Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

viernes, 24 de agosto de 2012

La cimitarra de oro


Alí Balam era un muchachito de diez y años que diariamente se dirigía a la ciudad con su pobre borrica en la que llevaba cántaros de agua. Porque Alí se ganaba la vida como aguador.
El muchacho pasaba diariamente ante la cabaña de un viejecito que cada día estaba más débil y le daba de su agua y le ayudaba con palabras de afecto. Un día, el anciano le dijo:
-Entra, hijo mío...
Una vez en el interior de la cabaña, el viejo levantó una trampilla y ambos, por unas viejas escaleras, llegaron a un sótano. Sobre un cojín de terciopelo, el asombrado Alí descubrió una maravillosa cimitarra de oro, con la empuñadura de brillantes.
-Hijo mío -le dijo el anciano. He conocido que eres noble y generoso y vas a llevar a cabo una importante misión. Esta es la cimitarra mágica de Laodicea y con ella deberás liberar al príncipe Asaf, a quien el emir Abú Salem arrebató el trono de Damasco.
-¿Y dónde está el príncipe? -quiso saber el aturdido Alí.
-Prisionero del emir Abú en las mazmorras del palacio...

El liberador

El pequeño aguador escuchó del anciano la historia completa del príncipe Asaf, cuyo trono le fue arrebatado por Abú a la muerte de su padre. Este había confiado al anciano, que fue su servidor, la cimitarra de oro, que tenía poderes mágicos. Y Alí supo que el príncipe acababa de cumplir los dieciocho años, edad en que debía producirse su liberación.
A pesar de su juventud, Alí no dudó en marchar a la ciudad llevando escondida en un lienzo la cimitarra de oro. Una vez ante el palacio del sultán de Damasco, el joven solicitó de los centinelas el paso libre; pero los guardianes fornidos se rieron de él.
Por pura casualidad, el lienzo que cubría la cimitarra resbaló. El brillo cegador de las piedras de la empuñadura hizo caer al suelo a los dos guardias. Y Alí aprovechó para pasar al interior del suntuoso palacio. Muy pronto, dos gigantescos negros surgieron ante él.
Pero Alí, que sabía ya del poder de la cimitarra, alzó ésta y los imponentes negros cayeron al suelo desvanecidos.
Otros guardianes, al ver aquello, empezaron a gritar.

El principe asaf

El malvado Abú Salem acudió prestamente.
-¿Qué sucede aquí? -preguntó.
Pero, al ver de lejos la cimitarra, se arrinconó con prontitud y palideció, mientras gritaba:
-¡Apresad a ese muchacho!
Varios guardianes se lanzaron contra el joven aguador, que gracias al brillo de su cimitarra, se fue abriendo paso. Bajando escaleras llegó a los calabozos, donde varios hombres se agruparon contra las rejas.
-¿Quién es el príncipe Asaf? -preguntó Alí.
-Soy yo -respondió un joven cubierto de harapos. ¡Y esa es la cimitarra de Laodicea! -exclamó.
-Sí -repuso Alí. Me la ha entregado un antiguo servidor de tu padre con orden de liberarte.
Al poder de la cimitarra, las rejas se abatieron y cuantos tras ellas habían estado prisioneros, lograron la libertad.
Abú Salem, comprendiendo que había perdido la partida, huyó sin que nadie jamás supiera de él.
Asaf recobró el trono, impartió justicia y llevó a palacio al viejo servidor de su padre, donde estuvo hasta el fin de sus días. Y, por supuesto, jamás se separó del noble y valiente aguador, que fue en lo sucesivo su consejero y amigo.

999. Anonimo, 

No hay comentarios:

Publicar un comentario