Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

La niña valerosa


Una tarde de invierno, estaban sentados tres huérfanos al amor de la lumbre. Eran dos niños y una niña. Mientras conversa­ban, oyeron llamar a la puerta. La niña fue a abrir. Era una vie­ja que pedía el favor de pasar la noche allí. Los chicos tenían buen corazón, la recibieron con amabilidad, la trataron bien y le prepararon una buena cama en su habitación.
A la mañana siguiente, la vieja se levantó temprano y fue al jardincito que había detrás de la casa. Después de haberlo re­corrido de un lado al otro, volvió al interior de la casa y dijo:
-Vuestro jardín es muy bonito, pero sería mucho mejor si tu­viese agua dorada, un pájaro parlero y un árbol cantor.
-¿Y dónde los podríamos encontrar? -preguntaron los chicos.
-Caminad siempre en la misma dirección y os encontraréis con un hombre que os lo explicará todo.
La vieja se fue. El hermano magor anduvo de aquí para allá pensando todo el día y, al llegar la noche, dijo:
-Hermano, hermana, quiero ir a buscar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Si no fuese, me moriría de nos­talgia. Si la vieja ha dicho la verdad, nuestro jardín será el más hermoso del mundo. Adiós, pensad en mí y tú, hermanita, cóse­me todas las noches una camisa. Si te pinchas y sale sangre, que­rrá decir que algo malo me ha sucedido.
A la mañana siguiente, el joven partió. Caminando llegó al pie de una montaña muy alta, donde encontró a un desconocido.
El joven lo saludó y le dijo:
-¿Podría decirme, buen hombre, dónde puedo encontrar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor?
-Hijo mío -respondió el hombre, debes subir a la cima de esta montaña. Pero presta atención: durante el ascenso, se bur­larán de ti, te ofenderán y hasta es posible que te golpeen. Debes hacer como si no pasase nada y seguir adelante sin mirar atrás. Si lo haces, aunque sólo sea una vez, te volverás de piedra. Ve, y que la suerte te acompañe.
El joven retomó su camino y comenzó a subir por el áspero sendero. Había dado unos pocos pasos cuando, de todos lados, comenzaron a lloverle burlas, insultos y palabrotas. Hizo como si nada pasase, y alguien se aferró a su chaqueta y tiró de ella una y otra vez. El muchacho siguió subiendo, como si nada. Pero no fue muy lejos. De repente alguien le dio un golpe en la espal­da con el puño y el joven no pudo contenerse. Se volvió para de­volver el golpe y quedó en el acto convertido en piedra.
En aquel momento, en su casa, la hermana le estaba cosiendo una camisa. Se pinchó con la aguja y cayó una gota de sangre sobre la tela blanca. Exclamó:
-Pobres de nosotros, a nuestro hermano le ha ocurrido algo malo.
Entonces el segundo hermano dijo:
-No te preocupes, hermanita, saldré a buscarlo. Tal vez lo encuen-tre sano y salvo.
Así pues, el segundo hermano salió también a buscar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Después de mucho caminar, llegó al pie de la montaña y se encontró con el desco­nocido. Escuchadas las instrucciones, comenzó a subir por la montaña, pero también él tuvo poca suerte. Cuando empezó a recibir golpes se volvió, tal como había hecho su hermano, y quedó convertido inmediatamente en piedra.
En aquel momento, su hermanita estaba en casa cosiéndole una camisa. De repente se pinchó con la aguja y, por segunda vez, cayó una gota de sangre en la tela blanca.
-Pobre de mí -exclamó, también le ha sucedido algo malo a mi otro hermano.
Entonces también ella emprendió el viaje en busca del agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Cuando llegó al pie de la montaña, encontró al desconocido, lo saludó amablemen­te y le preguntó:
-Buen hombre, ¿ha visto pasar por aquí, por casualidad, a dos jóvenes?
-Los he visto, niña, los he visto. Pasaron por aquí buscando el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Pero aún no han regresado, tal vez volvieron la vista atrás y se convirtieron en piedra.
La niña se echó a llorar y preguntó con lágrimas en los ojos:
-¿No puedo hacer nada para salvarlos?
-Claro que puedes -respondió el hombre. Deberás subir hasta la cima de la montaña sin mirar atrás, suceda lo que suce­diere. En la cima de la montaña encontrarás las tres cosas en­cantadas de las que os habló la vieja. Cuando vuelvas, coge to­das las piedras que encuentres por el camino y hazlas rodar montaña abajo. Se transformarán en personas y, entre ellas, es­tarán tus hermanos.
La niña escuchó todo con mucha atención e inició valerosa­mente el ascenso de la montaña. Y arriba, cada vez más arriba, sin hacer caso a nada.
También ella oyó burlas e insultos; también ella sintió los golpes, pero no volvió nunca la vista atrás.
Finalmente llegó a la cumbre de la montaña y descubrió, en una fuente de mármol, el agua dorada. Cuando se inclinaba para mirarla, un maravilloso pájaro voló hasta su hombro y la saludó llamándola por su nombre. Junto a la fuente crecía un árbol cu­yas ramas se reflejaban en el agua dorada, que comenzó a cantar una canción muy dulce.
Cogió los tres dones encantados e inició el descenso. Por el camino, cogía todas las piedras que encontraba y las hacía rodar montaña abajo. En cuanto llegaban al valle, las piedras se trans­formaban en hombres y mujeres que se daban prisa en volver a su casa.
Y entre ellos estaban también sus hermanos. Les contó lo que había ocurrido y volvieron los tres juntos y jubilosos a casa. Llevaron al jardín el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Así fue como lograron tener el jardín más hermoso del mundo.

112. anonimo (italia)

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