Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

Signe y el príncipe linni


Había una vez un reino en el que vivían un rey y una reina. El rey se llamaba Ring, pero nadie recuerda el nombre de la reina. La pareja real tenía un solo hijo, un joven muy hermoso que se llamaba Linni.
En el mismo reino, en una mísera casucha, vivía un hombre pobre con su mujer y su única hija, de nombre Signe. Un día, el príncipe salió de cacería por el bosque junto con sus amigos. Ca­zaron durante toda la jornada y, por la noche, cagó sobre el bos­que, de improviso, una tupida niebla. El príncipe, que se había separado del resto de sus compañeros, no supo cómo volver.
Cazadores y pajes lo llamaron y lo buscaron inútilmente por todo el bosque hasta medianoche. Después volvieron a casa so­los. El rey ordenó de inmediato que saliesen a buscar a Linni por todos los rincones del bosque. Durante tres días, varios grupos de criados buscaron al príncipe, pero fue en vano. El rey enfer­mó de dolor. Lanzó un bando en el que prometía la mitad de su reino como premio a quien encontrase y trajese de nuevo a casa al príncipe Linni.
Cuando Signe se enteró de que el príncipe se había perdido, le pidió a su padre y a su madre que le diesen una bolsita con ali­mentos y un par de zapatos nuevos porque, dijo, también ella quería ir a buscarlo.
Y así Signe partió. Después de mucho caminar, un día llegó finalmente a un bosque muy espeso. En medio de este bosque había una gran caverna. La pequeña Signe se armó de valor y entró. ¿Y qué vio allí dentro? Vio dos camas. Sobre una de ellas había una colcha recamada en plata; sobre la otra, una colcha recamada en oro. En la cabecera de esta segunda cama había pintados unos cisnes y, debajo de ellos, una inscripción formada por letras misteriosas. Y en la cama yacía el príncipe desapareci­do. Dormía profunda-mente. La pequeña Signe se le acercó e in­tentó despertarlo: pero todo fue en vano, porque estaba hechi­zado. De repente, la muchacha oyó que algo se movía en la entrada de la caverna. Apenas le dio tiempo a esconderse detrás de la puerta y entraron dos brujas. La más anciana comenzó de repente a gritar:
-¡Ego! ¡Ego! Siento olor a cristianego.
Pero la más joven la calmó diciendo:
-Que no, que es nuestro joven príncipe.
Las dos brujas se acercaron a la cama del príncipe y grita­ron:

¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!

Los cisnes pintados en la cabecera de la cama comenzaron a cantar y el príncipe Linni se despertó. La más joven de las brujas le preguntó:
-Linni, ¿quieres comer?
-No, bruja, no quiero.
-Linni, ¿quieres casarte conmigo?
-No, bruja, no quiero.
Entonces la bruja se enfureció y esta vez gritó:

¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
que el príncipe Linni no despierte tanto!

Los cisnes comenzaron a cantar y Linni se durmió de nuevo. Las dos brujas cenaron y después se acostaron a dormir en la cama con la colcha recamada en plata.
A la mañana siguiente, antes de amanecer, las brujas se le­vantaron. Se acercaron a la cama del príncipe y gritaron:

¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!

Los cisnes comenzaron a cantar y el príncipe Linni se des­pertó. La bruja más joven dijo:
-Linni, ¿quieres comer?
-No, bruja, no quiero.
-Linni, ¿quieres casarte conmigo?
-No, bruja, no quiero -repitió el príncipe. La bruja se enfureció de nuevo y gritó:

¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
que el príncipe Linni no despierte tanto!

Los cisnes comenzaron a cantar y Linni se durmió de nuevo.
Las brujas desayunaron y se fueron.
En cuanto se fueron de la caverna, Signe salió de su escondi­te detrás de la puerta y gritó:

¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!

Los cisnes cantaron, el príncipe se despertó y no daba crédi­to a sus ojos; ante él, en lugar de las brujas, había una hermosa mucha-cha. Signe le dijo al príncipe quién era y por qué se en­contraba allí. Y el príncipe le contó a la muchacha lo que le ha­bía ocurrido en el bosque, cómo lo habían capturado las dos brujas y cómo lo habían llevado a su caverna porque querían que se casase con la más joven de las dos.
Entonces Signe dijo:
-Cuando esta noche la bruja te ofrezca de comer, come, ~ cuando te pida que te cases con ella, dile que sí, siempre que te explique qué significa lo que está escrito en la cabecera de la cama g qué hace durante todo el día en el bosque.
El príncipe prometió que haría lo que la muchacha le reco­mendaba. Encontraron después un tablero y jugaron al ajedrez.
Cuando oscureció, Signe le pidió al príncipe que se durmiese y volvió a su escondite detrás de la puerta.
Poco después, regresaron las dos brujas. Encendieron el fue­go y prepararon algo de cenar. La más joven se acercó a la cama del príncipe, lo despertó y le dijo:
-Linni, ¿quieres comer?
-Sí, gracias.
Cuando el príncipe acabó de cenar, la bruja dijo:
-Linni, ¿quieres casarte conmigo?
Y el príncipe respondió:
-Sí, siempre que me digas qué significa lo que está escrito en la cabecera de mi cama.
La bruja respondió:
-Es una fórmula mágica que significa:

Vuela, camita, vuela, sí,
llévame ya lejos de aquí.

Después de darle las gracias, el príncipe le preguntó:
-¿Qué hacéis todo el día en el bosque?
Y la bruja respondió:
-Cazamos pájaros y animales salvajes g, para descansar, nos sentamos bajo una encina y jugamos con nuestro huevo de la vida.
-¿Qué es vuestro huevo de la vida?
-Es el huevo que contiene nuestra vida. Si se rompe, para no­sotras significa la muerte.
El príncipe dijo entonces que le apetecía dormir. Las brujas lo llevaron a la cama y, a su vez, también ellas se fueron a dormir. Por la mañana, se despertaron, desayunaron y se fueron al bosque.
En cuanto se cerró la puerta, Signe salió de su escondite, des­pertó a Linni y dijo:
-Debemos ir ya al bosque a buscar a las brujas. Lleva tu lan­za. Cuando comiencen a jugar con el huevo de la vida, debes apuntar y dar justo en él. Si fallas, recuerda que para nosotros será terrible.
El príncipe cogió su lanza y ambos, Signe y Linni, subieron a la cama y dijeron:

Vuela, camita, sin vacilar,
al bosque ya nos debes llevar.

En cuanto pronunciaron estas palabras, la cama se elevó, los transportó al bosque y se detuvo bajo una gran encina. Signe le dijo al príncipe que subiese a la copa del árbol: desde allí arriba podría ver a las brujas jugando con el huevo de la vida en un pe­queño prado, no muy lejos de allí. Linni alzó su lanza, la dispa­ró con fuerza contra el huevo, dio en el blanco y lo rompió en mil pedazos. Y, en el mismo instante, las brujas cageron muertas al suelo.
Linni y Signe, en su cama mágica, volaron hacia la casita donde vivían los padres de la muchacha.
A la mañana siguiente, Signe acompañó al príncipe al pala­cio. El rey, fuera de sí de la alegría, quiso conocer enseguida toda la histo-ria. Después de escucharla, donó la mitad de su rei­no a la hija del pobre campesino. Signe se casó con el príncipe Linni y vivieron felices.

151 anonimo (islandia)

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