En las afueras de una
vieja ciudad vivía una viuda con su hijita. Al llegar la fecha del cumpleaños
de la niña, la madre le regaló una gargantilla de coral, con la que estaba muy
bonita.
Una tarde en que la niña
se llegó hasta la fuente con un cántaro, halló a un viejo pordiosero. La
pequeña, que era muy cuidadosa, para evitar que la gargantilla se le cayera al
agua, se la quitó para ponérsela cuando hubiera llenado el cantarito.
Pero, una vez lleno,
olvidó recoger su bonito collar y regresó a su casa. Y de pronto se dio cuenta
y pensó:
-¡Qué descuidada soy!
-Y, dejando el cántaro, echó a correr camino de la fuente.
El pordiosero, que
continuaba sentado en el mismo lugar, se apoderó de la niña y la metió en el
zurrón. A continuación comenzó a ir de casa en casa pidiendo limosna y diciendo
a cuantos querían escucharle que su zurrón era mágico porque tenía el poder
de cantar.
-Para creerlo tendremos
que verlo -le contestaron.
-¡Zurrón, canta! -ordenó
el viejo con voz de trueno.
La pobre niña, muerta de
miedo, pues el pordiosero la golpeaba con su bastón, tuvo que obedecer. Y cantó
así:
Por agua fui a la fuente
que está fuera del lugar,
y perdí mi gargantilla,
gargantilla de coral.
No encontré la gargantilla
y perdí la libertad...
Y tan bien cantó aquella
vez y con voz tan triste y dulce, que las gentes le daban mucho dinero al
viejo para que cantase el zurrón.
999. Anonimo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario