Eranse tres ratoncitos que estaban
bastante hartos de la presunción de un gallo que despreciaba a los que tenían
menor tamaño que él.
Un día en que el gallo echaba la
siesta junto a un montón de paja, los tres ratoncitos, con gesto malicioso, se
dedicaron a trenzar las plumas de su larga cola: las grises con las grises, las
azules con las azules y las verdes con las verdes. Y, al final de la trenza más
larga, le prendieron un flamante lazo de papel amarillo.
Hecho esto se fueron a esconder bajo
la paja.
Al despertar el gallo y encontrarse
ataviado de tal guisa se encolerizó. Quiso atrapar su cola para soltarse las
trenzas pero no conseguía más que girar sobre sí mismo, de la manera más
grotesca, causando la risa de todos los animales del corral.
¡Media hora necesitó para deshacer
el embrollo de sus plumas! Y su bella cola quedó deslucida y lacia por algún
tiempo.
Así, en cuanto empezaba a
pavonearse, los demás decían:
-Trenzas... trenzas...
Y el gallo vanidoso trataba de
aparentar humildad.
-¿Creéis que lo consiguió?
999. Anonimo,
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