Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 23 de octubre de 2012

El duende bernardo y la isla de cristal

Érase una vez un duende verde, llamado Bernardo, a quien le gustaba jugar mucho y que por mascotas tenía dos perros y un gato. Pero con quien mas le gustaba jugar era con uno de los perros: Pinky. Le encantaba ir con él a todas partes, incluso de viaje. Cuando se iba a Hawai con sus padres se llevaba el perro.
Lo que más le fastidiaba era que nunca se podía ir sólo sin sus padres lejos de casa, que no era nada normal, pues era una seta (una casa de duendes). Un buen día decidió escaparse. Quería irse de viaje a una isla donde todo era de cristal: las casas, los arboles, el mar, las palmeras, todo...
El problema era que no tenía ninguna balsa o barco. Como su perro Pinky era muy listo y el duende tan pequeño, decidió que podía viajar por el mar en su lomo. Después de nadar unos cuantas millas se encontraron con una tormenta. El duende se puso muy nervioso y Pinky también, pues nunca salían de la seta, su casa, cuando había una tormenta tan grande.
Después de muchos sustos y mucho miedo consiguieron llegar a la isla y se quedaron con la boca abierta porque el duende Bernardo creía que la gente de allí era como él, pero se equivocó, por que la gente de esa isla eran aves, y unos pájaros muy raros.
El duende traía del bosque muchas cosas valiosas y podía venderlas a buen precio por que todo allí era de cristal y se rompía con facilidad. Además el duende Bernardo traía unos zapatos con unas campanillas en la punta, unos disfraces y su gorro de la suerte. Por fin todo lo vendió. ¡Ah, pero no vendió a su perro! pues era su mejor amigo.
Lo que más le apetecía ver de la isla era ver el palacio real, alquiló un coche de duende, compró un poco de comida y se fue camino al palacio real, por que, estaba a varios kilómetros de la ciudad. Cuando vio a su Majestad se quedó asombrado por que llevaba ropa totalmente distinta a la suya. Le pidió de rodillas a su Majestad que le diera cobijo durante una noche y al día siguiente se iría sin molestar.
Al día siguiente se fue con su coche de duende, volvió al mar, se subió en el lomo de Pinky y volvió a su amado bosque. Sus papás le esperaban impacientes y cuando regresó, los padres de Bernardo le prometieron que se podría ir todas las tardes después del colegio a jugar con sus amigos.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

999. Anonimo

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