Todas las noches, al llegar las
doce, los juguetes del cuarto de los niños cobraban vida y entraban en
actividad.
-Organicemos un baile -dijo una
linda pelotita de brillantes colores.
-¡Oh, sí, bailemos! -aceptó el
trompo, avanzando hacia ella, pues se enamoró nada más conocerla.
-¿Contigo, Trompo? ¡Jamás! Yo
selecciono mis amistades.
Al día siguiente, la niña tomó su
pelotita y se fue con ella a jugar. Pero, se le cayó y rodó por la pendiente
hasta ir a parar a un cubo de basura. La niña sintió asco de introducir su mano
en lugar tan sucio y la olvidó.
Al rato, la encontraron unos
pilletes. Empezaron a jugar con ella ante la casa de la niña y, de pronto,
rompieron un cristal y la pelota antes tan orgullosa se encontró junto a sus
compañeros.
-¡Uf, cómo apestas a sardina! -le
dijo una elegante muñequita.
-Antes eras muy linda -alegó un
clown vestido de raso. Pero has perdido tus colores y ya no vales nada.
Una voz dijo entonces a espaldas de
la pelota:
-¿Me concede este baile?
La pelotita, emocionada, descubrió
que quien hacía la solicitud era el Trompo, su antiguo enamorado. La quería de
verdad y el aspecto de la Pelota no tenía importancia para él.
Ella aceptó y juntos bailaron
durante mucho tiempo. La lección había aprovechado a la vanidosa, que ya no
despreció a nadie.
999. Anonimo,
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