Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 24 de agosto de 2012

La isla de nunca volver


Había pasado algún tiempo y Pinocho se portaba bien, aunque a veces sentía ciertas tentaciones que le pedían rebelión. Geppetto era muy feliz.
Un día, camino del puerto, el chico vio a infinidad de muchachos subiendo a un barco, ordenados y dirigidos por hombres de aspecto feroz.
-¿Dónde vais? -preguntó el muñeco a uno de ellos.
-A la Isla de Nunca Volver, es una isla especial para chicos traviesos donde se pasa muy bien. ¿No ves los carteles anunciadores? Hay toda clase de diversiones y además, nunca habrá que obedecer.
Deslumbrado, Pinocho decidió subir al barco e ir a la isla. De pronto, se presentó Pepito Grillo, con su chistera y su levita verde:
-No vayas, Pinocho. Mira las caras de todos los chicos y verás que todos son unos traviesos.
Pinocho, sin hacer caso de su conciencia, se encontró en la cubierta del barco. Tras varios días de navegación, llegaron a la Isla de Nunca Volver. Estaba llena de toboganes, caballitos, aviones, maravillosos juguetes... ¡Ay!, los guardianes trataban a los niños a latigazos, sin permitir que disfrutasen de nada de todo aquello. Porque la isla, en realidad, era un castigo para los traviesos.
Pinocho lloró acordándose de su buen padre y sólo pensó en la forma de escapar.
Pocos días después, aprovechando un descuido del capataz, se metió en una barquichuela y empezó a remar con rapidez.
¡Qué angustia sintió al verse a merced de las olas! Sólo el pensamiento de su buen padre, con el que pronto se reuniría, le daba fuerzas para soportar el peligro. Y también Pepito Grillo, que iba con él.

999. Anonimo,

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