Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

Los cuatro estudiantes

12. Cuento popular

Éstos eran cuatro estudiantes que se hallaban una vez sin dinero pa comer. Y dijeron:
-Pues vamos a ver cómo sacamos cuartos pa comer.
Y entonces dijo uno de ellos:
-Pues miren ustedes, que yo pongo la carne.
-Muy bien, muy bien -dijeron los otros.
Y otro dijo entonces:
-Pues yo pongo el pan.
Y otro dijo:
-Pues yo pongo el vino.
Y el cuarto dijo:
-Pues yo pago la fonda pa que nos preparen todo.
Y va el de la carne a misa y sale de la iglesia muy guapo y va adonde está el pavero cuidando sus pavos y le dice:
-Oiga, usté, que dice el obispo que haga el favor de escogerle dos pavos de los mejores que tenga.
Y el pavero escogió de su manada los dos mejores pavos que había y se los entregó al muchacho. Y el estudiante le dijo:
-Ha dicho el señor obispo que después de misa se los pagará. El pavero dijo que estaba bien y se fué aquél con sus dos pavos pa donde estaban los otros.
Y entonces fué el del pan a una fonda y escogió una cesta y le pidió a la patrona un delantal blanco y fué a la panadería y le dijo al panadero que le pusiera allí una docena de bollos, una docena de galletas y unos cuantos churros. Y en la mano lle­vaba él un pezgote de pez. Y luego que el panadero le dió lo que pedía, cogió a correr con la cesta llena de bollos, galletas y churros. Y el panadero, cuando le vió correr, salió y le gritó:
-Oiga, usté, el de la cesta, espere un poco, que no me ha pagao.
Y al dobiar una esquina, sacó el pezgote y se lo puso en el ojo derecho, y cuando el panadero le vió, le dijo:
-Hombre, usté perdone; no es usté. Márchese us­té. El que se fué sin pagarme se ha escapao por aquí, pero no sé ande se habrá ido.
Y se fué el estudiante pa la fonda donde espe­raban los otros, y allí mandaron preparar todo. Y el otro pidió una botella de vino y comieron y bebie­ron a su gusto. Y después que comieron y se di­virtieron bien, la pidieron la cuenta a la patrona y ella les dijo que era sesenta reales. Y pronto dijo uno de los estudiantes:
-Voy a pagar yo.
-Y otro dijo:
-No; no pagas tú. Yo voy a pagar.
-Que no -dijo el tercero, que el que va a pagar soy yo.
-Que no y que no -dijo el cuarto; voy a pa­gar yo.
Y así estuvieron riñendo por largo rato, hasta que dijo uno de ellos:
-Bueno, pues miren ustedes. Vamos a taparle los ojos al ama, y el que ella pille, ése paga.
Y dijo el ama que estaba bien y le taparon los ojos. Y al momento que le taparon los ojos, se sa­lieron aquéllos a la calle y echaron a correr. Y la patrona andaba buscando a ver a quién pillaba y no encontraba a nadie. Y en ese momento subió su marido y le cogió y le dijo:
-Tú pagas.
Y le dijo él:
-Ya lo creo que tengo que pagar. Ya te la dieron. Te vieron cara de tonta y te la dieron.
Y pasó algún tiempo y el marido de la patrona todavía andaba buscando a los estudiantes. Y un día se encontró con uno de ellos y le dijo:
-Hombre, ¿te acuerdas que en tal tiempo comis­tes en mi casa con unos compañeros y no nos pa­gastes? Ahora tienes que pagar.
-Sí, sí -le dijo el estudiante, pero ya no están mis compañeros.
-Pero eso no importa. De todos modos tienes que pagar.
Y como no quiso pagar, fué el hombre y le de­mandó a juicio Y tuvieron que ir a presentarse de­lante del juez. Y el estudiante le dijo al hombre:
-Pero, hombre, mira que yo no puedo ir porque no tengo capa. ¿Como me voy a presentar delante del juez así sin capa y sin nada?
Y el hombre le dijo:
-Hombre, por eso no hay cuidao, que yo te pres­taré la mía. Vamos caminando. Y le prestó su capa al estudiante y se fueron adonde el juez.
Y llegaron a declarar y el juez le preguntó al amo de la ¡onda:
-Bueno, ¿qué pide usté?
-Pues, señor juez, que este muchacho comió en mi fonda hace ya unos meses con otros tres y no nos pagaron nada y no quieren pagar. Ahora dice que no paga porque los otros no están y qué sé yo.
Y entonces el juez le preguntó al estudiante:
-Y usté, ¿qué tiene que declarar?
-Que no, que no le debemos nada. Como si ahora dice ese señor que esta capa es suya, ¿va usté a crerle?
Y el otro dijo en seguida:
-Que sí; claro que es mía. Como que ahora mis­mo se la he prestao pa que viniera delante el juez. ¡Venga acá con ella!
-¡Vaya usté con Dios! -le dice el juez. Dice usté que este muchacho le debe por la comida en la fonda y que no le quiere pagar, y ahora quiere usté hacerme crer que todavía le ha prestao la capa. No, se­ñor; no, señor; ésa no pasa. ¡Vaya usté con Dios!

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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