Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 7 de agosto de 2012

La princesa del sol


Había una vez un poderoso emperador, soberano de un reino inmenso y padre de una sola hija. Ésta era hermosa como una flor de primavera, pero el emperador estaba muy preocupado porque ella no quería casarse.
Ningún príncipe llegaba a gustarle: ni alto ni bajo, ni rubio ni moreno. Cada vez que su padre le hablaba de matrimonio, ella respondía:
-Solamente me gusta el Sol.
Un día, el emperador montó en cólera.
-Si es así, ve y cásate con el Sol, pero no se te ocurra volver a presentarte ante mi vista.
Y la echó de casa.
La pobre princesa emprendió el viaje en busca del Sol. Caminó hacia el este, a través de montes y valles, bosques y campos, hasta que llegó a la cumbre de la montaña sobre la cual el Sol tenía su palacio. En la casa sólo había una vieja, que le preguntó:
-¿Qué buscas aquí, muchacha?
-Busco al Sol -respondió la princesa, y le contó a la vieja cómo su padre la había echado de casa.
La vieja la escuchó con simpatía.
-Bien, querida muchacha. El Sol es mi hijo y yo te lo daré como esposo. Pero recuerda que, si quieres quedarte con él, no debes mirarlo jamás a la cara.
La princesa se lo prometió y, durante mucho tiempo, mantuvo su promesa. Vivió con el Sol feliz y contenta un año entero,
y en todo ese tiempo no lo miró a la cara una sola vez. Pero la curiosidad comenzó a atormentarla:
-¿Por qué no podré mirar a mi marido a la cara?
La vieja intuyó las razones de la inquietud de la princesa y tuvo compasión de ella:
-Yo sé qué te atormenta. Si quieres, puedo darte un consejo. Pon un vaso de agua delante de tu marido y mira cómo se refleja en él. Pero no se te ocurra mirarlo durante mucho tiempo; de otro modo, se dará cuenta y para ti sólo habrá desdichas.
La princesa hizo lo que le había dicho la vieja. Cuando el Sol volvió a casa después del crepúsculo, puso delante de él un vaso de agua y miró cómo se reflejaba. En el vaso, le apareció el rostro de un hombre tan hermoso, tan amable, que le faltó el aliento. Se olvidó de lo que le había recomendado la vieja y siguió un buen rato mirando aquel semblante, hasta que su marido se dio cuenta.
El Sol se puso furioso.
-¡Si no puedes obedecer, tampoco puedes quedarte en mi casa! -gritó, y echó a la princesa del palacio.
La pobre princesa se fue llorando, sin saber adónde. Pero no llegó muy lejos. Cuando llegó a un campo, el Sol tuvo compasión de ella y la transformó en una planta con una flor amarilla. Y, desde aquel día, la flor amarilla se vuelve constantemente hacia el Sol. Por eso los seres humanos la han llamado «girasol».

126. anonimo (rumania)

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