Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

Juan tonto y maría la lista


9. Cuento popular

Juan Tonto y María la Lista estaban casaos. Él era el hombre más tonto del pueblo y su mujer era la más lista. Vivían en el pueblo de Cuevas y todos los días tenía que ir el marido a Peñafiel a las tiendas.
Y un día salió Juan pa Peñafiel y le dijo a su mujer:
-Bueno, mujer, dime qué quieres que te traiga.
Y ella le dijo:
-Quiero que me traigas un cochinito.
Y se fué Juan pa Peñafiel. Compró el cochinito y se vino con él pa su pueblo. Y al salir de Peñafiel, le dió un azote en el c y le dijo:
-Anda, anda; vete ande la María, que ella te tendra el duerno ai detras de la puerta.
Y se fué él solo pa su casa. Y al llegar a su casa, le dijo a su mujer:
-¿Ha venido el cochinito?
-¿Qué cochinito? -le dijo ella.
-Pues, hija, si he comprao un cochinito muy gor­dito, y le he dao un azote en el c y le he dicho que se vendría ande la María. Y le dije que ya le tendrías el duerno detrás de la puerta.
Y la mujer le dijo:
-¡Tonto, más que tonto! ¿Cómo iba a venir solo el cochinito? ¡Tonto, más que tonto! Tenías que ha­berle atao al rabo de la burra, tonto.
Güeno, pues que otro día le envió la mujer a Peña­fiel y le dijo que compraría una caldera. Y se fué Juan pal pueblo y llegó y la compró. Y la ató al rabo de la burra y así se fué pa su casa. Y al llegar a Cuevas, salió su mujer y vió que traía la caldera toa rota atada al rabo de la burra y le dijo:
-Pero, tonto, ¿no ves que traes la caldera toa rota?
-Pues, mujer, ¿no me has dicho que tenía que haberla atao al rabo de la burra?
-El cochinito dije que tenía que haber atao al rabo de la burra, no la caldera, tonto. Eres tonto, más que tonto. La caldera tenía que haberla traído puesta a la cabeza.
Y otro día salió otra vez pa Peñafiel y le dijo su mujer que le compraría un pez pa arreglar la cal­dera.
Y fué Juan y compró el pez y se lo puso a la cabeza y salió pa su casa. Y en el camino hacía mu­cho calor y se derritió todo el pez y llegó tno lleno de chorreteras hasta la panza de la burra. Y cuando se fué a apear, estaba pegao a la burra. Y María al verle, le dijo:
-Pero, tonto, ¿qué has hecho? Eres tonto, más que tonto. Tenías que haberlo traído envuelto en un tra­pete mojao con agua y de en cuando en cuando mo­jarle con agua en las fuentes.
-Pues, hija, ¿no me has dicho que lo traería pues­to a la cabeza?
-La caldera, que no el pez, tonto.
Y otro día le dijo María que fuera al pueblo a comprar sal. Y le dió un talego pa que echaría la sal. Se subió Juan en la burra y se fué. Y allá compró la sal y la echó en el talego. Y lo envolvió en un trapete que se halló en el camino y así lo venía mojando en todas las fuentes del camino. Y cuando llegó a Cuevas ya la sal toda se había salido con el agua. Y cuando la mujer fué a sacar la sal, no había nada y le dijo a Juan:
-Pero, hombre, ¿qué has hecho ahora? Si no hay nada sal.
Y él la dijo:
-Pues, hija, si yo la traía bien envuelta en ese trapete y en todas las fuentes la he venido mo­jando.
-Tonto, más que, tonto. Por eso no ha llegao nada. Toda se ha salido con el agua, tonto. No sé qué hacer contigo, tonto. Eres tonto, más que tonto.
-¿No me has dicho que vendría mojando el tra­pete en las fuentes?
-El pez, que no la sal, tonto. La sal tenías que haberla traído en las alforjas.
Conque otro día envió María a Juan a comprar unos cacharros. Y fué Juan al pueblo y los compró y se vino pa su casa con los cacharros bien metiditos en las alforjas. Y cuando llegó, todos estaban rotos. Y cuando la mujer los sacó y vió que todos estaban rotos, dijo:
-¡Ay, Dios mío! ¡Lo de siempre! Con este tonto no se puede hacer nada.
Y él la dijo:
-Pues, hija, ¿no me has dicho que echaría los ca­charros en las alforjas?
-La sal, que no los cacharros, tonto.
Y ai con ésa ya la mujer no quiso enviarle otra vez a las tiendas. Y le dejó en la casa para que cuidara una pava que tenían echada con muchos huevos, y se fué ella a las tiendas.
Y luego que María se fué, cogió Juan a la pava y la mató y la guisó y se la comió. Y luego fué él y se metió en el nido a sacar los huevos. Y llegó su mujer de Peñafiel y como él no bajaba, le gritaba:
-Baja, hombre, a meter la burra.
Y Juan la gritó desde arriba:
-¡Estoy en clo! Estoy en clo!
Y bajó ella de la burra y subió a ver qué había, y le halló echao sobre los huevos, la mitá rotos. Y la mujer se desesperó y dijo:
-¡Dios mío! ¡Dios mío! Todo lo haces mal, Juan Tonto. Eres más que tonto.
Y entonces, otro día le envió la mujer por leña, y le dijo que subiría en la burra. Y fué Juan Tonto y se subió en la burra y ai se quedó en la cuadra, sin salir al monte. Y se estuvo todo el día. Y cuando vió la mujer que no volvía, fué a la cuadra y le vió subido en la burra y le dijo:
-Pero, hombre, ¿qué estás haciendo ai?
-¿No me has dicho que me subiría en la burra?
-Te he dicho que te subirías en la burra pa ir a por leña. No te he dicho que te estarías todo el día en la cuadra, tonto. Eres tonto, más que tonto. Todo Io haces mal, Juan Tonto.
Y otro día fué ella misma y le subió en la burra y la sacó de la cuadra y la puso en marcha pal monte. Y como la burra sabía el camino, llegó Juan al monte. Y allá se apeó de la burra y empezó a cortar leña por toas partes. Y llegaron los guardias y le dijeron que no cortara por ai, que cortara solamente en un lugar. Y Juan Tonto no les hacía caso y seguía cor­tando leña por toas partes. Y vinieron entonces los guardias y mataron a Juan Tonto.
Y cuando ya no volvió Juan a casa, la mujer fué a ver por qué no venía y le halló muerto en el monte.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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