Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

Juanito malastrampas

7. Cuento popular

Juanito era un muchacho muy pícaro que a todos les jugaba trampas, y por'eso la gente le decía Juanito Malastrampas. A todo el mundo le debía, a uno tres mil reales, a otro cuatro mil, a otro cinco mil, y así a todos.
Le apremiaban tanto las personas a quienes debía dinero, que un día discurrió hacerse el muerto para no pagar y que no le llevaran al presidio. Pues se hizo el muerto. Le llevaban al camposanto y le metieron primero en la iglesia. Allí dejaron el cuerpo una no­che, y a las doce de la noche entraron en la iglesia unos ladrones a robar. Robaron todo lo que pudieron.
Había un sastre a quien Juanito Malastrampas de­bía un real. Este sastre, cuando supo que Juanito se había muerto, se fué para la iglesia y en el camino decía:
-Tú no me has pagao el real y por eso te voy a quitar la mortaja.
Pero al entrar en la iglesia, vió a los ladrones y se metió debajo de las andas.
Cuando los ladrones creyeron que ya habían robao bastante para todos, se pusieron a repartir las alhajas y todo. Si eran trece ladrones hicieron catorce mon­tones. Entonces uno de los ladrones dijo:
-¿Para quién es este montón que sobra?
Y el cabecilla respondió:
-Ese montón es para el que le dé una puñalada al difunto.
Se acercó uno a darle la puñalada al difunto, y al levantar la mano con el puñal, Juanito Malastrampas dió un salto de la caja y gritó:
-¡Salgan todos los difuntos!
Y el pobre sastre que estaba escondido debajo de las andas, más muerto que vivo, respondió:
-¡Aquí estamos todos juntos!
Los ladrones se atemorizaron y salieron huyendo de la iglesia, y Juanito y el sastre se repartieron todo lo que los ladrones habían robao. Pero el sastre to­davía le decía a Juanito:
-¡Dame mi real! ¡Dame mi real!
Y los ladrones, que habían aparecido a la puerta de la iglesia, cuando oyeron la gritería por un real, dijeron:
-¡Caramba, que mejor es irnos! Aquí nos hacen pedazos por un real.
Y se fueron.
Juanito se fué para su casa con sus riquezas roba­das. Y un día compró dos conejos. Llegó un hombre y Juanito le dijo que esos conejos iban a buscar un hombre dondequiera que se encontrara. Y soltó uno de los conejos y le dijo que se fuera para la casa de un hombre a buscarlo. Y era la casa donde había com­prao el conejci, y por eso el conejo se fué derecho.
Entonces el hombre, cuando vió eso, le dijo a Jua­nito:
-Hombre, véndame usté ese otro conejo. ¿Cuánto quiere por él?
-Dos mil reales.
Le dió a Juanito los dos mil reales y se fué con su conejo. Otro día envió al conejo a buscar un ladrón que le había robao, pero el conejo no volvió.
Se fué en seguida a casa de Juanito para matarle. Juanito le vió venir y tendió a su mujer lo larga que era en el suelo, y le dijo que se hiciera la muerta. Entonces colgó sobre ella las tripas de un carnero que todavía chorreaban sangre.
Llegó el hombre y preguntó por Juanito. Salió Jua­nito y a vista del hombre cortó con un cuchillo las tripas del carnero, salió la sangre y así creyó el otro que había Juanito matao a su mujer. Iba el hombre a salir huyendo de la casa, pero Juanito le dijo:
-Aguarde usté un momento, que voy a revivir a mi mujer.
Cogió una flauta y se puso a tocar. Conforme iba tocando, la mujer comenzaba a menear la cabeza, y al último toquido de la flauta se puso de pie. El otro estaba maravilloso y le dijo a Juanito:
-¿Cuánto quiere usté por esa flauta?
-Cuatro mil reales.
Y Juanito se la vendió.
Se fué aquél con su flauta para su casa y le dijo a su mujer que en vez de reales traía ahora una flauta que resucitaba a los muertos. En seguida cogió un cuchillo y destripó a su mujer, la cual cayó al suelo muerta. Entonces cogió su flauta y empezó a tocar. Pero la mujer no resucitaba. Tocó y tocó, pero la mujer no resucitó.
Cuando vió el nuevo engaño de Juanito Malastram­pas, se decidió ir a buscarle con unos amigos suyos para que no se les pudiera escapar. Fueron y le co­gieron, y le metieron en un saco para echarle al mar. Al pasar por una tarberna, le dejaren allí fuera en el saco y entraron a beber unas copas. En eso pasó por allí un pastor que pasteaba un rebaño. Y Juanito Malastrampas estaba gimiendo:
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
-¿Qué hay, hermano? -le preguntó el pastor.
-Que me quieren casar con la hija del rey y yo no quiero.
-Pues yo sí me caso. Yo me meteré en el saco.
Entonces el pastor desató el saco, salió Juanito Malastrampas y se metió el pastor. Juanito entonces ató bien el saco y se fué con las ovejas como dueño de ellas.
Volvieron los otros, cargaran con el saco y lo echa­ron en el mar y se ahogó pobre pastor.
Y al otro día pasó Juanito Malastrampas por el pue­blo con su rebaño de ovejas, y los que creían que le habían echao en el mar estaban muy maravillaos.
-Hombre -le decían, ¿que no le tiramos en el mar? ¿Cómo es que ahora anda por aquí con tantas cabras y tantas ovejas?
Y él respondió:
-¡Nada, señores! Si en el mar las he cogido.
Y como iba a la orilla del mar y el rebaño se reflejaba en el agua, les dijo:
-Miren ustedes. Si está lleno el fondo del mar de cabras, ovejas y carneros.
Y entonces todos ellos se tiraron para salir con rebaños, pero todavía no han salido.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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