Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

Juanito aprende latín

-Papá -dijo un día Juanito, no quiero seguir siendo uno del montón, quiero convertirme en una persona culta.
-¡Vaya por Dios, qué magnífica idea! -exclamó el padre. Tampoco a mí me disgustaría ser una persona culta, pero para ello hay que aprender latín.
-Aprender latín no me parece tarea imposible. Saldré a co­rrer mundo y lo aprenderé.
Juanito puso unas cuantas rosquillas en su bolsa y salió a co­rrer mundo para aprender latín.
Cada vez que encontraba a una persona culta en su camino, tomaba nota de lo que le decía.
La primera persona que encontró estaba en el umbral de su casa y le decía a su criado:
-¡Échame un poco de cerveza!
-¡Échameunpocodecerveza! -repitió Juanito muy satisfecho de haber aprendido una frase en latín.
La segunda vez, vio a un hombre que estaba asomado a la ventana y miraba a un pájaro bebiendo agua de un charco.
-¡Seguro que lo atrapará un gato! -dijo el hombre.
-¡Échameunpocodecervezaseguroqueloatraparáungato! -re­pitió Juanito y prosiguió su camino.
Un poco después, encontró a un señor que le mostraba a su criado una carretilla:
-¡Mira qué carretilla! -le decía.
-¡Échameunpocodecervezaseguroqueloatraparáungatomira­quéca-rretilla! -repitió Juanito, meneando la cabeza. «Realmen­te no entiendo por qué mi padre piensa que el latín es muy difí­cil».
Justo en ese momento pasó a su lado un hombre que, ha­blando con su jardinero, le decía:
-Pasa el rastrillo por el jardín.
-¡Échameunpocodecervezaseguroqueloatraparáungatomira­quécarretillapasa -elrastrilloporeljardín! -dijo Juanito, repitien­do todo el latín que sabía y pensando para sus adentros: «No sé para qué sigo aprendiendo latín. Seguro que nuestro párroco no sabe mucho más y es, sin duda, una persona culta».
Entonces decidió volver a casa.
-Mira, Juanito ga está de vuelta -gritó su padre muy sor­prendido. ¿Y cómo es eso? ¿Has aprendido tan deprisa el latín?
-¡Échame unpocodecervezaseguroqueloatraparáungcito! -dijo Juanito.
-Pero ¿qué estás farfullando? Lo que dices no tiene ni pies ni cabeza: ni siquiera el diablo podría entenderlo -protestó su padre.
-¿Dónde has estado, hijo mío? -preguntó su madre.
-¡Miraquécarretillapasaelrastrilloporeljardín! -fue la res­puesta de Juanito.
-¿Qué cosas te han metido en la cabeza? -dijo su madre dis­gustada. Pero Juanito sólo respondió:
-¡Échameunpocodecervezaseguroqueloatraparáungatomira­quécarretillapasael rastrilloporeljardín!
-Me parece que Juanito se ha vuelto loco -dijo su padre. Mujer, anda, llena un cubo, vete a la azotea y échale toda el agua en la cabeza.
La mujer cogió un cubo lleno de agua, fue a la azotea y le dio a Juanito una buena ducha. Y Juanito comenzó a gritar:
-¡Auxilio, mamá, auxilio, papá!
Había olvidado todo el latín que había aprendido.

121. anonimo (chequia)

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