Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El viejo y el diablo


Había una vez un viejo y una vieja. La mujer tenía muy mal ca­rácter y siempre andaba con ganas de pelea. Un día, mientras es­taban en el bosque cortando leña, descubrieron en la linde un profundo barranco.
La vieja, curiosa por ver qué había al fondo del barranco, se inclinó tanto que cayó de cabeza. El hombre, entonces, volvió solo a su casa.
Pero la casa le pareció muy vacía y, para colmo, no había nadie que le preparase la comida. Entonces cogió una cuerda muy larga y volvió al barranco confiando en que rescataría a la vieja. Arrojó desde lo alto un extremo de la cuerda, esperó un momento y luego comenzó a tirar con fuerza. Y después de mu­cho esfuerzo, ¡logró subir hasta el borde nada menos que a un diablo! Se quedó sin aliento del susto, pero el diablo le agrade­ció la ayuda. En efecto, poco antes se había precipitado en el ba­rranco una vieja petulante y provocadora que lo había fastidia­do hasta tal punto que le hacía imposible la vida allí abajo.
-Quiero recompensarte, porque me has salvado de esa vieja terrible -le dijo el diablo-. De ahora en adelante, trabajaremos juntos. Yo haré que la gente se enferme y tú la curarás. Con este negocio nos haremos de oro.
El viejo y el diablo se pusieron a trabajar juntos. El diablo hacía enfermar a la gente, el viejo iba a visitar a los enfermos, les sacudía la cabeza con las manos y murmuraba palabras incom­prensibles. Inmediatamente después, los enfermos se sentían mu­cho mejor. El hombre se hizo rico y famoso y todo iba viento en popa.
Un día el diablo le dijo a su socio:
-Hoy haré que enferme la hija del zar, pero tú no debes cu­rarla. La muchacha morirá y yo me la llevaré al otro mundo.
Y así fue. Pocos días después, la hija del zar cayó enferma. El zar mandó llamar al viejo, pero éste no quería obedecer por más que el zar le prometiese todo el oro del mundo. Sin embar­go, cuando el zar lo amenazó de muerte, el viejo se resignó a ir a palacio.
En cuanto llegó, lo guiaron hasta la alcoba de la hija del zar y, de pronto, vio al diablo sentado detrás de la cama.
-¿Qué haces aquí? -le dijo el diablo. Te dije que no debías venir a curar a esta muchacha.
-Sólo he venido a decirte -replicó el viejo- que la mujer del barranco ha vuelto y te está buscando.
Al oír esas palabras, el diablo puso pies en polvorosa y de­sa-pareció. La hija del zar recuperó la salud, el viejo recibió un magnífico premio y se fue a vivir a una tierra lejana donde nadie lo conocía. Y en esta tierra vivió feliz durante muchísimos años.

Fuente: Gianni Rodari

141. anonimo (siberia)

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