz, se coló en el cerebro del monarca. Allí vio el sueño que tenía el rey noche tras noche: soñaba que era un mendigo, el más misérrimo de los mendigos. Y, de ese modo, aunque era un rey rico y poderoso, se comportaba como un pordiosero. Logró en días sucesivos enseñar al rey a que dominara sus pensamientos y cambiara la actitud de su mente. El monarca volvió a ser generoso, pero no consiguió que el rishi aceptara ningún obsequio.

*El Maestro dice: Tal es el poder del pensamiento. Así como piensas, así eres. Conquista el pensamiento, y te habrás conquistado a ti mismo.

004. Anonimo (india),

Las pescadoras .004

Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “¡Qué peste! No hay quién soporte este olor. Así no hay quién pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
-No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Cojan las canastas de pescado y utilícenlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

004. Anonimo (india),

Los orfebres

En una localidad de la India había un negocio de orfebrería donde trabajaban cuatro hombres que eran tenidos por muy piadosos y que siempre eran vistos con los signos del dios Vishnú pintados en la frente, un collar de semillas sagradas al pecho, un rosario en la mano y el nombre del Divino repitiéndose en sus labios. Las gentes de la localidad, impresionadas por tanta santidad, se habían convertido en generosos clientes del estable-cimiento. A éstos les agradaba mucho comprobar que cuando llegaban a la tienda, los cuatro orfebres repetían los nombres de distintas divinidades hindúes. Al llegar un cliente, uno de ellos exclamaba: “Keshava, Keshava”; un poco después, otro entonaba: “Gopal, Gopal”; a continuación, el tercero recitaba: “Hari, Hari”. Entonces los clientes, muy satisfechos con tanta santidad, hacían una buena compra, en tanto el cuarto orfebre decía fervoro-samente: “Hara, Hara”.
Todos estos términos son nombres de deidades del panteón hindú, pero los orfebres eran bengalíes y en su lengua tienen un segundo significado. Keshava quiere decir: “¿Quiénes son?”, que es lo que pregunta el primer orfebre; Gopal significa: “Un rebaño de vacas”, que es lo que contesta el segundo; Hari es: “¿Puedo robarles?”, que pregunta el tercero; Hara quiere decir: “Sí, róbales”, que es lo que declara el cuarto.

*El Maestro dice: Los falsos maestros aparentan santidad para enmascarar sus perversas intenciones.                   

004. Anonimo (india),

Los monos

Era un aspirante espiritual con mucha motivación, pero tenía una mente muy dispersa. Tuvo noticias de un sobresaliente mentor y no dudó en desplazarse hasta donde vivía y decirle:
-Respetado maestro, perdona que te moleste, pero mi gratitud sería enorme si pudieras proporcionarme un tema de meditación, puesto que tengo decidido retirarme al bosque durante unas semanas para meditar sin descanso.
-Me complace tu decisión. Ve al bosque y estáte contigo mismo. Puedes meditar en todo aquello que quieras, excepto en monos. Trae lo que quieras a tu mente, pero no pienses en monos.
El discípulo se sintió muy contento, diciendo: “¡Qué fácil es el tema que me ha proporcionado el maestro!; sí, realmente sencillo”. Se retiró a un frondoso bosque y dispuso una cabaña para la meditación. Transcurrieron las semanas y el aspirante puso término al retiro. Regresó junto al mentor, y éste, nada más verlo, preguntó:
-¿Qué tal te ha ido?
Apesadumbrado, el aspirante repuso:
-Ha sido agotador. Traté incansablemente de pensar en algo que no fuesen monos, pero los monos iban y venían por mi mente sin poderlo evitar. En realidad, llegó un momento en que sólo pensaba en monos.

*El Maestro dice: La mente es amiga y enemiga; es una mala dueña, pero una buena aliada. Por eso es necesario aprender a contener el pensamiento y poner la mente bajo el yugo de la voluntad.

004. Anonimo (india),

Los forenses

Se llamaba Vinay. Tuvo un ataque cardiaco y se desvaneció, pero todos creyeron que estaba muerto. Cuando lo iban a amortajar, recobró la cons-ciencia. Al ver que le habían tomado por un cadáver, recibió tal impresión que su corazón falló de nuevo y se des­mayó otra vez.
-Ahora sí que ha muerto definitivamente -dije­ron los presentes.
Llegaron los forenses y certificaron que había muerto.
El hombre fue colocado sobre las parihuelas y arropado con un lienzo. El cortejo fúnebre partió hacia la orilla del río, donde estaba preparada la pira para su incineración. Se colocó el cuerpo sobre la pira y a punto estaban de encender la misma cuando el hombre volvió a recobrar la consciencia y gritó:
-¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!
Había presentes un buen número de familiares, amigos y conocidos.
-¡No puede ser! -gritó la gente. Se ha certifi­cado que está muerto.
-¡Qué estoy vivo! -protestó Vinay despavorido.
Uno de los presentes reconoció a un notario entre los asistentes. Se dirigió a él y le pidió su pare­cer. El notario se volvió hacia la gente y dijo:
-Sumáis decenas de personas. Habéis sido testi­gos de lo que han dicho los expertos. Este hombre, ¿está vivo o está muerto?
Todos convinieron:
-Está muerto.
-Pues si todos vosotros sois testigos de que está muerto, es que está muerto. Que se encienda la pira.
Se encendió la pira y el cuerpo fue en unas horas reducido a cenizas.

El Maestro dice: Los esquemas y las preconcepciones empañan la realidad tal cual es.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),

Los eruditos

Iba a celebrarse un congreso sobre la mente al que tenían que asistir un buen número de eruditos especializados en el tema. Para tal fin, un grupo de ellos debía viajar de su ciudad a aquella otra en la que iba a tener lugar el acontecimiento. Para cubrir el trayecto, los eruditos tomaron el tren y consiguieron un compartimiento para ellos solos. Nada más acomodarse en el compartimiento comenzaron a hablar sobre la mente y sus misteriosos meca-nismos. El tren se puso en marcha. Todos proporcionaban sus pareceres y llegaron al convencimiento común y compartido de que lo más necesario era cultivar y desarrollar la atención mental.
-Sí, ya nada hay tan importante como permanecer alerta -declaraba uno de ellos enfáticamente.
-Se requiere el cultivo metódico de la atención -recalcaba otro.
-Hay que aplicarse al entrenamiento de la atención; eso es lo esencial -afirmaban algunos.
Así hablaban y hablaban sin cesar sobre la necesidad de estar atentos, vigilantes y perceptivos; sobre la conveniencia de establecerse en una atención despierta y plena.
El convoy seguía su monótona marcha. Pero una vía estaba en malas condiciones y descarriló sin que pudiera evitarlo el maquinista. El tren se precipitó por un enorme barranco, dando innumerables vueltas, hasta que al final se detuvo estrellándose en las profundidades del mismo. Los eruditos seguían polemizando acaloradamente, insistiendo en la necesidad de elevar al máximo el umbral de la atención, pero ninguno de ellos se había percatado del accidente. Declaraban que había que tener la mente tan atenta que ni el vuelo de una mosca pasara desapercibido. Seguían apasionadamente debatiendo sobre la mente y la atención, con sus cuerpos amontonados unos sobre otros, todos ellos ignorantes del percance.

*El Maestro dice: No es a través de la palabra ni la polémica como un ser humano asciende a la cima de la conciencia, sino a través de una motivación firme y una práctica inquebrantable.

 004. Anonimo (india),


Los dos sadhus


Se trataba de dos sadhus muy piadosos que acudieron a visitar a Ramakrishna, uno de los más grandes yoguis de la India. Se trataba de un padre y su hijo. Anhelaban reunirse con Ramakrishna para recibir la instrucción mística de este gran sabio. Estaban esperando en el jardín a que el maestro los recibiera, cuando de repente apareció una serpiente y picó al sadhu joven. El padre, muy alarmado, empezó a temblar y a dar gritos para que alguien les prestase ayuda. El hijo, sin embargo, permaneció muy sereno, impasible, como si no le hubiera mordido una peligrosa serpiente. Realmente sorpren-dido, el padre preguntó a su hijo:
-Pero, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?
El joven sadhu, muy calmadamente, repuso:
-¿Qué es la serpiente y a quién ha mordido?

*El Maestro dice: En una mente tocada por la conciencia de unidad, los reflejos no se confunden con la realidad.

004. Anonimo (india),

Los dos mozalbetes


Eran dos buenos amigos, jóvenes y desenvueltos, a pesar de que uno de ellos era ciego de nacimiento. En una ocasión, una buena mujer los invitó a meren­dar en su casa, pero el muchachito ciego estaba indispuesto y prefirió no asistir. En cambio, el amigo fue a la casa dispuesto a tomarse una buena merien­da. La mujer había preparado una enorme fuente de sabroso arroz con leche. El mozalbete comió hasta que no pudo más. Complacido, dio las gracias a la buena mujer y volvió junto a su amigo. El ciego pre­guntó:
-¿Qué tal era la merienda?
-¡No sabes cómo me he puesto! Me he tomado casi toda una fuente de arroz con leche.
-¿De qué color es el arroz con leche? -pre­guntó el muchachito ciego.
-Blanco, como la leche.
-¿Cómo es el blanco?
-Pues ¿qué te voy a decir? Es el color opuesto al negro.
-Tampoco sé cómo es el negro -se lamentó el ciego- ¿No puedes darme otra explicación?
Entonces el amigo que veía divisó una grulla blanca, salió corriendo, la atrapó y la trajo junto al ciego. Dijo:
-Esta grulla es blanca. Tócala.
El ciego acarició a la grulla.
-¡Qué suave es! -exclamó. Es decir, que el blanco es suave.
-Nó, no -replicó el amigo. Sigue pasando tu mano por la grulla a ver si logras captar el blanco.
El ciego pasó varias veces la mano a lo largo de todo el cuerpo del animalillo.
-¡Ya lo tengo! -dijo albordando el mozalbete. El blanco es sinuoso.

El Maestro dice: Para el que no puede todavía «ver», todo es sinuoso.

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india), 

Los dos místicos


Se trataba de dos amigos con una gran tendencia hacia la mística. Cada uno de ellos consiguió una parcela de terreno donde poder retirarse a meditar tranquilamente. Uno de ellos tuvo la idea de plantar un rosal y tener rosas, pero enseguida rechazó el propósito, pensando que las rosas le originarían apego y terminarían por encadenarlo. El otro tuvo la misma idea y plantó el rosal. Transcurrió el tiempo. El rosal floreció, y el hombre que lo poseía disfrutó de las rosas, meditó a través de ellas y así elevó su espíritu y se sintió unificado con la madre naturaleza. Las rosas le ayudaron a crecer interiormente, a despertar su sensibilidad y, sin embargo, nunca se apegó a ellas. El amigo empezó a echar de menos el rosal y las hermosas rosas que ya podría tener para deleitar su vista y su olfato. Y así se apegó a las rosas de su mente y, a diferencia de su amigo, creó ataduras.

*El Maestro dice: A lo que tienes que renunciar es al sentido de posesividad y a la ignorancia.

004. Anonimo (india),

Los dos fatuos

-Se encontraron cuando iban en dirección a un ashram [1] para recibir instrucción de un sabio. Querían ser iniciados por él y recibir los mantras sagrados.
-Yo he leído todo lo que hay que leer en las escri­turas. Lo sé todo, en realidad -comentó uno de ellos.
-A mí me pasa lo mismo. La verdad es que yo podría dar instrucción mística incluso al más exigente. He investigado en todas las filosofías y metafísicas. Poco debe haber que yo no sepa.
-Dispongo de tantos conocimientos que apabu­llo a los más doctos cuando hablamos de ello. He leído sobre todos los santos, yoguis y maestros. ¿Qué me quedará por saber?
-Es curioso -repuso su compañero-: también yo he leído a todos los santos. He adquirido los conocimientos del Buda, Shankaracharya, Ramanuja y tantos otros grandes seres. La verdad, yo podría ini­ciar a muchos aspirantes.
Llegaron hasta el ashram y, por separado, se en­trevistaron con el sabio. Después tuvieron ocasión de encontrarse de nuevo. Uno preguntó al otro:
-¿Qué tal?
-Este hombre tendrá mucha fama entre sus discípulos, pero es un verdadero ciego. Carece de visión clara. Se ha negado a iniciarme y no ha querido pro­porcionarme el mantra.
-Lo mismo ha hecho conmigo -repuso el otro. No tiene ningún discer-nimiento y no sabe por eso ver a los auténticos buscadores.

El Maestro dice: No se te proporcionan enseñanzas y mantras para robustecer tu ego, sino para caminar hacia tu Ser:

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),


[1] Comunidad espiritual.

Los dos caminos .004

Era un hombre mayor. Había decidido dejar su exis­tencia familiar y sorial para dedicar los últimos años de su existencia a la genuina búsqueda espiritual. Había sido un hombre de hogar y ya había cumplido esa etapa de su vida. Era llegado el momento de comenzar con la rigurosa investigación de la última realidad y hallar la inefable paz interior. Ése era ahora el objetivo dé su vida. Si no encontraba la paz, sentiría su vida como un fraca­so, a pesar de los logros ganados en la vida mundana. Pero había una cuestión que le inquietaba: ¿la liberación era el resultado del destino o del esfuerzo personal?
Como él mismo no lograba responderse, acudió a un maestro que todos tenían por muy sabio. Le expuso sus dudas, y el maestro dijo:
-Pues voy a decirte, amigo mío, que la liberación es el resultado del destino y del esfuerzo personal, o sea, del karma y de las condiciones que tú pongas para conseguir esa liberación. Tómate unos días para pen­sar en ello.
El hombre estuvo durante días y noches conside­rando las instrucciones del sabio, pero no lograba dilucidar su contenido. ¿No había una contradicción en tales instrucciones? Estaba tan confundido o más que al principio. ¿O la liberación es el resultado del destino o lo es del esfuerzo personal? ¿Cómo conciliar ambas actitudes?
Desolado, visitó al sabio de nuevo.
-Señor -dijo-, o la liberación es el resultado del karma, o la liberación es el resultado del esfuerzo personal, ¿no es así?
El maestro esbozó una sonrisa. Explicó:
-Está en el destino que tú hagas el esfuerzo per­sonal para hallar la liberación; pero es haciendo el esfuerzo personal como logras que esté en el destino que encuentres la liberación. ¿Te das cuenta, amigo? No hay contradicción.

El Maestro dice: No te pierdas en abstracciones y per­severa en la práctica, con genuina motivación. Si ello es tu destino o no, no te incumbe; pero lo que sí te incumbe es practicar espiritualmente y no cejar en el empeño.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),

Los dos artistas

Un escultor afamado extendió una invitación a un célebre pintor para que viniera a visitarlo. Cada uno vivía en una localidad de la India. El pintor aceptó la invitación y viajó hasta la casa del escultor. Se saludaron muy cordialmente. Al llegar la noche, celebraron una copiosa y sabrosa cena. Quien servía los platos era una bellísima mujer, a la que, por cier­to, el escultor había esculpido. El pintor, enseguida, se sintió prendado por esa atractiva mujer, voluptuosa y sonriente. El escultor se percató de ello y, alejándo­se unos minutos de la cena con una disculpa, preparó una broma al pintor. En su cuarto, semioculta detrás de un biombo, colocó la escultura, de tamaño natu­ral, de la fascinante sirvienta.
Acabada la cena, ambos hombres se despidieron. El pintor se dirigió a su habitación y se acostó. Estaba apoyado sobre la almohada, pensando precisamente en los encantos de la sirvienta, cuando la vio tras el biombo. Comenzó a latirle el corazón de amoroso estremecimiento. ¡Qué dicha tenerla en la habitación! Se levantó y fue hacia ella, en la semioscuridad. Cuando delicadamente cogió su mano, se llevó un gran chasco al comprobar que era de madera. Al punto se dio cuenta de la estratagema del escultor. Entonces preparó la suya. Se pintó a sí mismo, per­fectamente, sobre una de las pare-des de la habitación, representándose ahorcado, con los pies en el aire, el rostro pálido y desencajado, la lengua fuera y los ojos extraviados.
Por la mañana, a la hora del desayuno, compro­bando el dueño de la casa que su invitado no bajaba, acudió a su habitación. Llamó a la puerta varias veces, pero nadie repondió. Sigilosamente, el escul­tor abrió la puerta y, horrorizado, vio a su invitado ahorcado. Comenzó a temblar presa de la angustia. En ese momento, sin querer prolongar más la agonía del escultor, el pintor salió del armario en el que se ocultaba y ambos hombres se abrazaron efusiva­mente. Comentaron que, del mismo modo que se habían engañado, la vida era una engañosa función. Decidieron dejar fama, honores y actividades sociales y se hicieron renunciantes en los Himalayas, dispues­tos a seguir la senda de la autorrealización hasta el final de sus días.

El Maestro dice: En la cenagosa ruta del samsara (mundo fenoménico) los engaños se suceden. Dirige tus pasos hacia la meta espiritual, porque cuando llegue el momento de dejar esta envoltura fisica sólo contarás con el Dharma (la enseñanza mística).

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india),

Los dos anacoretas


Un anciano yogui estaba meditando a la orilla de un río sagrado. Otro yogui más joven quería impre­sionarlo. Le gritó desde la orilla opuesta del río y comenzó a cruzar caminando sobre las aguas, hasta llegar junto al anciano, que ni siquiera se inmutó.
-¿No te he dejado boquiabierto? -preguntó el joven.
-¿Cómo has conseguido este poder? -preguntó a su vez el anciano.
El joven anacoreta dijo:
-En verdad, te lo confieso, no ha sido fácil. He tardado doce años. He practicado mantras muy secretos, poderosos ejercicios de visualización, peni­tencias sin limite y una gran austeridad. Durante doce años he seguido una rigurosa ascesis en los Hima­layas. A veces he estado durante una semana apoyán­dome sobre una sola pierna o he mantenido un brazo en alto durante días.
-No dejas de sorprenderme -dijo el anciano.
-Luego te sorprendo, ¿verdad? -comentó lleno de arrogancia el joven. Ya sabía yo que te asom­braría.
-Si, amigo mío, me asombra que hayas hecho tantos esfuerzos durante doce años cuando hay una barca que nos cruza de un lado a otro del río por una rupia.

El Maestro dice: Si toda la energía que ponemos al servicio de nuestro ego, la enfocásemos hacia el Ser, nos iluminaríamos en menos de un año.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india),

Los dos amigos .004

Dos amigos emprendieron una excursión. Al llegar la noche se echaron a dormir uno al lado del otro. Uno de ellos soñó que habían tomado un barco y habían naufragado en una isla. Al despertar, comenzó a preguntarle a su compañero si recordaba la travesía, el barco y la isla. Se quedó atónito cuando el amigo le explicó que él no había tenido el mismo sueño. No podía creerlo. Pero ¡si era un sueño increíble! Se negaba a aceptar que el amigo no recordara la travesía, el barco y la isla.

*El Maestro dice: La persona común, atrapada en la cárcel de su ego, proyecta sobre los otros sus propios autoengaños.

004. Anonimo (india),

Los designios de karma


Sariputta era uno de los más grandes discípu­los del Buda y llegó a ser un iluminado de excep­cional sabiduría y sagaz visión. Viajaba propagan­do la Enseñanza, y cierto día, al pasar por una al­dea de la India, vio que una mujer sostenía en una mano un bebé y con la otra estaba dando una sar­dina a un perro. Con su visión clarividente e in­temporal pudo ver quiénes fueron todos ellos en una pasada existencia. Se trataba de una mujer ca­sada con un cruel marido que la golpeaba a menu­do. Se enamoró de otro hombre, pero entre su padre y su marido, poniéndose de acuerdo para ello, le dieron muerte. Ahora la mujer mantenía a un bebé en sus brazos, su antiguo amante, que fuera asesinado. La sardina era su despiadado ma­rido, y el perro, su padre. Todos habían vuelto a reunirse en la presente vida, pero en condiciones muy distintas.

El Maestro dice: Nadie puede escapar a sus ac­ciones; tal es el designio del karma.

004. Anonimo (india),

Los cisnes mensajeros


Prabhávati era la hija de Vajranabh, un rey-demonio del sur de la India, de extraordinaria crueldad, que se hallaba, a la sazón, en guerra con los reinos del nor­te.
Un día, la princesa escuchó que sus sirvientas habla­ban de un príncipe del ejército enemigo: Pradyumna, hijo del mismo Krishna. Las mujeres hablaban de sus virtudes guerreras y de su superioridad en comparación con otros hombres. La muchacha quedó impresionada por lo que oyó.
Como ya estaba en edad de contraer matrimonio, su pa­dre quiso buscarle un buen partido entre sus príncipes aliados; pero Prabhávati se negó a aceptar a ninguno.
En cierta ocasión, se dirigía a hablar con su padre, cuando escuchó voces en su habitación. Se escondió tras unas cortinas y pudo oír lo que éste le decía al sabio Narad, mensajero de los dioses. Su conversación versa­ba sobre Krishna.
-¿De dónde saca ese hombre las fuerzas? -quería sa­ber Vajranabh. Mis ejércitos son los mejores que exis­ten, pero nada pueden contra él.
-El secreto, majestad -reveló Narad, es que Krishna no es un mero mortal, sino una encarnación del mismo dios Vishnu. Creedme: debéis desistir de la guerra con­tra él, pues es verdaderamente invencible, debido a su condición divina.
-Sea quien fuere, no cederé ante sus ataques -afirmó el soberano.
Prabhávati, que escuchaba escondida, supo en aquel momento que Pradyumna, del que tanto había oído ha­blar, era hijo del propio Vishnu y decidió que nadie sino él conseguiría su mano. Pero guardó para sí este propó­sito pues, al fin y al cabo, Pradyumna era el hijo del ene­migo de su pueblo.
Mientras tanto, Vajranabh había decidido que era im­prescindible hacer algo para salvaguardar su reino. Se dedicó a severas penitencias para propiciarse al dios Brahma. Éste se sintió contento con su devoción y le concedió el don que se le pedía: que nadie pudiese entrar en su ciudad sin su consentimiento, cerrando así defi­nitivamente el camino a cualquier invasor.
En el instante en que Krishna supo esto, tuvo que imaginar un plan para convencer a su enemigo. Decidió mandar a su hijo, junto con algunos comediantes, para que entraran disfrazados en la ciudad de Vajranabh, con el propósito de acabar con él.
Para convencer a Pradyumna de que intentase la aven­tura, le habló de la belleza legendaria de Prabhávati y, para interesar a Vajranabh en el grupo de actores, se sir­vió de unos cisnes celestia-les, que llevaban y traían men­sajes.
Los cisnes llegaron al palacio de Vajranabh, cuando éste se encon-traba en los jardines, y se dirigieron a él:
-¡Os saludamos, majestad! -dijeron-. Verdaderamente es cierto lo que nos habían dicho y vuestra ciudad es una joya resplandeciente, un paraíso en la tierra.
El rey quedó asombrado de lo que escuchaba.
-Estoy presenciando una maravilla -afirmó sorpren­dido. ¡Cisnes que hablan!
-En un lugar tan maravilloso como vuestro reino, hasta los seres más necios se vuelven inteligentes, ma­jestad -fue la respuesta que le dieron los animales.
-Me complace lo que decís -declaró el rey. Quedad con nosotros, gozad de mis inmensos jardines y haced las delicias de mi corte con vuestra charla.
Así lo hicieron y pronto las aves divinas se granjea­ron el cariño y la admiración de todas las gentes de pa­lacio. Por fin, tuvieron ocasión de llegar a los aposentos de la princesa.
-¿Cómo es que vuestra bella princesa está aún solte­ra? -preguntaron a una de las sirvientes, en presencia de Prabhávati.
-Es totalmente por su gusto -contestó la sirviente. Pretendientes no le han faltado; y todos de muy buen lina­je. Pero nuestra princesa no ha querido ni oír hablar de ellos.
-Entonces -prosiguió uno de los cisnes- es inútil que yo trate de hablarle del valiente Pradyumna, ¿no es así?
Al escuchar este nombre Prabhávati cambió de acti­tud y se acercó al ave.
-¿Le conoces? -preguntó. Aunque nunca le he visto, él es mi elegido. Háblame de cómo es y de sus virtudes.
-Lo haré -aseguró el cisne. Te contaré mil historias sobre su carácter y sus aventuras. Pero, a cambio, ha­brás de hacerme un favor.
-Di -indicó la princesa.
-Cuenta a tu padre las maravillas que he visto. Quiero hablar con él y que se interese por lo que tengo que de­cirle.
-Así lo haré -accedió Prabhávati-. Ahora, háblame de mi amado.
De esta manera el cisne consiguió sus fines. Contó a Prabhávati muchos detalles de Pradyumna, que au­mentaron más si cabe el amor que por él sentía la joven y, al mismo tiempo, consiguió que Vajranabh se intere­sase por sus historias.
Cuando el monarca preguntó al cisne por esas mara­villas que había visto, el pájaro le describió paisajes y monumentos y, con gran habilidad, le informó de la exis­tencia de un grupo de actores que, con su interpretación, hacían las delicias de los mismos dioses. De inmediato, Vajranabh quiso ser testigo de su arte.
Algunos cisnes regresaron al norte a llevar la noticia y uno de ellos se encaminó a donde se encontraba Pradyumna.
-No tengo mucho tiempo, ¡oh, príncipe! -anunció al llegar. Pero he de comunicarte algo que te atañe direc­tamente. La bella Prabhávati, hija del rey Vajranabh, está enamorada de ti. Ha rechazado a muchos pretendientes y sólo te aceptará a ti por esposo.
Pradyumna quedó sorprendido al escuchar esto, pues ya conocía por referencias la belleza de la princesa.
"Me ha preferido a mi, al hijo de su enemigo, antes a que todos los príncipes de su raza", pensó. "En verdad, que es una mujer admirable."
-Cuando regreses a su lado -ordenó al cisne, di a Prabhávati que ahora sé lo que encierra su corazón y que no tendrá que aguardar mucho.
Pero quedó preocupado, pues no conocía aún el plan de su padre para apoderarse del reino de Vajranabh.
Entonces un criado le indicó que su padre le espera­ba para comunicarle algo importante.
En cuanto Pradyumna estuvo en su presencia, Krishna fue directamente al asunto.
-Hijo, es mi deseo que te dirijas a la ciudad de Vajranabh y que te unas a Prabhávati, su hija.
Pradyumna quedó sorprendido por el cariz que to­maban los acontecimientos.
-Pero, padre -preguntó, ¿cómo podré entrar allí sin el permiso de Vajranabh?
-Él desea presenciar la actuación de un grupo de ac­tores. Marcharás disfrazado, con guerreros de confian­za, y de esta manera lograrás llevar a cabo lo que te or­deno que hagas.
Los falsos actores marcharon a otra ciudad, donde actuaron durante varios días. La invitación de Vajranabh no se hizo esperar mucho.
Mientras tanto, el cisne informó a Prabhávati de que su amado Pradyumna vendría por ella, para que esca­paran juntos.
Los actores llegaron al palacio de Vajranabh y ac­tuaron en su presencia, deleitando al rey. Tras la repre­sentación, marcharon a unos aposentos especiales que se habían dispuestos para ellos.
Pradyumna quiso entonces asegurarse de que era cier­to el amor de Prabhávati y decidió penetrar en sus ha­bitaciones. Casualmente vio a una sirviente que llevaba una guirnalda de flores para la princesa. Haciendo uso de los poderes mágicos que le otorgaba el hecho de ser hijo de un dios, Pradyumna se convirtió en un insecto y voló hasta esconderse en la guirnalda de flores. De esta manera consiguió entrar en las habitaciones de Prabhávati.
Allí, la princesa, aguardaba el primer encuentro con su amado y su ansiedad le hacía hablar consigo misma.
-¿Cuánto más he de esperar? -se preguntó-. ¿Es cier­to que Pradumna vendrá a desposarse conmigo? Si no lo hace, si las palabras del cisne no son ciertas, de segu­ro que moriré de pesar.
El príncipe tuvo bastante con lo que había escucha­do y, recuperando su forma humana, se presentó ante la muchacha.
-Amada mía -le dijo, no necesito más pruebas de tu amor. He venido como te prometí y, si lo deseas, pode­mos efectuar aquí mismo nuestra boda.
Prabhávati, llena de emoción, no fue capaz de hablar y sólo pudo asentir con un movimiento de cabeza.
Usando el resplandor de una joya como fuego sagrado, ambos jóvenes llevaron a cabo los ritos que les unían en matrimonio.
Tras celebrar su noche de bodas, Pradyumna se con­virtió de nuevo en insecto y voló fuera de los aposentos de su esposa.
Ambos amantes se veían ahora en secreto, pero la si­tuación no tardó mucho en llegar a una crisis, pues los ejércitos de Krishna se aproximaron a la ciudad y la cer­caron.
Tuvo lugar entonces una cruenta batalla y Pradyumna, con sus fieles aliados, que seguían haciéndose pasar por actores, atacó a Vajranabh desde el interior de la ciu­dad, determinando así la victoria de los suyos en el com­bate.
Pradyumna fue el heredero de Vajranabh en su reino y lo gobernó con justicia durante muchos años, vivien­do feliz al lado de Prabhávati.

(Del Mahâbhârata de Vyâsa)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. Anonimo (india),

Los ciegos y el elefante


Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta cuando llegaron un buen número de ascetas de diferentes escuelas metafísicas y tendencias filosóficas.
Algunos sostenían que el mundo es eterno, y otros, que no lo es; unos que el mundo es finito, y otros, infinito; unos que el cuerpo y el alma son lo mismo, y otros, que son diferentes; unos, que el Buda tiene existencia tras la muerte, y otros, que no. Y así cada uno sostenía sus puntos de vista, entregándose a prolongadas polémicas. Todo ello fue oído por un grupo de monjes del Buda, que relataron luego el incidente al maestro y le pidieron aclaración. El Buda les pidió que se sentaran tranquilamente a su lado, y habló así:
-Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora os contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un maharajá que mandó reunir a todos los ciegos que había en Sabathi y pidió que los pusieran ante un elefante y que contasen, al ir tocando al elefante, qué les parecía. Unos dijeron, tras tocar la cabeza: “Un elefante se parece a un cacharro”; los que tocaron la oreja, aseguraron: “Se parece a un cesto de aventar”; los que tocaron el colmillo: “Es como una reja de arado”; los que palparon el cuerpo: “Es un granero”. Y así, cada uno convencido de lo que declaraba, comenzaron a querellarse entre ellos.
El Buda hizo una pausa y rompió el silencio para concluir:
-Monjes, así son esos ascetas disidentes: ciegos, desconocedores de la verdad, que, sin embargo, sostienen sus creencias.

*El Maestro dice: La visión parcial entraña más desconocimiento que conocimiento.

004. Anonimo (india),

Los brazaletes de oro


Había una mujer que, a fuerza de una actitud recta y percebe-rante, había obtenido grandes logros espirituales. Aunque desposada, siempre hallaba tiempo para conectar con su Realidad primordial. Desde niña, había lucido en las muñecas brazaletes de cristal. La vida se iba consumiendo inexorable-mente, como el rocío se derrite cuando brotan los primeros rayos del sol. Ya no era joven, y las arrugas dejaban sus huellas indelebles en su rostro. ¿Acaso en todo encuentro no está ya presente la separación? Un día, su amado esposo fue tocado por la dama de la muerte y su cuerpo quedó tan frío como los cantos rodados del riachuelo en el que hacía sus abluciones. Cuando el cadáver fue incinerado, la mujer se despojó de los brazaletes de cristal y se colocó unos de oro. La gente del pueblo no pudo por menos que sorprenderse. ¿A qué venía ahora ese cambio? ¿Por qué en tan dolorosos momentos abandonaba los brazaletes de cristal y tomaba los de oro? Algunas personas fueron hasta su casa y le preguntaron la razón de ese proceder. La mujer hizo pasar a los visitantes. Parsimoniosamente, con la paz propia de aquel que comprende y acepta el devenir de los acontecimientos, preparó un sabroso té especiado.
Mientras los invitados saboreaban el líquido humeante, la mujer dijo:
-¿Por qué os sorprendéis? Antes, mi marido era tan frágil como los brazaletes de cristal, pero ahora él es fuerte y permanente como estos brazaletes de oro.

*El Maestro dice: ¿A quién no alcanza la muerte del cuerpo? Pero aquello que realmente anima el cuerpo es vigoroso y perdurable.

004. Anonimo (india),

Los brahmanes y el león


En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; sólo tenía cordura. Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajemos.
Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:
-Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.
El segundo dijo:
-Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve a tu casa.
El tercero dijo:
-Esta no es manera de proceder. Desde chicos hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo. Tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.
Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:
-Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.
El primero dijo:
-Sé componer el esqueleto.
El segundo dijo:
-Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.
El tercero dijo:
-Sé darle vida.
El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir la vida, cuando el hombre cuerdo observó:
-Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.
-Eres muy simple -dijo el otro. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.
-En tal caso -respondió el hombre cuerdo, aguarda que me suba a este árbol. Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó a que se alejara el león para bajar del árbol y volver a su casa.

004. Anonimo (india),

Lo urgente


Era un príncipe. Renunció a lujos, fastos, riquezas y un reino para abocarse a la aventura interior. Halló la liberación definitiva e instruyó durante cuarenta y cinco años a los demás. Era Siddharta, antes un prínci­pe; después el Buda. No se perdía en abstracciones fi­losóficas ni en suposiciones metafisicas. Mostraba lo esencial para recorrer la vía hacia la liberación definiti­va. Trataba de evitar que los monjes y discípulos se extraviasen en divagaciones filosóficas o argumen­taciones y abstracciones metafísicas. Lo urgente es ca­minar hacia la liberación definitiva y no entrar en el laberinto intrincado de las opiniones, las suposiciones y las indagaciones sobre lo incognoscible.
El Buda declaró en una ocasión:
«Supongamos que uno viene y os dice: "Pues yo no seguiré la vida de pureza que enseña el Buda hasta que él no me aclare si el mundo es eterno o no es eterno, si es infinito o no es infinito; si el cuerpo y el alma son una misma cosa, o dos cosas distintas; si el Buda perdurará después de la muerte, o si no per­durará, o si perdurará y no perdurará al mismo tiem­po, o si ni perdurará ni dejará de perdurar." Ése sí que morirá antes de que el Buda pueda acabar de darle todas las explicaciones que pide. Es como uno que lo hubiesen herido con una flecha envenenada y sus compañeros y amigos y parientes hubiesen traído un cirujano para curarlo. Y el herido les dijese: "¡Ah, no! Nada de sacarme la flecha mientras que no sepa quién me ha herido: si es de casta de guerreros, de sacerdotes, de plebeyos o de siervos; cómo se llama y cuál es su linaje; si es alto, bajo o mediano..." Qué duda cabe que ése moriría antes de que pudieran contestarle a todas sus preguntas.»

El Maestro dice: No te pierdas en la maraña de suposiciones u opiniones. Dedica ese tiempo y energía al trabajo sobre ti mismo y evoluciona.

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india),

Lo esencial y lo trivial


Un hombre se perdió en el desierto. Estaba a punto de perecer de sed cuando aparecieron algunas mujeres que venían en una caravana. El hombre, al borde de la muerte, gritó pidiendo auxilio. Cuando las mujeres se aproximaron a él y lo rodearon, pidió urgentemente agua. Las mujeres empezaron a mirarlo con detenimiento y comenzaron a preguntarse cómo querría el hombre que le sirvieran el agua.
¿Preferiría en copa de cristal o en una taza?, ¿en un recipiente de oro o de plata?, ¿tal vez en una jarra?
Ellas hablaban y hablaban interesándose por el objeto, pero, entretanto, el hombre iba agonizando por la ausencia de agua.

*El Maestro dice: Hay un área de ignorancia en la mente humana que la inclina a lo irrelevante y trivial, obnubilando la conciencia de lo Real.

004. Anonimo (india),

Lealtad


Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado.
Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:
-¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá.
El rey sonrió con escepticismo.
Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo:
-Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno.
No duda de que su amigo volverá.
-¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca.
Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.
El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.
El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres.

*El Maestro dice: Deposita en tu capacidad de libertad interior la confianza del rehén y el camino te conducirá a la meta más alta.

004. Anonimo (india),