Existió una vez cierta escuela,
situada en la falda de una colina, en la que parecían haberse congregado los
chicos más traviesos del mundo. Los profesores no podían con ellos y
abandonaban su profesión hartos de sus travesuras.
Cierto día, los colegiales salieron
de excursión con un profesor que debía ser un santo, a juzgar por su paciencia,
con idea de visitar una antigua excavación romana.
Y sucedió que, por unas escaleras
de piedra, los muchachos bajaron a una profunda sima. Después de volver loco al
buen profesor, pretendieron volver a la superficie. ¡Qué sorpresa! El primero
que lo intentó vio que los escalones le llevaban para abajo. El profesor, tan
atónito como los alumnos, quiso imponer orden y decidió probar suerte. Resultó
que ascendió los escalones sin tropiezo y se encontró en lo alto, junto a la
boca de la cueva.
En cuanto a los alumnos, ni uno
logró reunirse con su profesor que, desde arriba, intentaba tranquilizarles.
Durante cinco días, los traviesos
probaron y probaron. Lloraban a un tiempo, perdida su arrogancia, cuando
escucharon una voz cavernosa que decía:
-Volveréis al mundo cuando lo
merezcáis...
Ellos prometieron enmendarse. Y en
verdad que lo prometieron de buena fe, bien castigados por el ayuno y el
terror.
Nadie ha podido explicarse la
situación de la escalera de "nunca acabar'; que al fin, cuando los niños
estaban extenuados, volvió a ser una escalera normal por la que todos pudieron
subir.
999. Anonimo,
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