Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 4 de agosto de 2012

La importancia de un pequeño rio


Desde lo alto del cerro, la iglesia, blanca hasta en la som­bra de sus soportales, contempla cómo el río -el único río de todo el archipiélago- va llegando hasta el mar.
Viene desde Santa Gertrudis, en el centro de la isla, be­biéndose el agua de cuantos manantiales encuentra a su paso y repartiéndola, más abajo, entre los huertos que se suceden en sus márgenes. Al final, casi, de su recorrido, el riachuelo compone su imagen y, al pasar bajo los puentes, junto a la villa de Santa Eulalia, lo hace con una cierta solemnidad, como presumiendo, consciente de su originalidad y recordan­do sus grandezas pasadas.
Porque, según la leyenda, Eivissa era el paraíso terrenal y él, el único río del mundo. No existía el mar, ni los arroyos ni los ríos. Sólo él. Y toda el agua de la Tierra fue manando copiosamente por su desembocadura y se formaron los ma­res, los océanos y todos los demás ríos del mundo.
Nuestro río no se cansaba. Contemplaba orgulloso la in­mensa masa de agua que se extendía por el globo y, como preso de una loca megalomanía, continuaba vertiendo, ince­santemente, su caudal que, poco a poco, cubría ya las tres cuartas partes del planeta.
Fue entonces cuando Tierra se asustó y le propuso un pacto al agua. Era una pura cuestión de supervivencia. Había que dar con una solución urgente para detener aquella inva­sion insensata.
-Oye, agua: ¿no podríamos llegar a un acuerdo? Es ne­cesario poner unos límites y, en lo posible, respetarlos.
-Yo tengo mis condiciones -contestó el agua.
-Las acepto, sean las que sean, acepto. 
-Contestó, a punto de ahogarse, la Tierra.
-Yo pararé de crecer, pero tú, a cambio, me darás cada año, en la época de más calor, a uno de tus hombres.
-Sea.
Y cerraron el trato acordando, como día de pago, el de San Cristóbal, en pleno verano.
Desde entonces el mar detuvo su insensato crecimiento, el río de Santa Eulalia se volvió pequeñito y la Tierra viene pagando, puntualmente, su tributo.
Al menos ésa es la creencia popular, el argumento incues­tionable con el que se prohibía a la chiquillería el baño esti­val en el día de San Cristóbal. Y de eso no hace demasiados años.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-eivissa)

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