Los primeros días del otoño habían
llegado y las golondrinas empezaban a tiritar de frío bajo sus plumas. La reina
las convocó:
-Amigas mías, mañana temprano nos
juntaremos sobre el bosque y emprenderemos el viaje hacia Africa. No podemos
retrasarnos más. Y os advierto que quien se atrase deberá sufrir las
consecuencias.
-Yo... -empezó tímidamente una
dulce golondrinita- preferiría esperar un par de días. Tengo un amigo muy
enfermo y no puede volar.
-Lo siento -manifestó la reina. No
hay demora.
La golondrinita, leal a sus
afectos, se quedó. Su amigo, viejo y enfermo, murió a los tres días. Pero había
gozado de su buena compañía. Sin embargo, para ella la suerte estaba echada,
pues sola no podía emprender tan largo viaje.
Algunos días después, un chicuelo
que iba a la escuela la encontró medio muerta de frío junto a una tapia. La
llevó a su casa, le dio calor y alimento y la golondrinita se repuso.
¡Cuál no sería la sorpresa de sus
compañeras cuando al regresar de Africa, en la primavera siguiente, la buena
golondrinita salió a recibirlas alegremente!
999. Anonimo,
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