Hace muchos años, cuando las
mujeres hilaban y tejían las telas para su ropa, dos jóvenes y lindas vecinas
salían a sus puertas y le daban a la rueca en amor y compañía.
Sucedió que un día, Herta dejó su
madeja colgada mientras entraba en la casa en busca de la merienda. Al
regresar, la madeja había desaparecido y acusó a su amiga Florinda:
-¡Eres una ladrona! Me has robado
la madeja de hilo y me la vas a devolver.
Florinda protestó que no la tenía.
Pero Herta no la creyó y fue propagando por la aldea que su vecina era de poco
fiar.
Pasó algún tiempo y el cura del
lugar pensó asear el campanario, donde había un nido de cigüeñas. Y descubrió
asombrado que, envolviendo el nido, había un hilo finísimo y recordó el que
Herta echara en falta.
Esta, tan pronto supo lo ocurrido,
corrió a casa de su amiga.
-Perdóname por mi injusta sospecha
-suplicó.
Florinda, que era buena, la perdonó
de todo corazón y Herta bendijo al buen cura y a la cigüeña que todos los años
volvía, con la primavera, a su nido de la torre.
999. Anonimo,
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