Durante todo el verano, las diligentes hormigas se ocuparon en recoger la
cosecha de grano y llevarla a su almacén.
Mientras, la alegre cigarra se divertía y no daba ni golpe.
‑¿Para qué trabajáis tanto ‑les decía a sus amigas, si para alimentarse
sólo hace falta estirar la mano y tomar un grano de trigo? ¡Dios nos da todo lo
que necesitamos!
Pero llegó el invierno, nevó y el campo se cubrió de escarcha helada; la
cigarra no veía ni una semillita que llevarse a la boca para alimentarse, y
llamó a casa de las hormigas.
‑Amigas mías, ¿me queréis dar de comer?
‑¿Es que no guardaste nada para el invierno? ‑le preguntaron.
‑No; sólo bailé y toqué mi guitarra ‑dijo ella.
‑¡Pues si quieres ganarte el sustento, ahora cantarás para nosotras!
La cigarra se ganó así su sustento durante el invierno; en el hormiguero
hubo alegría con sus canciones, y ella aprendió que no se puede vivir el
presente sin pensar en el futuro.
999. Anonimo,
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