Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Gombé, el burlón


Gombé, el Burlón era un hombre feliz. Las cosas le iban bien. Se vanagloriaba de su fortuna y no se cansaba de contar sus aven­turas. Pero nunca pudo contarle a nadie la más importante de todas.
Un día salió a cazar patos salvajes con una vieja escopeta. Su cañón, retorcido como un taladro, le permitía disparar sin preci­sar el ángulo de tiro. Aunque no lo creáis, cuando una bandada de patos alzó el vuelo, Gombé apuntó a uno solo y los hizo caer a todos. Al tener el cañón tan retorcido, la bala voló en círculo y, en lugar de dar a un solo pato, dio a diez de una vez. Gombé los citó por las patas a su cinturón y prosiguió. Los patos, sin em­bargo, no estaban muertos, sino simplemente aturdidos. Un rato después volvieron en sí, abrieron las alas y echaron a volar, lle­vando por el aire al pobre Gombé, que no tuvo tiempo de reac­cionar.
Los patos sobrevolaron montes y valles, ríos y lagos, hasta que llegaron al tejado de una vieja pagoda. Gombé actuó con la mayor rapidez posible. Cuando se vio frente a la aguja del tem­plo se aferró con mucha fuerza y se desabrochó el cinturón. Los patos continuaron su vuelo y el cazador se mantuvo sujeto a la cima de la pagoda.
El problema era ahora bajar de aquella altura. Gombé dio voces pidiendo aquda. Del templo salieron los sacerdotes y sus discípulos, miraron a su alrededor para descubrir de dónde salía la voz y, finalmente, vieron al bobo de Gombé en el tejado del templo.
Al principio no sabían qué hacer para ayudarlo. Después decidieron probar este sistema: sacaron del templo una gran tela, pusieron encima una buena cantidad de algodón, cuatro discípulos sostuvieron la tela por sus cuatro extremos y la ten­saron con todas sus fuerzas.
Los otros, es decir, los sacerdotes y los habitantes de la aldea, se pusieron en círculo alrededor de la tela y gritaron:
-¡Uno, dos, tres!
Al oír el número tres, Gombé cerró los ojos y saltó. Pero más que un salto era un vuelo. El peso de Gombé se desplomó con tanta violencia que los cuatro que sostenían la tela se cayeron uno sobre otro; sus cabezas se golpearon con tanta fuerza que despidieron chispas, con las chispas se prendió fuego al algodón, el fuego del algodón se extendió por la tela, de la tela pasó a la pagoda, de la pagoda a la aldea y así se quemaron todos, sacer­dotes, habitantes y Gombé. De ellos sólo ha quedado esta vieja historia.

040. anonimo (japon)

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