Durante una intensa nevada que duró
varios días, un cabrero se refugió con su ganado en una enorme gruta de la
montaña. También se recogieron allí varias cabras montesas y el cabrero,
contemplando su corpulencia y hermo-sura, se dijo:
-¡Buenos ejemplares! Valen más que
las mías.
Y llevado de su admiración,
alimentó con el pienso que guardaba a las cabras montesas, desatendiendo los
lastimeros balidos de las suyas.
Mas apenas pasó la tempestad y la
nieve se derritió en los campos, las cabras montesas huyeron a la espesura,
mientras que las otras que habían padecido hambre por la desatención de su
pastor, se quedaron junto a él y le eran fieles.
-¡Seré bruto! -se dijo el cabrero.
Me he dejado seducir por la belleza, como hacen los bobos. Y mis pobres cabras
están en los huesos y soy el culpable por no haber sabido apreciar su virtud.
999. Anonimo,
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