Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 24 de agosto de 2012

La gallina y el arpa


Al día siguiente, guiado por una fuerza instintiva, Juan se dirigió por segunda vez al castillo del gigante. La puerta estaba abierta y pudo ver como seguía comien­do. Al terminar mandó que le llevaran su gallina de huevos de oro y los criados se la pusieron sobre la mesa. En cuanto el gigante se durmió, lo que no podía evitar cuando llenaba su panza, Juan agarró la gallina la metió en una bolsa y regresó con ella a su casa.
La madre del muchacho se llevó otra alegría.
Al siguiente día, Juan volvió por terce­ra vez al castillo del gigante que como siempre, estaba en la mesa, engullendo varios corderos y media docena de sucu­lentas tartas. Luego, solicitó que le lleva­sen su arpa de oro y empezó a tocar una melodía dulcísima. Juan pensó en lo con­tenta que se pondría su madre oyendo aquella música y le quitó el arpa en cuan­to se quedó dormido.
Pero en el camino tropezó y el arpa em­pezó a tocar. La música despertó al gigan­te que, hecho un energúmeno, salió en persecución del muchacho.
Viendo que iba a alcanzarle, Juan tre­pó por el árbol que nació de la semilla má­gica y llamó a gritos a su madre.
-¡Pronto, dame el hacha!
Tras él, el gigante trepaba también por el árbol.
De un hachazo, el muchacho cortó el altísimo tronco y el gigante fue a caer con estrépito en el cercano lago, del que ja­más más salió.
Juan y su madre, en lo sucesivo, fue­ muy felices, pues pudieron arreglar casita, tener todas las comodidades además ayudar a los pobres, que para eso la gallina ponía huevos de oro. Y to­dos los días escucharon la deliciosa mú­sica del arpa de oro.

999. Anonimo,

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