Siendo Eduardo muy pequeño, su
abuelito le regaló una hucha. Ciertamente, el regalo no agradó mucho al niño,
que se gastaba todo el dinero en fruslerías y nunca pensó en guardar ni una
moneda de las muchas que le regalaban.
-La llamaremos la caja mágica -dijo
el abuelito. Guarda en ella todo cuanto te den y algún día te alegrarás.
Aunque a regañadientes, Eduardo
obedeció. Un día y otro día, un año y otro año, la caja iba aumentando su peso.
Eduardo había perdido la cuenta de lo que podía contener. Por entonces
estudiaba Medicina.
Repentinamente, el padre murió y la
familia se encontró en la ruina.
El estudiante recordó su caja
mágica. Gracias a los ahorros de muchos años, y a no satisfacer algunos
caprichillos podría terminar su carrera de médico.
Más tarde, Eduardo hablaba de la
sabiduría de su abuelo y ponderaba el magnífico regalo que le había hecho con
la "caja mágica", no sólo a él, sino a toda la familia, de quien se
convirtió en protector.
999. Anonimo,
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