El muchacho, todavía con
las cicatrices de sus heridas, volvió al poblado y todos se extrañaron mucho al
verle, pues le creían muerto. Muy contentos, le entregaron los regalos que el
oso había pedido y el joven guerrero regresó a la cueva del oso, que le abrazó
fuertemente y le dijo:
-Como mi piel te ha
tocado, serás valiente. Como mis manos han frotado las tuyas, serán buenas y
no harán nunca nada malo. Como mi boca te ha dado un beso, serás como yo.
Después de esto, los
osos le acompañaron por la montaña hasta la linde del bosque y se despidieron
como hermanos.
El muchacho fue bueno y
valiente toda su vida. El fue quien imitó por primera vez la danza de los osos
que, desde entonces, se conserva en su tribu. No olvidó lo que habían hecho
por él sus amigos de la cueva. Y murió muy anciano, el mismo día que el oso.
999. Anonimo,
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