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sábado, 4 de agosto de 2012

La salsa mahonesa


Luis Francisco Armando de Plessis, duque de Richelieu, mariscal de Francia y sobrino segundo del famoso cardenal, llegó a Ciutadella, en plan conquistador, el 18 de abril de 1756.
Francia e Inglaterra -a la sazón dominadora de la isla­- dirimían por entonces una de sus eternas diferencias y Me­norca era uno de los puntos conflictivos. Codiciada por am­bos bandos, su estratégica situación en el centro del Medi­terráneo le confería vital importancia para las dos potencias, empeñadas en imponer, a toda costa, su hegemonía naval.
Así las cosas y con el pretexto de desagraviar subsidiariamente las vejaciones anglosajonas hacia España, ordenó Luis XV la ocupación de Menorca, terminando con casi cin­cuenta años de dominación inglesa y estableciendo una pre­sencia francesa que no iba a prolongarse más de siete.
El responsable de llevar a buen fin la empresa era Riche­lieu. El duque tenía en la corte parisina un cierto cartel de «enfant terrible». Sus ostentosos matrimonios y los sonados escándalos que protagonizó con damas de la encopetada so­ciedad, le habían convertido en algo así como un «play boy» de su época, tolerado en las altas esferas quién sabe si preci­samente por eso, además de por su demostrada capacidad en las empresas bélicas.
La que iniciaba ahora en Menorca, no podía comenzar con mejor pie: Ciutadella se entregó sin resistencia y el mariscal, rodeado de la flor y nata de la oficialidad francesa, empren­día, en plan de paseo militar, el camino hacia Maó, a la que llegaría cuatro días después. Las cosas, sin embargo, empeza­ron a complicarse aquí. El castillo de San Felipe, de imbati­bilidad casi legendaria en el que se había acuartelado la guar­nición inglesa, se hallaba a punto para la defensa y la isla no podía considerarse tomada hasta no haber reducido la famo­sa fortaleza.
El asedio se prolongaba más de la cuenta y la despensa del campamento francés, desabastecida de exquisiteces, em­pezaba a preocupar seriamente. La cocina de campaña no era la que tenía acostumbrada el refinamiento de aquellos corte­sanos y, es de suponer, los cocineros no sabían ya cómo inge­niárselas para condimentar las pocas provisiones que llega­ban a sus cazuelas.
Tampoco debía ser, precisamente, apetitoso el guiso de carne que un posadero mahonés presentó en cierta ocasión al duque. Aquello no alcanzaba los mínimos exigibles por el paladar más abnegado, cuánto menos por el del duque, que, evidentemente fastidiado, le organizó una bronca al atribula­do fondista, ordenándole que inventara algo con que, al me­nos, disimular aquella bazofia.
Por la cuenta que le tenía, el buen hombre puso todo su interés en el empeño y, a fuerza de imaginación y echando mano de lo poco que tenía -huevos, sal y aceite, se las in­genió para improvisar una salsa espesa, que presentó a su hambriento cliente.
No consta si el duque exclamó: «¡Oh, lá, lá! » al probarla, pero se desprende que fue tal su admiración por aquel ade­rezo que, como buen gourmet, tomó buen cuidado de anotar la receta de aquella salsa que, ya en plan de descubridor, bau­tizó allí mismo: salsa mahonesa.
No podía encontrar mejor embajador aquel invento gas­tronómico. Luis Francisco Armando de Plessis, duque de Ri­chelieu, etc., etc., regresó -victorioso al fin- a París. La llamada buena sociedad con madame de Pompadour al fren­te, organizó constantes saraos en honor del héroe que, entre reverencia y reverencia, no perdía ocasión de promocionar su exótica salsa.
Así entró la mahonesa en el refinado mundo culinario francés. O así, al menos, lo cuentan ellos, los franceses: «Quand vers le milieu du dix huitième siècle, le duc de Ri­chelieu prit Mahón (ou Port-Mahón), capital de Minorque, son cuisinier -pour agrémenter un plat de viandes froides­- s'avisa de mélanger des jaunes d'oeufs, avec de l'huile d'oli­ve... et le melange, s'epaisissant, devint solide, c'est ainsi que fut trouvée la sauce mahonnaise, apelée depuis, impropre­ment, mayonnaise».
Y algún diccionario francés, se muestra especialmente ca­tegórico:
«"Sauce mayonnaise." (Traduc.): Salsa fría que se hace con aceite, vinagre, yema de huevo, sal y pimienta o mostaza, todo muy bien batido hasta que tome alguna consistencia. (Etim.) -De Mahón, mahonesa, tomada por el duque de Ri­chelieu. Se ha de decir mahonesa y no mayonesa. La conver­sión de la "h" en "y" es efecto de la ignorancia de los cocine­ros que tantas voces ha corrompido.»
Sea como fuere, el problema aún colea.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-menorca)

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