Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

Una vida honrada, un corazón generoso y un carácter alegre

Escuchad ahora mi historia:
Cuando era joven, trabajé durante un año para un campesi­no. Acabado el año, me pagó con una moneda de cinco cénti­mos. La cogí, me acerqué al pozo y la eché al agua diciendo: 
-Si he trabajado bien, la moneda volverá a la superficie; si he traba­jado mal, se irá al fondo.
Y la moneda se fue al fondo.
Trabajé otro año para el campesino y de nuevo recibí como paga una moneda de cinco céntimos.
Fui hacia el pozo, tiré dentro la moneda y dije:
-Si he trabajado bien, la moneda volverá a la superficie; si he trabajado mal, se irá al fondo.
Y la moneda se fue al fondo por segunda vez.
Trabajé un tercer año con aquel campesino y volví a recibir una moneda de cinco céntimos. La cogí, la tiré al pozo y dije:
-Si he trabajado bien, la moneda volverá a la superficie; si he trabajado mal, se irá al fondo.
Y me quedé maravillado: ¡mis tres monedas flotaban en la superficie del agua! Entonces cogí mi dinero y me fui a correr mundo. Había dado unos pocos pasos cuando apareció frente a mí un ratón:
-Amigo mío -dijo el ratón, ¿serías tan amable de darme una moneda? La necesito para pagar un impuesto. Te recom­pensaré, sin duda, y te agudaré cuando te haga falta.
Pensé para mis adentros: «¿Y por qué no? Puedo comprar pan y sal con dos monedas. Quiere decir que echaré de menos el vino».
Y así le di al ratón la moneda que me pedía.
Había dado unos pocos pasos cuando me encontré con una langosta.
-Amigo mío -dijo la langosta, ¿serías tan amable de darme una moneda? La necesito para pagar un impuesto. Te recom­pensaré, sin duda, y te ayudaré cuando te haga falta.
Pensé para mis adentros: «¿Y por qué no? Puedo comprar pan con una moneda, así que echaré de menos la sal».
Y así le di a la langosta la moneda que me pedía.
Pocos pasos más adelante, me encontré con un escarabajo.
-Amigo mío -dijo el escarabajo, ¿serías tan amable de dar­me una moneda? La necesito para pagar un impuesto. Te re­compensaré, sin duda, y te ayudaré cuando te haga falta.
Y pensé para mis adentros: «¿Por qué no? ¡Por una palabra amable, la gente siempre me dará algo de comer y echaré de me­nos el resto!».
Y así que le di al escarabajo la última moneda que me que­daba.
Sin una moneda en el bolsillo, seguí por mi camino y llegué al palacio del rey. El rey de aquel país tenía sólo una hija, una princesa triste que no reía nunca. Y el rey había proclamado, a bombo y platillo, que si alguien lograba hacer reír a la princesa, él le concedería la mano de su hija y la mitad de su reino.
Pensé para mis adentros: «¿Por qué no intentarlo? ¡No tengo siquiera una moneda ni quiero un reino, pero puedo hacer reír a la princesa!».
Lo primero que hice fue reunir a los deudores que me habían prometido aguda en caso de necesidad. Le pedí al escarabajo que tocase el tambor y a la langosta que bailase con el ratón. Cuan­do la princesa triste los vio, se descoyuntó de la risa. Rió la prin­cesa, rió el rey, rió toda la corte. El escarabajo, la langosta y el ratón eran felices y yo me sentía alegre como un grillo.
Me casé con la princesa. ¡Y qué boda celebramos! Sin una moneda en el bolsillo, organicé una fiesta espléndida; sin poseer siquiera una moneda, me convertí en yerno del rey.
Después de la boda, goberné a mi pueblo con sabiduría, ayudé a los pobres y quise a todos desde lo más profundo de mi corazón.

Fuente: Gianni Rodari

145. anonimo (estonia)

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