En los jardines de palacio
proliferaban las rosas más hermosas. Pero un día, a la princesita heredera le
regalaron una rosa artificial emergiendo de un florero de dorados arabescos. La
princesita, para que pudiera hablar con sus amigas, fue a dejarla junto a un
hermoso rosal.
-¡Hola, amigas! -dijo la rosa
artificial. No me negaréis que la mano del artesano me hizo tan hermosa como a
vosotras os hizo la Naturaleza.
Las sorprendidas flores del rosal
no contestaron.
-Ya veo que estáis envidiosas de mi
belleza -dijo neciamente la rosa artificial.
Y sucedió que la reina, en su
diaria vuelta por el jardín para cortar la más hermosa de las rosas y prenderla
en su vestido, se sintió arrobada ante una hermosa rosa roja.
-¡Qué maravilla y qué perfume tan
exquisito! -se admiró. Y, cortándola, la acarició entre sus manos.
Y luego vio la rosa artificial y
dijo indignada:
-¿Quién se ha atrevido a poner aquí
esta imitación?
-Es mía -dijo la princesa. Y es
bella y no se marchita.
La rosa roja, en las manos de la
reina, escuchaba el diálogo.
-Sólo es bello lo que tiene vida,
aunque dure poco -objetó la reina.
Y la rosa roja suspiró aliviada. No
le importaba nada morir al día siguiente sabiendo que, a pesar de todo, su
valor había sido reconocido.
999. Anonimo,
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