Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

La zorra y el lobo se van a pescar


Había una vez una pareja de ancianos que vivían en una casa pe­queña. Un día de invierno, el hombre le dijo a su mujer:
-Querida, prepárame unas rosquillas que me voy al lago a pescar.
La mujer preparó las rosquillas, el hombre enganchó el ca­ballo al trineo y se fue a pescar. Llenó el trineo de peces y volvió a casa. En el camino de vuelta, vio a una zorra que yacía sobre la nieve. Estaba completamente inmóvil:
-Tal vez se ha helado por el frío -pensó el viejo-. Se la lleva­ré a mi mujer, que aprovechará su piel.
Cogió a la zorra y la cargó en el trineo, entre los peces. Pero la zorra no estaba muerta, simplemente fingía estarlo. Cuando el viejo volvió a sentarse en el pescante del trineo, la zorra miró a su alrededor y lenta y cautelosa-mente comenzó a tirar los peces del trineo al sendero. En cuanto tiró el último, también ella sal­tó del vehículo.
El viejo llegó a casa y le dijo a su mujer:
-Mira, querida, te he traído un trineo lleno de peces y, por si eso fuera poco, la piel de una zorra.
La vieja fue a ver, pero no había asomo de peces ni zorra alguna. Mientras tanto, la zorra había recogido los peces al borde del camino y se había puesto a comerlos enseguida. Los tragaba de un bocado, uno tras otro. Un lobo, que pasó por allí, la saludó:
-¡Buenos días, hermana Zorra!
-Buenos días, hermano Lobo -respondió la zorra.
-¿Qué estás comiendo, hermana Zorra? -preguntó el lobo.
-¿Qué crees que estoy comiendo? Peces, ya lo ves.
-Por favor, regálame uno...
-¿Por qué debería regalártelo? Ve y pesca tú.
-¡Pero yo no sé pescar, hermana Zorra!
-No hace falta mucha ciencia, hermano Lobo. Ve al lago, haz un agujero en el hielo, mete tu cola en él y los peces picarán.
El lobo le dio las gracias a la zorra y siguió su consejo. Agu­jereó en el hielo, metió la cola en el agujero y se sentó encima, esperando que los peces picasen. Allí se quedó toda la noche y, como hacía mucho frío, la cola se le heló. El lobo intentó sacar­la. Tiró y volvió a tirar, pero no lograba que saliera.
«Quién sabe cuántos peces se han agarrado a mi cola. Por eso no consigo sacarla», pensó el lobo, y siguió pescando.
Por la mañana, las mujeres del pueblo fueron al lago a bus­car agua. Al ver al lobo, comenzaron a gritar:
-¡Un lobo, un lobo! ¡Cogedlo, cogedlo!
El lobo se asustó e intentó escapar. Pero, naturalmente, era imposible, porque su cola estaba prisionera del hielo. Las muje­res se armaron de varas, piedras, cubos, y todas juntas se aba­lanzaron sobre el lobo u lo golpearon como si su piel fuese una alfombra tendida en el balcón. El lobo, por más que tirase, no lograba sacar la cola del agujero. Por fin, hizo un esfuerzo tan grande que logró liberarse y se escapó corriendo como alma que lleva el diablo.
Pero su cola, ¡ah, su cola!, había quedado prisionera del hie­lo. Y, desde aquel día, el lobo ya no pesca con la cola.

062. anonimo (rusia)

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