Hilda era tan aficionada a los
dulces que más de una vez sufrió dolorosas indigestiones. Su mamá optó
por-cerrar con llave la despensa; pero un día se la dio a la golosa para que le
sacara harina.
Hilda se apresuró a recorrer las
estanterías en busca de alguna golosina. Sabía de un tarro de confitura
deliciosa y se alzó sobre las puntas de los pies para alcanzarlo. Introdujo su
manita en él y un grito de dolor escapó de su garganta.
Al sacar la mano, vio prendido en
su dedo un cangrejo. Acudió la madre y pasó sus buenos apuros para abrir las
pinzas del enfurecido animalillo.
-¿Ves cómo la gula es castigada?
-dijo la madre cuando todo hubo pasado. Te advierto que quise darte una
lección y fui yo la que puso el cangrejo en el tarro, suponiendo que tarde o
temprano hurgarías en él. Espero que tu susto te sirva de lección.
999. Anonimo,
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