Arminda era una Princesa que no se quería casar y como su padre el Rey
quería que encontrase novio, ella pedía:
‑Me casaré sólo con el que pase una noche entera con mi oso en la cuadra.
Sino no me casaré nunca.
Estaba clara su intención; ningún pretendiente quería morir, así que nadie
lo intentaba siquiera. Pero un día llegó a la Corte un joven que quiso pasar
una noche con el oso, y eso hizo. A la mañana siguiente salió de la cuadra tan
campante y la Princesa tuvo que cumplir su palabra y casarse con él. Y después
le preguntó cómo lo había conseguido.
‑Muy fácil ‑dijo el joven; me puse a comer nueces, y cuando el oso me
pidió unas pocas, le di Piedras, con las que se le rompieron los dientes. Luego
toqué el violín, y cuando me dijo que le enseñase antes de matarme, le dije que
antes debía cortarse las uñas para aprender. Fue tan tonto que me dejó
cortárselas. Sin uñas y sin dientes, nada me podía hacer, así que dormí
tranquilamente hasta la mañana.
‑¡Mereces ser mi marido! ‑reconoció la Princesa, y fueron muy felices
durante toda su larga vida.
999. Anonimo,
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