Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

domingo, 5 de agosto de 2012

S’era d’escorca


Desde muy temprano, apenas empezaba a asomarse el sol sobre las montañas que rodean los parajes de Escorca, llegaban a la era los cárros cargados de gavillas. El crujir de los arma­tostes cesaba al borde del gran círculo de tierra, sobre el que muy pronto quedaban esparcidas las espigas, doradas y henchi­das de un grano abundante.
Los hombres y mujeres de la era, bajo la sombra de sus som-breros de palmito, una vez cerciorados de que s'estesa de las espigas era uniforme a lo largo y ancho de toda la superficie, se quitaron los manguitos, los maneguins, que protegían sus ante­brazos y buscaron la sombra de un algarrobo. El sol calentaba ya como para tostar convenientemente la mies, mientras los traba­jadores engullían la primera comida sustanciosa de la jornada. Anchas rebanadas de pan, recubiertas de sobrasada y gruesas lonchas de queso, se acompa-ñaban con aceitunas, picantes guin­dillas y largos tragos de vino, de agua fresca de la jarra o de mesclat, primitivo compuesto a base de palo y cazalla, considera­do como elemento necesario para poder resistir la jornada de trabajo que se iniciaba bajo el inclemente sol de julio.
Los carretons, rodillos estriados, de piedra caliza, estaban engan-chados a las bestias sobre la superficie de la era y muy pronto, empezaron a batre de galop, agotadora trilla consistente en macha-car espigas y dejar la siega triturada, para poder aven­tarla luego con las forques, de tres, cuatro o cinco puntas que, trabajando a favor del viento, acabarían por separar el grano de la paja des-menuzada. Era el momento cumbre de la jornada. To­dos, hombres y mujeres, estaban en constante actividad. La agi­tación, el ritmo de la faena, el sofocante calor y la atmósfera, irrespirable casi, saturada de uñ irritante polvillo de paja y tie­rra que se pegaba a los sudados rostros y se agarraba a las gar­gantas, elevaban la excitación de los trabajadores hasta un grado difícilmente reprimible.
Las continuas rondas de mesclat y la tozudez de la bestia en no mantener un ritmo constante, eran el origen de las primeras maldiciones y de las sonoras blasfemias que acompañaban el vue­lo de la certera pedrada a las orejas del mulo, terco y cachazudo.
Fue entonces cuando desde el encinar cercano, llegaron los sones de la campanilla con la que el monaguillo iba avisando la proximidad del Santo Viático, por el camino que pasaba bor­deando la era. Algún olvidado pastor, un pobre carbonero tal vez, a punto de salir de su miserable cabaña para trasponer el umbral de la eternidad iba a recibir el auxilio del cuerpo de Dios que el párroco de la vecina iglesia le llevaba sin desmayo, por aquellos agrestes parajes.
Nadie en la era paró mientes en la campanilla; nadie se dio por enterado del aviso del monaguillo; nadie, en fin, quiso sus­pender su trabajo ni descubrir su cabeza al paso del sacerdote. La mula continuaba trotando, animada con gritos y maldiciones, y no cesaron tampoco las intencionadas coplas, cargadas de ma­licia, que venían cruzando mozos y mozas, entre trago y trago de aguardiente, Casi ni se enteraron del crujido sordo de la era bajo sus pies. Sólo cuando en la tierra se abrió una enorme grieta que se tragó en un momento hombres, animales y enseres, un escalofriante grito sucedió a las canciones y a las blasfemias. La era entera, toda su redonda super-ficie, se hundió entre un gran estruendo mientras el cristalino repiqueteo de la campanilla se alejaba, poco a poco, perdiéndose bajo las encinas del bosque.
Aún hoy, no lejos de la pequeña iglesia de San Pedro de Escorca, una de las más antiguas de Mallorca, puede verse una gran falla en el terreno. La oquedad, medio llena de piedras, de lentiscos y de zarzales «se dize que antiguamente era una Hera para trillar el grano, y por quanto estando en su labor, y no se hizo el acato y reverencia que merecía Christo Sacramentado que por Viático passava de muy cerca; Hombres, machos y territorio todo se undió y desapareció. De esto se tiene memoria por sola tradición pero a más de darnos ésta motivo de credulidad, las conjeturas que tengo reparadas me dan motivo de plena proban­ca y credulidad». Así se dice, en un lívido manuscrito, alguien que se confiesa «trienal sirviente y devoto de María».
En castigo a su irreverencia, los que aquel lejano día faena­ban en la era, no han hallado todavía la paz ni el sosiego. Aquella trilla resultó interminable para ellos; el vertiginoso batre de ga­lop, las coplas y las sonoras maldiciones, resuenan aún en las noches cerradas de los encinares de Escorca. O resonaban, qui­zás, tan sólo cien años atrás, cuando Costa y Llobera escribió:

«Algú diu que ha sentit
passant en l'alta nit,
pujar aquí seguit
remors estranyes:
Cançons com infernals
trot fondo d'animals
i esquellas, dels penyals
a les entranyes...»

Fuentes:
Miguel Costa y Llobera: Tradicions i fantasíes.
Gabriel Llompart: La tradición europea de L'Era d'Escorca.
Gabriel Amengual (a. Company ), de Campanet.

092. anonimo (balear-mallorca-lluc)

No hay comentarios:

Publicar un comentario